Independientemente de la
consideración que los políticos merezcan por nuestra parte, hemos de convenir
en que la inteligencia se les debe de suponer. Es difícil pensar que alguien
pueda llegar a cierta preponderancia en la sociedad sin que lo adornen unas características
de madurez e inteligencia mínimas. Sí, es verdad que esta premisa es
cuestionable si uno se fija en personajes como Trump, Maduro o Kim Jong Un. Así
que olvidémonos de lo que sucede más allá de nuestras fronteras y al margen de
simpatías o antipatías personales vamos a convenir en que los cabezas de cartel
de los diferentes partidos que existen en España son personas inteligentes.
Que sí¡, que ya lo sé. La
inteligencia debería de acreditarse de otra forma, pero vamos a dejar sentada
esta aseveración para poder continuar con lo que me ocupa.
Mucho se ha escrito, mucho se ha
hablado, sobre el movimiento de Pablo Iglesias presentando una moción de
censura en la que seguramente ni él mismo cree como tal moción de censura.
Porque para que la moción de
censura fuera viable necesitaría, entre otros muchos, del apoyo del PSOE. De un
PSOE gobernado ahora por una junta gestora e inmerso en una lucha fratricida a
la que ni siquiera sus más fervorosos militantes le ven una salida limpia,
unida, sin divisiones.
¿Realmente Pablo Iglesias
esperaba ese apoyo? No, ni ese, ni realmente ningún otro. Primero porque Pablo
Iglesias es, perdóneme que insista, una persona inteligente, premisa ya
defendida al principio de mis palabras, y segundo porque el objetivo de la
moción de censura era la de atraer la atención de sus votantes sobre la
imparable ascensión de Podemos al poder. Perdón, que a alguien lo he podido
despistar con mis palabras, con la venta a sus incondicionales de la imparable
ascensión de Podemos al poder.
Pablo Iglesias, persona
inteligente y de amplias capacidades, estoy convencido de ello, sabe
perfectamente que en este momento ya juega a la contra. Que sus tiempo de
esplendoroso crecimiento y éxtasis mediático, ya están tocando a su fin. Que el
devenir de los acontecimientos lo va llevando inexorablemente, y en parte por
sus propios errores, a ocupar el lugar que realmente le corresponde en el
panorama electoral español, el que tenía hasta ahora IU.
La misma parafernalia, mística,
teatralización de su presentación pública delata que su gesto no es más que una
larga cambiada. La exhibición del engaño para que el lidiado entre al trapo,
sabiendo que no hay más lidia, ni más espectadores que los que le son afines.
Nadie más va a comprar el engaño. Se repite, pero con personajes diferentes, la
puesta en escena de las ocasiones chungas. Mira lo que te digo que así no te
fijas en lo que te hago. Te ofrezco un gobierno de coalición y en realidad te
estoy clavando una daga envenenada. Malo si me dices que sí. Malo si me dices
que no.
Bueno, nadie más no es cierto. El
segundo objetivo del teatrillo es lanzar
sus redes hacia cierta parte del PSOE ahora empeñada en radicalizar la posición
de su partido para convertirlo en izquierda izquierda y que entren al trapo y
pasen a engrosar las filas de votantes que sustenten su posición para las
próximas elecciones gracias a lo cual aún podría emprender un vuelo tipo ave
fénix. De corta duración, pero menos da una piedra.
Pablo Iglesias sabe, porque no es
tonto, que la consolidación de la opción de Los Comunes le corta todo acceso a
los votantes menos radicales, la mayoría, e incluso la posibilidad, llegado el
momento, de pactar con un PSOE en reconstrucción, que tendrá mayor afinidad con
las posiciones más “legalistas” de la nueva formación que con la permanente
salida de pata de banco que ha preconizado Pablo Iglesias en el último
congreso.
Ante este panorama pronto se
encontrará con que puede perder la mayor
parte de su representación parlamentaria y, poco a poco, o no tan poco a poco,
las cuotas de poder autonómico y municipal conseguidas. Que su influencia y
capacidad de maniobra de aquí a un par de convocatorias electorales no serán
muy distintas de las que hoy por hoy lideraba uno de los acompañantes en la
foto, Alberto Garzón, quién fracasada su operación de desembarco para pillar
cacho, electoral por supuesto, a la larga, a la media o a la corta puede
convertirse, incluso, en un rival más al que tener vigilado.
Yo espero que la general inquina
que en Podemos se le tiene a la lidia no les haga olvidar la inmensa sabiduría
popular legada en dichos taurinos. Sí, hasta el rabo todo es toro. Una larga
cambiada sirve para poner al toro en suerte. Es importante estar siempre al
quite. Pero haber tenido el poder tan cerca y ver como se te escapa es, sin
duda, “una faena”.
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