No sé si es bueno, o no, pero el
desconcierto general preside estos días la actuación de los políticos elegidos
y de los militantes de los partidos. Yo, como independiente recalcitrante, me
regocijo, me asombro, me escandalizo, me indigno y me siento esperanzado según
las situaciones que se van dando.
Lluvias pasadas traen estos
lodos. El absoluto control que han ejercido las clases dominantes sobre lo que
tiene que ser el posicionamiento de la opinión de las bases lleva, en una
circunstancia como la actual, a la esquizofrenia. Todo era blanco hasta que el
comité correspondiente decía que era negro y de forma unánime era ya negro para
todos. Ni siquiera estaban permitidos los grises en ninguno de sus matices.
Estamos ahora, como consecuencia
de ello, en que un militante aplaude a otro partido en una zona concreta porque
pacta con los suyos y lo denigra como poco coherente porque en otra se niega a
llegar a acuerdos o pacta con otra fuerza política. Aquí o todos o ninguno.
Pero eso no es lo que hemos
elegido los votantes independientes, aquellos que no somos de una ideología de
toda la vida, los que solo sabemos a dónde pertenecemos gracias a que los
coherentes nos dicen generosamente a qué lado pertenecemos, siempre,
casualmente, a los otros porque no estamos de acuerdo con ellos.
Todos o ninguno repito. Podemos
es progresista y tiene que apoyar sin fisuras al PSOE. Ciudadanos es de
derechas y tiene que alinearse indefectiblemente con el PP, bueno, o no y
entonces tendrá que ser siempre un aliado fiel del PSOE, que parece haber
ganado las elecciones diciéndole a cada cual lo que tiene que hacer. Siempre.
En todas las zonas.
Que no, señores, que si eso es
así sobran todos, que si quisiéramos que los partidos tradicionales conservaran
las mayorías absolutas, la libertad de acción, los habríamos seguido votando y
si no lo hemos hecho es para lograr que las mayorías relativas estén
controladas, matizadas, intervenidas. Y eso es lo que muchos hemos votado.
Porque somos esquizofrénicos, o simplemente independientes.
Porque si Podemos y el PSOE
forman un frente común uno de los dos sobra, porque si Ciudadanos se inclina
hacia un lado u otro injustificablemente también sobra. Lo lógico, lo normal,
lo sano, es que en cada sitio gobierne, con el control externo y exhaustivo de
los demás partidos, el que haya resultado más votado. Lo demás, cualquier otra
componenda, no es más que eso, apaños con el único fin de pillar cacho o de
desalojar a otros con mayor representación, y ciertos votantes volveremos a
votar a la contra como hemos tenido que hacer tantos años. Y para votar a la
contra con dos hay más que de sobra, sean los que sean. En realidad para eso
sobran todos.
Tampoco en ese control vale todo.
Oigo con cierto pasmo que hay alguna formación política que intenta inmiscuirse
en la organización interna de los partidos con los que puede pactar, y eso no
es tampoco. Cada quien es cada cual y la organización de cada partido es
cuestión de sus órganos e injerir en ella es meterse en camisas de once varas.
Ya sé, ya sé. No existe razón más
razonable que la de cada uno – en algunos casos la del partido- y todo el que
opine de otra forma es que adolece de problemas mentales o de una diáfana
incapacidad moral. Faltaría más.
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