Parafraseando a la canción, si tu
me dices ven no se donde meterme. Me
siento sodomizado, engañado, pervertido, ninguneado, prostituido. No, no soy víctima
de ninguna mafia de proxenetas, no me he tirado a la calle y me han cogido por
banda, no.
Me niego a vivir en un mundo de
buenos y malos, de justos y pecadores, de izquierdas y derechas, de listos y de
imbéciles. Me niego a ser socialmente bipolar y en la duda de a quien tengo que
creer no creo a nadie. No me vale el quítate tú para ponerme yo. No me vale el ahora
que no estoy defiendo lo justo ni el ahora que estoy yo tengo razón, porque lo justo hay que defenderlo cuando se
está y cuando no se está, y no es justo porque yo lo creo si no porque
beneficia a la mayoría, pero de verdad, no a los míos, no a los que a mi me
conviene, a la mayoría sin color y sin acera.
¿Quién entre todos tiene
categoría moral, crédito moral para
denunciar al de enfrente?. ¿Quien puede
movilizarse con la conciencia tranquila de no estarle haciendo el juego a los
del collar diferente? ¿Hay otros? ¿Se les permitirá emerger si los hubiera?
Cuando la justicia, la legalidad,
la información, la contrainformación, la educación, la ineducación, la
inadecuación, la economía… están en manos de los mismos la situación exige algo
más que unos cuantos gritos aislados, algo más que un enfrentamiento. Tal vez
la única solución sea dejarlos sin juguete, darles la espalda masivamente y
obligarlos a que pregunten que es lo que necesitamos.
Eso si, corremos el riesgo de que
se les haya olvidado como y que preguntar, o incluso puede que ni reparen en el
gesto dado el grado de interés que demuestran.
Y ahora agentes político-sociales
de signo definido o velado, mantenidos de las subvenciones y las prebendas,
intoxicadores del propio interés, volvéis a convocarme a votar, a manifestarme
o a que me crea cualquier cosa que digáis,
directa o arteramente, a voces o por escrito.
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