Me ha contado el Capitán una historia sobre un chipirón que explota al calentarlo en el microondas. No cabe duda de
que la vida es una concatenación secuencial de hechos imprevisibles, casi
siempre justificables y previsibles, pero claramente imprevistos desde la
óptica del momento en presente del individuo que las vive. Y lo he dicho al
tirón, que conste.
Me he quedado patidifuso, patitieso, y
uso estos adjetivos y no el más docto de perplejo en honor a las diez
extremidades, entre tentáculos y brazos, que tiene el sujeto de la misma, con
la historia del chipirón, presuntamente, integrista. ¿Quién le podría decir al
pobre chipirón cuando aún era parte de la calamara – en riguroso idioma
político actual- lo que le deparaba el destino?
Tras una pesada digestión intelectual del
hecho he encontrado no menos de tres vías de preocupación genuina por la
implicaciones del sucedido, lo cual demuestra hasta que punto un suceso
aparentemente trivial puede ser el síntoma de alguno de los graves peligros a
los que está sometida la sociedad actual. Y ella sin saberlo.
La primera consideración es del tipo
fanático-integrista. ¿Cómo podemos saber que el chipirón en cuestión no
pertenecía a una célula de chipirones integristas adoctrinados y equipados con
poderosos explosivos y dispuestos a inmolarse en cualquier cocina,
preferiblemente de hotel de lujo o restaurante de barrio, y así cortar de raíz
el consumo de cefalópodos en general y calamares en particular? No, no podemos
de momento saberlo pero sería conveniente estar atentos a posibles incidentes
del mismo cariz.
La segunda es de tipo conjura de chinos
de la que ya hablamos cuando a Nimodo se le revelaron los electrodomésticos – o
sea los domésticos electrónicos, o chinos- y explicamos las posibles
consecuencias de una revuelta de este tipo. Podría paralizar la sociedad. ¿Os
imagináis lo que sería del mundo, del civilizado por supuesto, si empezaran a
explotar los cafés de por la mañana?¿ Que sería de una civilización que se
lanzara a la calle entre el shock del incidente y el hambre de no haber podido
desayunar?¿Que tuviera que empezar la jornada laboral si ese aporte de
aceptación de la realidad que supone el desayuno? Catastrófico.
Pero la tercera vía, la
científico-irresponsable, es la que más me preocupa. El aparato en cuestión, el
microondas, funciona mediante la excitación del enlace O-H ( o sea de tocarle
las narices al enlace entre el oxígeno y el hidrógeno ) y como sucede en todos
los ordenes naturales cuanto más se excita, más se calienta y por supuesto como
todo hijo de vecino cuando uno se calienta en demasía acaba explotando. Hasta
aquí natural como la vida misma. Pero la cuestión que a mi me preocupa es ¿en
que momento de excitación irrefrenable el enlace O-H se cabrea y lo que era un
chipirón, sin dejar de serlo aparentemente, se convierte en otra cosa? ¿Qué
cosa?, eh ahí la cuestión, ¿Y yo que se?, ¿Lo sabe alguien? Desde luego en mi
casa el elemento en cuestión está rigurosamente prohibido. A mi me gusta comer
una buena empanada, o chipirón, con sus enlaces O-H íntegros y de confianza.
Así que Capitán, la próxima vez que compres
un chipirón que sea con Currículum Vitae. Busca una preparación que no emplee
el horno microondas –ese chisme- y sobre todo, sobre todo, si al final decides
no hacerme caso, si decides utilizar el aparato u otro con gas, por favor
estate en lo que estás, no vayas a
emborronarnos el cuaderno.
Rafa
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