Una de las características de la magia es
que a pesar de ser una fuerza maravillosa, eterna e intemporal, al contacto con
el hombre toma de él la característica de limitarse, porque ningún hombre,
ningún ser nacido de antecesor/es puede estar ilimitada ni eternamente
maravillado, y no confundir, que los hay, maravillado con colgado aunque el
resultado final pueda ser semejante.
Como intentaba decir, después de la magia
suele presentarse, ya en el interior, sin llamar a la puerta., por sorpresa a
pesar de ser esperada, la cruda realidad y se encarga con su mirada fría y fotográfica
de barrer cualquier vestigio de magia que pudiera quedar oculto o disimulado,
dentro o fuera de las consciencias. La cruda realidad solo entiende de
texturas, de cifras, de necesidades y cuando es su tiempo se vuelve tirana y lo
reclama en su totalidad y con absoluta dedicación.
La magia, la ilusión y su vástago el
ilusionismo necesitan de al menos tres componentes, el objeto de la ilusión, el
ilusionista y los ilusionados. Todo debe de cumplir su papel para obtener el
efecto deseado. El objeto debe de ser el adecuado y estar adecuadamente
preparado. El ilusionista debe de ser
hábil, tratar con delicadeza y
perfección al objeto y conseguir de los ilusionados que vean solo lo que es
conveniente para poder lograr el objetivo. Los ilusionados deben de intentar,
estar dispuestos a, ser cómplices del ilusionista y seguir razonablemente
crédulos los tejemanejes del oficiante.
Todo está dispuesto, el espectáculo va a
empezar. El conejo está escondido en su trampilla de la chistera, el mago se ha
remangado para que los espectadores miren a sus brazos y sus manos y el público
tiene intacta su capacidad de asombro y admiración, de exclamaciones y
aplausos.
Pero la cruda realidad, como decíamos,
limita a la magia y cuando el conejo muerde el dedo del ilusionista, o el
ilusionista le trilla las orejas con la trampilla, o se ve la trampilla en el
fondo de la chistera, o el público, después de varios fallos, empieza a
confundir la hilaridad con la magia, lo jocoso con lo asombroso, es hora de
cambiar el número y que el espectáculo continúe. No se si lo que corresponde
son trapecistas o payasos. ¿Y la magia?, la magia ha de estar en que el público
no se marche y el circo pueda llenarse otra vez al día siguiente, eso si, con
otro mago.
En fin. Se acabarán estas fiestas y el
problema es que recordaremos, tal vez incluso brutalmente, que todos los trucos
del mago se han visto, que ya no creemos en la magia y que mientras tanto el
conejo está prácticamente asfixiado y yo ya no se si soy el conejo, la liebre o
el tonto útil que sirve de engranaje al sistema, pero lo que seguro que ya no
soy es el ilusionado.
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