A lo largo de
la vida el intelecto va desarrollando no solo la personalidad, si no una
versión propia de un sistema inmunológico. Este sistema está formado por la
capacidad intelectual y oratoria de defenderse de los ataques que a lo largo
del tiempo inevitablemente se producen y aunque sea de forma inconsciente, que
no suele serlo, desarrollan especialmente los frentes de protección sobre los
fallos sociales que toda personalidad presenta. Es verdad que a veces esos
recursos no son intelectuales o dialécticos por falta de capacidad pudiendo
llegar a ser físicos, pero no es esto lo que nos mueve a esta reflexión..
Esos sistemas
no acostumbran a ser completos y tienen siempre, casi indefectiblemente, al
menos un flanco descubierto y por el que el individuo puede sentirse vencido
por anonadamiento o por abochornamiento. Acúsese a un pacifista convencido y
militante de violento, o a un fascista
de comunista, o una puta de puritana. Da lo mismo, acúsese a alguien de ser lo
contrario de lo que él considera entre los pilares de su vida, entre los
marchamos de su personalidad, de aquello que le horroriza, repele o choca en
los demás. La incapacidad de entender que alguien lo valore de esa forma, el
dolor de la constatación de la acusación, el bochorno del simple planteamiento
lo colocarán indefectiblemente en una situación de indefensa defensiva.
O mejor no lo
pruebe, el dolor ajeno nunca es rentable ni para el que lo inflige.
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