sábado, 8 de agosto de 2020

Sometida

 No hay clemencia en tu falta de luz, ni el falso amor, ni la razón egoísta, te asisten en su carencia, y el tacto, desligado de la realidad física, no sirve para encontrar un recurso que alivie la oscuridad en que te mueves.

Tu oscuridad son capas de sombras que superpuestas te ciegan, te oprimen, te ocultan a la vista un posible paisaje sin rencores, sin odios, sin rencillas. Capas de sombras que se funden en una oscuridad única, densa, incapacitante: una dominación permanente, sin concesiones, aceptada  y sucesiva a lo largo de tu vida, una percepción obsesiva del fracaso, una necesidad lesiva de ser guiada, una súplica no atendida de ser reconocida, el miedo a una soledad que te ata.

Confiar en quienes te han privado de la luz, para encontrarla, no aliviará tu sufrimiento, ni saber dónde está la salida, sin poder ni siquiera insinuarlo, nos alivia a los que, desde el otro lado, vemos tu agonía. Tu dolor, traspasado, llagado, sin concesiones, te llena de aspavientos que nunca fueron tuyos, que nunca te pertenecieron, y sin embargo has hecho de ellos tu propia esencia para aferrarte a una presencia, a una compañía, que alivie tu incapacidad de ser tú misma, de concederte una esperanza independiente.

Te has rodeado de una muralla de ciegos que alimentan tu ceguera con la suya, que aplauden tu falta de luz sin importarles tu sufrimiento, mientras ven con indiferencia, con solícita indiferencia, como te empecinas en dañar y dañarte en un desesperado intento para paliar tu propio daño.

Habrá quien piense que ceder a tu dolor puede ser una forma de ayudarte, pero la debilidad no alimentaría otra cosa que la fuerza que te oprime. A la fuerza con la fuerza, aunque sea sin esperanza, aunque sea con el dolor propio, aunque el resultado final no varíe. Tiene que haber un lugar al que puedas volver si lo consigues.

Sojuzgar no es un verbo que se pueda conjugar con amor, dominar no es una muestra de cariño, la amable indiferencia no es la cercanía que necesitas. Tu debilidad es una arma que se blande contra ti misma, y dañar a los tuyos, a los que de verdad son los tuyos, no es más que un recurso que demuestra la vileza de quién lo usa.

Es posible, aunque improbable, que decidas en algún momento que la oscuridad sea solo tuya, no compartida, pero, si sucediera,  ese día mi mano se movería en tu busca para recordarte que la estancia iluminada de los que te quieren sin engaño, sin concesiones, sin consecuencias, sin intercambios, es la única que, manteniéndose  atenta, esperanzada, podrá mostrarte la salida.

Si la buscas, si la quieres, si la aceptas.

Nunca puede haber rencor donde hay amor, nunca hay cuentas que saldar en el cariño, nunca hay agravios por reparar donde la razón se somete a los sentimientos, nunca es necesario el perdón donde no ha habido afán, ni pretensión, ni precio. Simplemente, con luz, amanece el día siguiente.

Es muy doloroso comprobar como el abismo provocado por unas cuitas inexistentes se agranda en un afán ajeno de alejarte de quienes son realmente tu sangre. Es lamentable observar los jirones de esperanza que vas dejando por el camino, pero ya casi no hay ningún resquicio, ya casi todos han sido tapados con intereses en los que no puedo reconocerte. La impostura que te domina está más allá de palabras o razones, más allá de hechos o invenciones.

Me voy a mantener firme en mi postura, me lo debo, te lo debo, se lo debo a los míos, a los de mi sangre, a los capaces de ver más allá de una comedia orquestada por un guionista enfermo de odio y afán de posesión.

Ya solo queda reiterar lo ofrecido, baldío, seguramente, desesperanzado, hasta la muerte, sincero, más allá de las palabras, imposible, si tú no decides tomarlo;  una normalidad de la que nunca debiste de alejarte, de la que nunca debiste permitir que te apartaran. La normalidad en la que un tercero siempre es una palabra de más y una oportunidad de menos, una visión ajena que deforma un entorno cierto.

Te quiero, y nunca desistiré en esperar que lo sepas. Queda un hueco en mi alma en el que encaja exactamente la tuya. Podré vivir con esa tara, pero siempre seré consciente de que no está completa.

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