Es un dicho lleno de sabiduría
ese que sostiene que a veces el árbol no deja ver el bosque. Me temo que una de
nuestras mayores miserias en esta crisis, que solo podremos observar pasado el
tiempo, es que de tanto atisbar para ver cómo será el futuro se nos ha pasado
reflexionar sobre el futuro que, a nuestras espaldas, nos están construyendo.
Habrá a quién le guste la
perspectiva, a quién le guste el modelo, quién se sienta beneficiario de ese
proyecto y lo aplauda, pero me temo que la mayoría trabaja a favor de esa nueva
normalidad sin pararse a pensar en que está ayudando a un sistema absolutamente
contrario a sus valores.
Hemos pasado por este
confinamiento tan enfrascados en darle la razón hasta la irracionalidad a unos
y denigrar hasta el insulto a otros, que, como ya viene siendo habitual, no
hemos tenido tiempo de pararnos, reflexionar y tirar un tentáculo de
inteligencia proyectado hacia las consecuencias que el hoy real va a tener en
el mañana planificado.
Hay quién, seguramente con mucha
razón, ha llegado a hablar de cambio de paradigma. Hay quién se erige en
defensor de la sanidad, otros de la economía, otros de la gestión, y todos,
todos hablamos desde el miedo, desde un terror a causa del que pagamos nuestra
supuesta seguridad en derechos, en libertades, llegando a exigir que el precio
sea aún mayor para sentirnos a salvo.
Hablamos por boca de organismos
incontrolables, nacionales, internacionales,, sospechosos muchas veces en sus
actuaciones, pero olvidamos todo recato en aplaudirles si lo que declaran apoya
lo que aquellos que consideramos los nuestros dicen. Sin reparar en el precio,
sin reparar en la enormidad de la pérdida, sin reparar en que ayer decían lo
contrario y también les aplaudíamos. Sin reparar en que hay otros tantos, igual
de sospechosos, igual de inconsistentes, que dicen lo contrario.
Nuestro futuro, apuntado por
nuestro presente, apuntalado por nuestro pánico, es un futuro entregado a las
grandes corporaciones, a las farmacéuticas que nos curen, a las químicas que
nos alimenten, a las energéticas que nos proporcionen confort y a las
tecnológicas que nos construyan un mundo mejor.
¿Mejor para quién?
¿Quién, habiendo renunciado a sus
derechos, habiendo pagado con sus derechos, confort, salud, alimento y control, podrá tener acceso a reclamar
equidad, justicia, libertad?
¿Quién, llegado el momento de
necesitar un tratamiento pionero, inaccesible salvo para unos pocos, podrá
reclamar la equidad que ahora está entregando por miedo?
¿Quién, llegado el momento de
escasez de alimentos sanos y naturales, podrá reclamar la libertad de elegir un
productor ya inexistente, o tan selecto que solo cierto privilegiados podrán
alcanzar?
¿Quién ante la escasez, real o
inducida, de tierras libres, de agua, de aire o de energía, y su acaparación
por quienes pueden, se atreverá a solicitar la justicia a la que ha renunciado
encerrado en su minúsculo pánico?
Un mundo mejor donde todo sea
posible, pero solo para quién pueda pagarlo, para quienes en los tiempos de
miedo ciego han aprovechado para constituirse en propietarios únicos de lo que
es de todos.
Hay tantas distopías, tanta
literatura que intenta, que ha intentado, avisarnos sobre los perversos caminos
que el poder real utiliza para perpetuarse, que no podemos alegar que nadie nos
había avisado.
Pero el miedo manda. No un miedo
natural y constructivo. No un miedo que nos obligue a la precaución. No, un
terror pánico que nos hace refugiarnos en lo más profundo de nosotros mismos,
de nuestra comunidad, de nuestro pueblo, de nuestra casa, de nuestra piel, y
que hace peligroso todo lo que intente acercarse a nuestra zona de ensimismamiento,
de ceguera histérica y egoísta, histéricamente egoísta.
Parece ser, es, que hemos
cambiado economía y salud por tiempo. Que solo hemos ganado tiempo dejándonos
en el empeño una parte irrecuperable de nuestra vida. El tiempo, no ese que
hemos ganado, si no ese que no nos permite ver nuestro miedo actual, nos pondrá
en nuestro sitio, aunque entonces ya será tarde para demandar lo que hayamos cobardemente
regalado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario