A veces, sobre todo si son
términos de uso popular, me gusta asomarme al DRAE y comprobar hasta qué punto su
cotidiana utilización lo haya podido ir separando de su significado original,
el continuado desgaste y esa entre
ambigüedad y retorcimiento al que determinados estamentos públicos, y
publicados, han decidido que tienen derecho para variar, vaciar y metamorfosear
las palabras. Determinadas palabras.
No es el caso de esta, no es el
caso de forofos. El significado se muestra íntegro y, en todo caso, admito que
tal vez necesite alguna actualización. Bueno, para que andarnos con zarandajas,
necesita imperativamente una actualización, una ampliación.
Dice el DRAE respecto a forofo:
1. Persona a la que le gusta mucho una actividad determinada
o la practica con pasión.
2. Persona que anima con pasión y entusiasmo a su equipo o
deportista favorito.
Exacto, pero corto. No habla nada
de muchas de las características del forofo, de esa personalidad transformada
cuando le tocan lo suyo que roza la irracionalidad, y cuando digo que la roza
me refiero a su incapacidad de abandonarla.
El forofo, para empezar, divide
el mundo en dos, los suyos y los otros, y esa frontera es tan irreductible, tan
impermeable, que cualquiera que no comparte su espacio es automáticamente uno
de los otros, y esos otros son todos iguales porque son distintos a él. El
forofo tiene un alto sentido gremial, he estado a punto de decir cabañil, pero
gremial es más riguroso, y repite cánticos, consignas y chascarrillos, cuanto
más hirientes con los ajenos más ruidosamente celebrados por la manada, he
estado a punto de decir rebaño, pero manada es más riguroso. Su entrega a la causa es tal que ignora la
autocrítica, o dice ignorarla en defensa propia, y es capaz en su seguidismo de
sostener una cosa y la contraria, según el interés de su aplicación, sin
percibir ninguna contradicción en ello. Cualquier posibilidad de culpa, de
percepción de contradicción, de atisbo de impropiedad, es inmediatamente
volcada sobre los otros. Los otros siempre son los culpables por acción o por
omisión y su culpa justifica cualquier posibilidad de la porpia.
Claro, efectivamente, estoy
hablando de política ideológica, de esa carencia que comentaba en el DRAE, estoy
hablando de una situación demencial en la que un tercio de los ciudadanos
de este país busca desesperadamente, sin
rubor, sin disimulo, la anulación intelectual de los otros dos tercios. De
momento anulación intelectual. Alguien se ha inventado el bonito cuento de la
izquierda y la derecha para justificarlo todo, y lo ha vendido de tal forma que
el tercio de los que se dicen de derechas considera que los otros dos tercios
son de izquierdas, y el tercio de los que se autoproclaman de izquierdas
consideran a todos los demás de derechas. Implacablemente, sin concesiones a la
humanidad, a la racionalidad o a una invocada, al tiempo que indeseada,
fraternidad.
Hemos llegado a una sociedad
donde lo importante no es lo que se piense, ni siquiera lo que se haga o lo que
se diga, lo importante es aquello en lo que no se coincide con alguno de los
círculos impenetrables que se han
descrito, lo que coloca automáticamente a cualquier crítico entre los otros,
los de fuera del círculo, los enemigos. Es decir, no importa el pensamiento, si
no el grado de coincidencia con los pensamientos ajenos que, de forma
inmediata, califican y etiquetan. Tampoco es importante un posicionamiento
global, si no que el juicio se produce permanentemente, por cada manifestación realizada. Y es tan así, que en
una misma conversación el discrepante puede ser etiquetado como de unos, a continuación
como de otros, o, en el colmo del disparate, como del bando contrario por ambos
bandos en una misma frase o idea.
Solo en un entorno como el que se
describe se puede concebir una de las mayores infamias contra el sentido, y el
sentir, democrático. Una infamia como la que se produjo ayer en el parlamento
español. Solo desde la perspectiva de no tener que dar cuantas de mentiras,
engaños y falacias, en la seguridad de que los forofos asociados justificarán
cualquier acción realizada que llame a cerrar filas frente al enemigo exterior,
puede un gobierno perpetrar tal cúmulo de felonías sin miedo a consecuencias.
Que en una misma votación se
engañe sin rubor a varios de los que te apoyan y a los propios socios de
gobierno es de tal desfachatez, de tal soberbia, de tal desprecio hacia lo que
es un mínimo sentido democrático, que solo en un mundo de forofos, en un mundo
en el que los valores han perdido todo poso en favor de una concepción
excluyente y frentista, en un mundo en el que una parte se considera con tal
superioridad que busca la anulación del resto, puede asumirse una situación
como la dada sin que se produzca una dimisión inmediata de los responsables, un
clamor popular y la exigencia de la asunción de responsabilidades.
¿Qué es lo que va a suceder?
Nada. En un mundo de forofos todo está permitido, incluso el trilerismo
político, basta con mencionar a los otros, y a su maldad intrínseca, para que
cualquier desmán de los propios esté sobradamente justificado, es más, sea
celebrado como una muestra de lo que hay que hacer para apartar a los que no
estén de acuerdo, para tamizar una sociedad y que solo queden los buenos, por
supuesto los propios.
Es proverbial la capacidad de
auto justificación que poseemos los humanos, pero es apenas un breve apunte
sobre la dimensión de esa capacidad en el mundo de los forofos, en un mundo de
absolutos irracionales, verdades
inamovibles y axiomas inatacables. Un mundo enfermizamente dividido,
interesadamente fraccionado, patética y artificialmente enfrentado, entre
fascistas de bigotillo y gafas de sol y comunistas de zamarra Mao y visera con
estrella roja. Un mundo plano y sometido, incapaz de sobreponerse a unos
intereses en los que los forofos no pasan de instrumento desechable, de fuerza
de choque conseguida por una leva ideológica.
Y que dios, que nada tiene que
ver con esta historia salvo para usar su nombre a favor o en contra, nos pille
confesados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario