Volver a hablar de Cataluña me
produce una pereza indescriptible, las palabras parecen elongarse y deformarse
cuando las reclamas al teclado. Todo suena a viejo, a manido, a rancio y poco
razonable. Pero a pesar de todo acabas resignándote y empezando a intentar que
tus palabras no se aburran a sí mismas.
Tal vez ahora, una vez claro el
talante del pretendido procés, perfectamente reflejado en el talante personal
de su nuevo y carismático presidente, eso sí, provisional hasta el advenimiento
del redentor, algunas cuestiones, que nada tienen que ver con la verdadera
cuestión, entren en conflicto, al menos para los votantes, al menos para los
más fervorosos creyentes de ciertas ideologías.
¿Puede de alguna manera una
ideología de izquierdas votar a un candidato fascista? Pero fascista confeso,
no fascista de y tú más como habitualmente se usa, si no detentador de todas
las bases ideológicas del fascismo, apoyado en toda Europa por los movimientos
de extrema derecha y, naturalmente, por los movimientos extremos anti sistema.
Parece ser que sí.
Está claro que la CUP puede. Es
lógico cuando la ideología primordial de la CUP es romper el sistema para
acceder a un totalitarismo de esos que solo funciona en fronteras reducidas
para desgracia de los que queden atrapados en ellas. Cualquier movimiento que
apunte a una disgregación del orden de cualquier tipo, que apunte a un
debilitamiento institucional o formal, les vale. Les es útil y les proporciona
esperanzas de acceder a ese paraíso socialista que ellos conciben.
Lo de ERC es bastante más incomprensible.
Al menos mientras detenten esa E que se supone que apunta a una posición
ideológica netamente anti fascista. Es verdad, y no creo que ni ellos lo
nieguen, que toda su estrategia se basaba en un triunfo electoral que ellos
mismos, con su cesión a la extrema derecha y a la extrema izquierda,
dilapidaron. Pero ¿son tan torpes que no se percatan de que los están devorando
por ceder en su punto más fuerte? Parece ser que no, que aún no se han
percatado de que los extremos ideológicos los han dejado fuera de juego, como
fuerza marginal y, de momento, necesaria para constituir una mayoría, pero
vaciándolos ideológicamente. Dejándolos sin convicciones, sin proyectos, sin
otra función que el seguidismo entregado justificado por la constitución de una
imaginaria república que nunca podría ser de izquierdas, salvo liderada por la
CUP.
Y falta por analizar ese
inconcreto, confuso, inaprensible movimiento político afín a Podemos. ¿Qué pingareta
ideológica va a realizar entre redobles de tambores para justificar su falta de
concreción posicional en todo este absurdo? ¿Cómo podrán, aún, mantener esa
equidistancia que pretende ser neutralidad y no lo consigue? Algo se les
ocurrirá para evitar tener una posición clara y contundente en un tema en el
que las ambigüedades solo son leña para el fuego.
Es un árido panorama. Árido,
aburrido y desesperanzador panorama el que se abre en la Cataluña de estos
días. Un panorama en el que la tibia, tal vez acomplejada, posición de los partidos
nacionales para imponer un orden legal, que es claro y de sentir mayoritario,
está pasando factura a los principales partidos que hasta este momento eran
referenciales. Desde el dontancredismo del gobierno, que nos exaspera a todos,
hasta el inoportunismo oportunista de Sánchez que mantiene en vilo a la mayoría
de la población de este país, sus acciones, o inacciones, solo auguran un cada
vez mayor distanciamiento entre la población y sus pretendidos representantes.
Yo no entiendo, me temo que mucha
más gente tampoco, que un grupo de personas con objetivos ilegales declarados
pueda acceder a los puestos que necesitan detentar para llevarlos a cabo sin
que pueda hacerse nada para ponerles
coto. Es como si me presento en una armería y pido un fusil para perpetrar una
matanza en un colegio, y me lo dan con el argumento de que lo único que he
hecho es expresar una intención, pero aún no he cometido un delito. Hay que
esperar a que lo cometa. Hay que esperar a los muertos.
Es absurdo, es ridículo. Es
Cataluña. Es España.
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