sábado, 19 de mayo de 2018

Es Cataluña. Es España


Volver a hablar de Cataluña me produce una pereza indescriptible, las palabras parecen elongarse y deformarse cuando las reclamas al teclado. Todo suena a viejo, a manido, a rancio y poco razonable. Pero a pesar de todo acabas resignándote y empezando a intentar que tus palabras no se aburran a sí mismas.
Tal vez ahora, una vez claro el talante del pretendido procés, perfectamente reflejado en el talante personal de su nuevo y carismático presidente, eso sí, provisional hasta el advenimiento del redentor, algunas cuestiones, que nada tienen que ver con la verdadera cuestión, entren en conflicto, al menos para los votantes, al menos para los más fervorosos creyentes de ciertas ideologías.
¿Puede de alguna manera una ideología de izquierdas votar a un candidato fascista? Pero fascista confeso, no fascista de y tú más como habitualmente se usa, si no detentador de todas las bases ideológicas del fascismo, apoyado en toda Europa por los movimientos de extrema derecha y, naturalmente, por los movimientos extremos anti sistema.
Parece ser que sí.
Está claro que la CUP puede. Es lógico cuando la ideología primordial de la CUP es romper el sistema para acceder a un totalitarismo de esos que solo funciona en fronteras reducidas para desgracia de los que queden atrapados en ellas. Cualquier movimiento que apunte a una disgregación del orden de cualquier tipo, que apunte a un debilitamiento institucional o formal, les vale. Les es útil y les proporciona esperanzas de acceder a ese paraíso socialista que ellos conciben.
Lo de ERC es bastante más incomprensible. Al menos mientras detenten esa E que se supone que apunta a una posición ideológica netamente anti fascista. Es verdad, y no creo que ni ellos lo nieguen, que toda su estrategia se basaba en un triunfo electoral que ellos mismos, con su cesión a la extrema derecha y a la extrema izquierda, dilapidaron. Pero ¿son tan torpes que no se percatan de que los están devorando por ceder en su punto más fuerte? Parece ser que no, que aún no se han percatado de que los extremos ideológicos los han dejado fuera de juego, como fuerza marginal y, de momento, necesaria para constituir una mayoría, pero vaciándolos ideológicamente. Dejándolos sin convicciones, sin proyectos, sin otra función que el seguidismo entregado justificado por la constitución de una imaginaria república que nunca podría ser de izquierdas, salvo liderada por la CUP.
Y falta por analizar ese inconcreto, confuso, inaprensible movimiento político afín a Podemos. ¿Qué pingareta ideológica va a realizar entre redobles  de tambores para justificar su falta de concreción posicional en todo este absurdo? ¿Cómo podrán, aún, mantener esa equidistancia que pretende ser neutralidad y no lo consigue? Algo se les ocurrirá para evitar tener una posición clara y contundente en un tema en el que las ambigüedades solo son leña para el fuego.
Es un árido panorama. Árido, aburrido y desesperanzador panorama el que se abre en la Cataluña de estos días. Un panorama en el que la tibia, tal vez acomplejada, posición de los partidos nacionales para imponer un orden legal, que es claro y de sentir mayoritario, está pasando factura a los principales partidos que hasta este momento eran referenciales. Desde el dontancredismo del gobierno, que nos exaspera a todos, hasta el inoportunismo oportunista de Sánchez que mantiene en vilo a la mayoría de la población de este país, sus acciones, o inacciones, solo auguran un cada vez mayor distanciamiento entre la población y sus pretendidos representantes.
Yo no entiendo, me temo que mucha más gente tampoco, que un grupo de personas con objetivos ilegales declarados pueda acceder a los puestos que necesitan detentar para llevarlos a cabo sin que pueda hacerse nada  para ponerles coto. Es como si me presento en una armería y pido un fusil para perpetrar una matanza en un colegio, y me lo dan con el argumento de que lo único que he hecho es expresar una intención, pero aún no he cometido un delito. Hay que esperar a que lo cometa. Hay que esperar a los muertos.
Es absurdo, es ridículo. Es Cataluña. Es España.

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