Todos cansados, hasta las narices,
de minorías que imponen su criterio llevando hasta el ánimo popular una
sensación de hastío y no pertenencia que les hace mirar con añoranza hacia
sociedades más férreas, de criterios absolutistas. Porque una cosa es la
evolución y otra la involución.
Todos cansados, desmoralizados y
furiosos, viendo como en el tablero político se juegan partidas que a los que
somos de a pie nos importan un ardite. Viendo como siempre hay excusas para
recortar los derechos individuales, para abandonar a los débiles y a los
necesitados, para aplastar a los que intentan denunciarlo, para marcar con
mayor rigor la frontera entre potentados y necesitados, para enfrentar con
cualquier excusa y evitar reivindicaciones que realmente sean necesarias.
Todos cansados, tristes,
incrédulos, observando una pretendida oposición al poder que hace todo lo
posible porque este se perpetúe. Que lejos de aportar posibles soluciones
reivindica la creación de nuevos problemas. Que lejos de representar a la gente
de la calle, sus cuitas, sus anhelos, sus aspiraciones, pretenden imponerle
otros que ellos no desean.
Todos cansados, introspectivos,
desesperanzados, observando entre la desidia, la ironía y el viejo germen de lo
que nadie desea desear, como nos escamotean día a día la libertad, la justicia,
la equidad, la fraternidad, el pasado, el presente y el futuro sin que
encontremos los resortes para evitarlo. Los resortes para devolverles sus
engaños, sus mentiras, sus palabras huecas o retorcidas y sumirlos en el pozo
de la ignominia de donde nunca deberían de haber salido.
Cuncta fessa. Todo es cansancio. Todos
cansados.
No hace falta un Tácito para
entender lo que está pasando. No hace falta ser una gran analista para
comprender como nos están llevando a unos contra otros, diviendiéndonos en
facciones controlables, mediante ideologías, mediante banderas, mediante
canciones, para que no podamos tener la fuerza imprescindible para plantarnos y
decir basta. Basta¡, Baaastaaaa¡¡¡
Todos cansados, entregados.
Entregados con fatalidad a lo que acontece. Entregados con ceguera a fanatismos
alienantes. Entregados con furia unos contra otros. Entregados desde nuestra
más incipiente educación a ser títeres incapaces de un pensamiento libre e
independiente.
Fessa sum. Fessi sumus.
Cuncta fessa. Hasta que alguien, dentro de no mucho, sea capaz de
recoger todo ese cansancio, toda esa desazón y llevarla por un camino
indeseable, indeseado, intolerable, pero libremente elegido por todos los
abandonados, ignorados, resabiados, hartos, de este mundo.
Cuncta fessa, el que avisa no es
traidor.
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