Corre el rumor entre los bien
pensados de que basta desear algo con determinación y persistencia para que el
deseo se cumpla. No me consta. A lo largo de mi vida he deseado, a veces casi
con desesperación, cosas que finalmente no fueron. Debe de hacer falta algo más
en el entorno para la culminación del objetivo anhelado.
Pero parece ser que mi
convicción, mi experiencia, no concuerdan con las de algunas personas, tomadas
individual o colectivamente.
Y viene esta reflexión inicial a
cuenta del nuevo mantra, nuevo desde la convocatoria de elecciones autonómicas
en Cataluña el 21 de este mes de diciembre, que el espectro independentista de
la política catalana ha puesto en marcha: “Veremos si el gobierno respeta el
resultado de las elecciones”
Y claro, en este mensaje, como en
casi todos los mensajes que se han movido en el entorno soberanista durante el
proceso, tiene trampa, En realidad no es trampa como truco, si no la habitual
utilización del doble lenguaje, del doble sentido de las palabras utilizadas expresando
una idea que en realidad quiere poner sobre la mesa otro sentido diferente de
la frase.
En el sentido literal lo
expresado, es tan absurdo, tan evidente, que inevitablemente nos lleva a la
convicción de que no era eso lo que pretendían transmitirnos. ¿Cómo va un
gobierno, democrático, integrado en instituciones internacionales también democráticas,
a no respetar los resultados de unas elecciones convocadas por él? ¿En qué
cabeza cabe? Los votantes irán a las urnas según unas listas electorales públicas
y publicadas, depositarán su voto, secreto o voceado, en unas mesas dispuestas
y constituidas con tal fin y según sus gustos políticos personales y llegado el
fin de jornada esos votos se recontarán, se sumarán, se restarán, se dividirán
y se filtrarán, según la ley electoral vigente y darán como resultado la
asignación de los escaños del parlamento catalán a los partidos que hayan sido,
más o menos, elegidos por los votantes. Y todo este proceso se realizará con
las cámaras de televisión, con los interventores de los partidos y con la
supervisión de los organismos competentes. Y podrán ser cruzados, descruzados y
desmenuzados, tantas veces como se quiera. ¿Cómo no van a respetar los
resultados?
Entonces, ¿Qué quieren decir? ¿Qué
pretenden insinuar? Una vez más se trata de ganar aunque se pierda, de forzar
aunque no se tenga fuerza, de plantear un escenario irreal que pervierta la
situación electoral aún antes de que las elecciones se hayan llevado a cabo.
No, señores independentistas, lo
que ustedes intentan empezar a contarnos antes de que empiece el cuento, no
sucederá. Estas elecciones son para cubrir los escaños que los parlamentarios
anteriores no supieron defender dentro de la legalidad en vigor.
No, señores independentistas, lo
que ustedes intentan conseguir antes de que los designen para ello no será
posible. La ley será la misma sean cuales sean los resultados de las elecciones
y lo más a lo que pueden aspirar es a trabajar para cambiarla y que se acerque
a lo que sus partidos propugnen.
No, señores independentistas, lo
que ustedes pretenden dar por sentado nunca ha sido puesto en la intención de
las elecciones. No son plebiscitarias, no son legislativas, no son un referéndum
encubierto. Que no dudamos de que ustedes, en sus juegos de palabras, intenten
contarle a los que quieran escucharles, los mismos que ya les escuchan, pocos,
que en realidad ustedes están votando algo diferente a lo que están votando los
demás, algo diferente al objeto real de
las elecciones convocadas. Y que, por supuesto, como siempre, la razón es la
suya.
Yo espero, por el bien de
Cataluña, por el bien de España, por el bien de Europa, que el resultado no les
permita empezar otra vez con la matraca del proceso, que no les permita esa
vena mesiánica que tanto daño ha hecho al mundo a lo largo de la historia, que
no les permita volver a poner en marcha la maquinaria del estado a la que tanto
partido creen haberle sacado.
La leyes, incluido el famoso 155,
seguirán siendo las mismas sean cuales sean los resultados de unas elecciones autonómicas,
y los escaños conseguidos serán adjudicados y los parlamentarios tomarán
posesión de su lugar, salvo los que antes tengan que pasar por la cárcel.
El agua clara y el chocolate
espeso, dice el dicho. No me jueguen con las palabras porque cuando las vidas, las
ilusiones, el bienestar, de las personas están en juego sus juegos malabares
con los significados son dolosos, a la par que dolorosos.
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