Tal vez, entre todos los temas
que nos pueden preocupar y que no aparecen en los temas más preocupantes para
los ciudadanos, la educación sea uno de los más lamentables. Aunque parezca
imposible, con la que está cayendo, cuando las denuncias de adoctrinamiento en
algunas zonas que tienen las transferencias sobre este tema conferidas, a nadie
parece preocuparle la formación de las generaciones venideras salvo como arma
política arrojadiza.
Ni nuestras universidades, ni
nuestros colegios, ni nuestros docentes,
figuran en lugares destacados en los informes que distintos organismos
mundiales elaboran para medir el prestigio y la excelencia de los mismos y que
llevan a los estudiantes de todo el mundo a seleccionar el lugar donde cursar
sus estudios. El lugar que haga de su propio prestigio un valor añadido al
valor curricular del estudiante. Pero esto no parece, tampoco, preocupar a los
ciudadanos salvo que les sirva para atacar o denigrar a algún oponente.
Cada gobierno que llega tira por
tierra el plan de estudios que ha elaborado el gobierno anterior y que apenas
ha dado tiempo a poner en marcha. Gobierno anterior que a su vez ha hecho lo
mismo con el sustituido por él. Pero los ciudadanos, en un ejercicio extraño de
irresponsabilidad, no ven más problema con la educación que el de contar los
días para que el vigente plan educativo deje de estar en vigor y sea
reemplazado por otro que será contestado de igual manera, y signo contrario,
desde el primer día en que se diga que va a ser elaborado.
Todo parece indicar que los
ciudadanos de este país estamos siendo eficazmente adoctrinados,
convenientemente pastoreados, diestramente distraídos, en no preocuparnos de
cuál es el sistema y nivel de estudios y conocimientos con los que nuestros
hijos, e incluso nietos, tendrán que cargar en sus vidas, que serán más
mediocres, menos libres, más mediatizadas por la falta de criterio, de valores
y conocimientos con los que han sido castigados ante la indiferencia de sus
responsables, progenitores y educandos.
La solución, la posible solución,
la deseable solución, sería un pacto educativo que permitiera a varias
promociones completar sus estudios, desde los primarios a los superiores, sin
cambiar de criterios dos, tres, o más veces, durante el desarrollo de los
mismos. Pero teniendo en cuenta que en su infinita mediocridad cualquier
aportación de un partido será inmediatamente rebatida por el de signo
contrario, y que yo no tengo la certeza de que esas actitudes no estén
perfectamente planificadas por esos partidos para mayor gloria, poder y
ausencia de contestación, casi al contario, estoy convencido que esta aparente
imposibilidad de acuerdo es un potente acuerdo para limitar el acceso de los
ciudadanos del futuro a la libertad, al criterio y al librepensamiento.
Tal vez, en un mundo cuerdo y
consecuente, en un mundo que tuviera un genuino interés en su porvenir, sería
el mínimo criterio de garantizar el contenido de las materias a revisar
haciendo que este fuera visado y certificado por expertos competentes en la
materia. Los componentes de la Academia Nacional, u organismo equivalente. Esta
simple precaución garantizaría que todos los aspirantes al saber estudiaran el
mismo contenido, independientemente de su ubicación geográfica, de su posición
ideológica o de su relación social.
No parece preocuparle a muchos, a
la mayoría, a casi todos, que la historia varíe según donde se enseñe, que la
literatura sea solo objeto de estudio si pertenece a la ubicación geográfica
donde radique la autonomía de enseñanza, que la mediocridad sea el valor
referencial y objetivo de los planes educativos, que el fracaso escolar se
convierta en un listón en vez de ser un baldón, que la excelencia en el estudio
sea un valor incómodo cuando no perseguible, que las asignaturas humanísticas
sean objetivo de cajón y ratones de biblioteca, que el conocimiento, por
resumir, sea, cada vez más, objeto de desconocimiento. No parece preocuparle a nadie, o
al menos nadie dice que le preocupe, que la formación, los responsables de ella
y los centros en los que se imparte, sea ahora mismo uno de los mayores
vehículos de impartir el conocimiento parcial, parcial de contenido y parcial
de parte, el descrédito de los valores y dificultar el acceso del futuro ciudadano
a su educación integral.
Pero, a qué poner soluciones si
no existe el problema. A qué hacerse mala sangre si el mal solo existe en el
ojo observante del que escribe esta queja. A qué preocuparse y desperdiciar
tiempo de nuestros sobrepasados responsables si a la opinión pública no le
preocupa. Ni la libertad, ni el conocimiento, ni los valores de las
generaciones futuras están en peligro para una ciudadanía que adolece de falta
de libertad, de falta de conocimiento, de carencia y tergiversación de valores,
de criterios mínimos en esta cuestión. La deformación por la formación. Alea jacta est. Perdón, que la mayoría
no podrá entenderme, la suerte está echada.
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