Tenía ganas de ver la cabalgata
de los Reyes Magos en Madrid, después de la desastrosa y polémica, me salía
podèmica pero no existe, del año pasado que logró superar en esperpento y
decepción a las que desde tiempos del ínclito Gallardón nos habían perpetrado a
los que intentamos conservar, aunque solo sea un par de días al año, el
espíritu mágico de nuestra infancia.
Y me gustó. Los Reyes parecían
reyes, los acompañantes tenían más aspecto festivo y menos aspecto alternativo
y solo faltaba que el recorrido hubiera sido el tradicional entre el Paseo de
Coches del Retiro y la Plaza Mayor, pero eso ya sería pedirle peras al olmo,
aunque permítaseme: “!Olmo, una de peras¡”
Pasé un rato agradable viéndola
discurrir y viendo esos gritos de nerviosismo incontenible de los niños, y de
algunos mayores, la suficiencia complaciente de otros mayores y las ganas
generales de disfrutar, de ilusionarse.
Los fuegos finales brillantes,
dignos de la ocasión y de la magnificencia de los protagonistas, pero, sucedió
algo que me cambió el humor, la cruda realidad se entremetió en la magia y la
alegría del momento. El lado cutre marginal de ciertos ocupantes de la
institución municipal madrileña afeó toda la brillantez de la ocasión.
Al menos, por esta vez, los
pequeños no debieron de reparar en el mal gusto, intelectual, social y estético
que afea de forma permanente un edificio emblemático de Madrid. Emblemático y
representativo desde que el faraónico gusto de cierto alcalde que no quiero
renombrar lo convirtió en su pirámide particular. Faraónica al menos la obra lo
fue en cuanto al coste.
Un sabanón de dimensiones
considerables cuelga de la fachada del ahora ayuntamiento, un sabanón
originalmente blanco y al cabo de los meses testigo de la contaminación
ambiental de la capital ilustra de forma deleznable el frente de la joya
arquitectónica y su mal gusto solo rivaliza con el mal gusto del mensaje pintado
a brochazos en su superficie: “REFUGEES WELCOME”.
Digo yo, y no creo estar especialmente desacertado en lo
que digo, que el ayuntamiento de Madrid tiene medios para hacer llegar su
mensaje, que representa a todos los madrileños de la capital, de una forma
menos cutre y marginal. Que la solidaridad no tiene por qué ser expresada como
una reivindicación, que la solidaridad cuando se expresa en ciertos niveles es
una línea a seguir con hechos, con propuestas, con trabajo y no con sábanas que
ensucian, afean y quitan esplendor, o al menos belleza.
Y como cuando me indigno, cuando
me cabreo, la cabeza se pone a dar vueltas, empiezo a rizar el rizo, o a hilar
más fino, y me planteo que a lo mejor el mensaje que se quiere transmitir es
precisamente el que transmite el sabanón, es un distanciamiento de la
representatividad que ostentan, un rechazo a las instituciones que ocupan, una
marginalidad respecto al pueblo al que representan.
¿Y por qué en España, que tiene uno
de los idiomas con más parlantes del mundo, se cuelga un cartel en otro idioma
diferente y que tampoco es el de los posibles refugiados? ¿Es que solo son
bienvenidos los que sepan hablar inglés? ¿Es que el cartel solo es para que lo
lean los turistas que pasan por la zona? ¿Por si quieren pedir refugio? ¿Es que
se quiere afrentar a todos los refugiados que ya hay y que no hablan, ni tiene
por qué, ese idioma foráneo? ¿O es que los que lo han hecho consideran menor su
propio idioma?
Y ahí, tras esta última
reflexión, ya se me viene toda la bilis a la boca. Porque dado que los autores
de la soflama textil son personas que muestran su permanente disgusto hacia
todo lo que nos rodea: tradiciones, fiestas, historia, personajes, personas y
convivencia en general. Dado que consideran que para que este sea un país
pasable hay que tirar todo abajo y hacerlo de nuevo, eso sí, como ellos dicen. Dado
que si por ellos fuera más de la mitad de los habitantes de este país, los que
tenemos más de cuarenta y cinco años y otros más que tengan menos pero no piensen
como ellos, tendríamos que estar muertos o inhabilitados socialmente, ¿Cómo pueden ser tan crueles de desearles a
personas sufrientes y necesitadas que vengan a semejante lugar? Si yo fuera
solidario, como ellos pretenden ser, montaría un servicio de disuasión al
pretendido refugiado: “Váyase usted a cualquier otro sitio. Aquí no hay quién
viva. Al menos hasta que nosotros gobernemos”. Claro, en inglés, por supuesto,
lo que pasa es que como yo no sé, no puedo escribirlo.
Bueno, y esa es otra, ¿Por qué en
inglés? Sería más lógico, en árabe, en algunos idiomas africanos o en el idioma
original en el que hablen los refugiados, que seguro, seguro, que no son
anglosajones. Incluso, si la vista y el oído no me engañan, muchos de los que
aquí ya están hablan en un español nativo que no necesita traducciones.
Y también, si no me engaño, que
no me engaño, son estos mismos los que, en este caso con toda razón, denuncian
las carencias de los discapacitados, dependientes, marginados y desfavorecidos
en general. Y ahí tienen razón, toda la razón, las ayudas a los necesitados son
absolutamente, vergonzosamente, ofensivamente, insuficientes. Pero estando de
acuerdo yo no invitaría a otros a compartir la insuficiencia que compartida
sería aún más insuficiente. Yo no invitaría a otros a participar de la miseria
y la marginalidad antes de solucionar la que afecta a los que ya están.
Porque las posturas pretendidamente
solidarias están muy bien, son estéticamente impecables, pero revisadas éticamente
son una mierda, son tan insolidarias o más que las que pretenden levantar fronteras
a los que necesitan traspasarlas. Son tan autocomplacientes, banales e
insostenibles que dan asco.
Yo cuando invito a alguien a mi
casa, lo invito para homenajearlo, para intentar compartir momentos y
situaciones placenteras para ambos. Si lo que hago es necesitarlo para un
trabajo, entonces lo contrato, no lo invito, y me aseguro antes de tener los
elementos y labores suficientes para que su trabajo sea eficaz. Y sobre todo,
sobre todo, me aseguro de tener el dinero suficiente para poder pagarlo. Lo
contrario, es una baladronada o, si me apuran, un engaño.
Pues eso, que muy bonita la
cabalgata de Madrid este año.
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