Las noticias se acumulan y
parecen diferentes, pero tras ese aspecto diverso solo hay una noticia, solo
hay una tendencia, solo hay una intención sorda y soterrada tras su aparente
inocuidad, acabar con la libertad individual, hacer un mundo sórdido, capado,
mediocre, temeroso de sí mismo y de lo que le rodea, un mundo en el que todo
tiene que estar reglado, medido, rebajado a
lo imprescindible para que el individuo quede perdido en medio de esa
mediocridad, de la cicatería de la libertad, enredado en un concepto moral
represivo y puritano.
Al leer el primer párrafo alguien
habrá pensado en los atentados que casi a diario asolan el mundo, no, pero
también. Otros habrán pensado en lo recortes de los derechos a los que en aras
de una falsa seguridad basada en la represión hemos permitido, aceptado y, en
algunos casos, incluso aplaudido. Pues no, aunque también.
Esta sociedad lleva ya unos años,
bastantes más que las últimas legislaturas de derechas, en realidad desde el
atentado de Nueva York, en una deriva entreguista absoluta. El miedo a perder
esa vida falsa y acomodaticia a la que nos hemos acostumbrado nos va empujando
a ceder cada vez más cuotas de libertad a un estado que lo único que hace es
montar un sistema represivo y punitivo que cada vez cerca más al individuo, si
es que queda algún individuo con conciencia de serlo que pueda ser cercado.
Y, vuelvo a repetir, no estoy
hablando de terrorismo, ni de recortes, ni de ningún tipo de leyes de alto
rango o de macro políticas. No, estoy hablando del día a día, estoy hablando de
esas noticias que casi a diario salen en la prensa sobre temas cotidianos en
los que se puede detectar esa vergonzante persecución del individuo y su
capacidad de opinar, de vivir, de ser libre y responsable de sus actos, porque
todos sus actos, incluso esos que antes solo eran pecado, ahora son faltas o
delitos.
Veo con tristeza, y a propósito
de una luctuosa noticia sobre una menor muerta en un botellón, cómo reacciona
la sociedad, cómo reaccionan los medios de opinión, cómo una vez más todo se
conduce hacia la represión, hacia la restricción de la libertad de los padres,
de los hijos, hacia convertir un acto social en una lacra.
Bueno, hace ya algunos años se
promovió una ley en la que el estado quitaba la tutela a los padres sobre este
tipo de cuestión. Y esa ley, como no, era restrictiva y punitiva,
económicamente claro. No vi que en ningún momento se hiciera un desarrollo
educativo para menores sobre el tema, los eslóganes no son educativos, las
prohibiciones no son educativas, las imposiciones y persecuciones no son educativas.
Tal vez la historia de la ley seca americana debería de haber servido de
ejemplo ilustrativo. No vi que en ningún momento distinguiera entre el alcohol
fermentado y el alcohol destilado. No vi que en ningún momento la ley fomentara
el conocimiento de las consecuencias del mal uso, o del abuso. No vi que
recomendara a los padres educar con experiencia y mesura a sus hijos en el
tema.
No, la ley simplemente prohíbe,
sanciona, persigue y margina algo que no puede, ni en realidad quiere,
controlar. Se trata de recortar la libertad. Se trata de amedrentar y poder
multar, pero de seguir haciendo negocio sobre el negocio del consumo vía
impuestos y no poner ni los mínimos medios necesarios para garantizar un
cumplimiento razonable de la misma ley.
Por eso, años más tarde, nuestros
jóvenes beben como anglosajones, en vez de como latinos, se esconden para
hacerlo, y mueren por desconocimiento de lo que hacen y con el desconocimiento
de lo que está sucediendo por parte de sus padres.
Y ahora va el nuevo director de
la Dirección General de Tráfico, y nos da otro repaso de lo mismo pero con el
tema de fondo cambiado. Se me ocurre pensar que la recaudación ha sido
insuficiente este año pasado. Eso y que toca dar otra vuelta de tuerca al
dominio del estado sobre el individuo.
Las estadísticas dicen que ha
habido más muertos en carretera. ¿En qué carretera? ¿Por qué causas? ¿Con qué
tipo de vehículos? ¿En qué circunstancias? ¿Con qué tipo de conductores
implicados?
Todas estas preguntas tendrían
sentido si la intención fuera poner solución a un problema, pero no existe tal
voluntad. La única voluntad es endurecer las medidas punitivas y restrictivas
y, de paso, aumentar la recaudación que, por nuestro propio bien, el estado
obtiene gracias a nuestro absoluto entreguismo.
No he visto en ningún sitio que
este señor hiciera referencia al deterioro, en algunos casos criminal, de las
carreteras que hacen de ciertos tramos trampas que solo conductores expertos
logran salvar con una cierta solvencia. No he visto por ninguna parte que se
plantee el endurecimiento de los conocimientos mínimos necesarios para obtener
el carnet de conducir, ni unas pruebas físicas reales que eviten que personas
sin reflejos, sin coordinación, sin la capacidad mínima para desenvolverse y
tomar decisiones a la velocidad de un vehículo, accedan a conducir legalmente.
No he visto por ninguna parte que este señor pidiera una comparecencia para
presentar un plan de educación vial y concienciación implantada desde la más
tierna infancia. No he visto que se hiciera un análisis de la incidencia de
elementos externos al conductor en la siniestralidad y sus posibles soluciones.
Nada de eso. A nadie le interesa
para nada solucionar el problema de la siniestralidad, a nadie le interesa lo
más mínimo formar, educar, convencer. Lo único que importa es prohibir,
recortar, recaudar e intimidar.
Entiendo, claro que lo entiendo,
que para todo estado un individuo en libertad es un peligro intolerable.
Entiendo que formar, educar, solucionar, son verbos que se conjugan con gasto y
escaso beneficio político. Entiendo, vaya si lo entendemos, que prohibir y
montar la maquinaria represivo recaudatoria que tales medidas precisan
proporciona dinero y evita que el individuo se preocupe de otros asuntos. Y,
por si fuera poco, si lo hacemos por su bien lo vamos entrenando a que su
libertad es un peligro inasumible para él mismo.
Y a la vuelta de unos años,
pocos, tendremos una sociedad plana, mediocre, que por su propio bien, por su
único interés, reprimirá a cualquiera que quiera pensar distinto. A la vuelta
de unos años, pocos, todos contribuyentes, ni un solo ciudadano.
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