No hace mucho lo dije y los
hechos, en realidad las personas y sus circunspectas circunstancias, han
decidido darme la razón, de una forma triste y dolorosa, de una forma
inconveniente y perjudicial, pero dármela. Los españoles solo sabemos trabajar,
pensar y actuar como antis.
Dos españoles unidos en un
momento por el destino solo se pondrán de acuerdo si tienen los mismos
enemigos. Posiblemente no tengan la misma educación, no compartan los mismos
principios, pero si tienen los mismos enemigos formarán una unidad de destino
en lo universal, o como quiera que se diga en lenguaje de las modernas
modernidades.
Y, claro, como no podía ser de
otra forma, los políticos que nos quebrantan y burlan día a día, por nuestro
propio bien, pertenecen a la misma caterva de individuos anclados en el
antismo, permítaseme el invento del término.
Es así que el principal valor de
un partido, español, de izquierdas es ser absolutamente de anti derechas, y el
siguiente punto programático es ser, casi tan absolutamente, anti resto de las
izquierdas. ¿Y el programa de uno de derechas? Pues lo mismo, pero sustituyendo
el término derechas por izquierdas y el de izquierdas por derechas. Si ya se,
recuerda a cierto baile, y yo a veces considero que nos están bailando.
Así que ante la actual situación
un partido, el que sea, no puede pactar, salvo sometimiento, con otro del mismo
signo por el segundo punto del programa, y no puede, ni siquiera con sometimiento, pactar con otro de
signo contrario por culpa del primer punto del programa, aunque ya a estas
alturas no se ni en que programa, ni en que cadena, se encuentra sintonizado mi
país.
Hombre, me tranquiliza un tanto
la seguridad con la que los líderes de los diferentes partidos afirman que han
entendido a la perfección el mensaje que mediante las urnas les hemos hecho
llegar los ciudadanos. Yo debo de confesar que no lo entiendo, cortito que es
uno. Eso sí, el mensaje que dicen haber recibido cada uno es diferente, y se
parece, sospechosamente, al mensaje que más les interesa para su propio
beneficio. Pero seguramente es que estoy al margen de la superior
intelectualidad de nuestros líderes.
A mí, que aún las estoy pasando canutas con mi
economía, mi banco y la casa que me ha prestado a un precio desorbitado, me da
pánico pensar en una inestabilidad larga o incluso legislativa. Pero
seguramente es que con mis años, con mis sesenta y dos años y esta tercera
pubertad en plena ebullición, los miedos que me atenazan son diferentes de los
que sufrí en la primera, e incluso en la segunda. Pero tengo derecho a
tenerlos, y a que, incluso, mis miedos sean personales y tengan la misma cara,
la misma cara dura, que la que lucen los políticos de turno. De cemento armado,
oiga.
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