jueves, 28 de enero de 2016

De cemento armado

No hace mucho lo dije y los hechos, en realidad las personas y sus circunspectas circunstancias, han decidido darme la razón, de una forma triste y dolorosa, de una forma inconveniente y perjudicial, pero dármela. Los españoles solo sabemos trabajar, pensar y actuar como antis.
Dos españoles unidos en un momento por el destino solo se pondrán de acuerdo si tienen los mismos enemigos. Posiblemente no tengan la misma educación, no compartan los mismos principios, pero si tienen los mismos enemigos formarán una unidad de destino en lo universal, o como quiera que se diga en lenguaje de las modernas modernidades.
Y, claro, como no podía ser de otra forma, los políticos que nos quebrantan y burlan día a día, por nuestro propio bien, pertenecen a la misma caterva de individuos anclados en el antismo, permítaseme el invento del término.
Es así que el principal valor de un partido, español, de izquierdas es ser absolutamente de anti derechas, y el siguiente punto programático es ser, casi tan absolutamente, anti resto de las izquierdas. ¿Y el programa de uno de derechas? Pues lo mismo, pero sustituyendo el término derechas por izquierdas y el de izquierdas por derechas. Si ya se, recuerda a cierto baile, y yo a veces considero que nos están bailando.
Así que ante la actual situación un partido, el que sea, no puede pactar, salvo sometimiento, con otro del mismo signo por el segundo punto del programa, y no puede, ni  siquiera con sometimiento, pactar con otro de signo contrario por culpa del primer punto del programa, aunque ya a estas alturas no se ni en que programa, ni en que cadena, se encuentra sintonizado mi país.
Hombre, me tranquiliza un tanto la seguridad con la que los líderes de los diferentes partidos afirman que han entendido a la perfección el mensaje que mediante las urnas les hemos hecho llegar los ciudadanos. Yo debo de confesar que no lo entiendo, cortito que es uno. Eso sí, el mensaje que dicen haber recibido cada uno es diferente, y se parece, sospechosamente, al mensaje que más les interesa para su propio beneficio. Pero seguramente es que estoy al margen de la superior intelectualidad de nuestros líderes.

A mí,  que aún las estoy pasando canutas con mi economía, mi banco y la casa que me ha prestado a un precio desorbitado, me da pánico pensar en una inestabilidad larga o incluso legislativa. Pero seguramente es que con mis años, con mis sesenta y dos años y esta tercera pubertad en plena ebullición, los miedos que me atenazan son diferentes de los que sufrí en la primera, e incluso en la segunda. Pero tengo derecho a tenerlos, y a que, incluso, mis miedos sean personales y tengan la misma cara, la misma cara dura, que la que lucen los políticos de turno. De cemento armado, oiga.

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