A día de hoy, y en defensa
propia, de los partidos, y de los ciudadanos a los que dicen representar, no
veo otra solución que la de apartar de la cabeza de ambos partidos
(¿mayoritarios?) a los líderes que han llevado con sus declaraciones y firmezas
a un punto de difícil retorno para unas negociaciones imprescindibles pero
harto improbables.
Sin el sr. Rajoy ni el sr. Sánchez
al frente de las formaciones las líneas rojas, que de puro podridas ya semejan
negras, podrían difuminarse y ambos partidos tendrían una oportunidad de diálogo
y mutua confianza que tras el debate cara a cara y la pertinaz “sostenella y no
enmendalla” que ambos vienen practicando con todo el eco mediático a su alcance
desde las elecciones hasta ahora mismo se antoja imposible.
Entiendo que el sr. Rajoy, don
Mariano, tiene una suerte de necesidad histórica, casi histérica, de repetir
legislatura como le ha sucedido a todos los presidentes anteriores. Por no
hablar de su convencimiento de haber llevado a cabo todo lo necesario para la
recuperación del país y por tanto de sus merecimientos para que tal situación
se produzca naturalmente. Y no voy a ser yo quién le quite méritos, que los
tiene, pero sí que alguien debería recordarle todos los cadáveres que ha dejado
en la cuneta, todas las decisiones que muchos jamás podremos compartir y que aunque
eficaces no han sido ni justas ni imprescindibles. Tal vez, don Mariano,
debería de dejar que la historia ponga cada cosa en su sitio y a usted en su
lugar y no tentar una segunda parte, que nunca fueron buenas, que pueda llevar
sus aciertos al error sin lograr llevar sus errores al acierto, porque de eso sí
que no se recupera nadie.
Respecto al sr. Sánchez, don
Pedro, ha entrado ya desde antes de las elecciones en el capítulo de opción
para incondicionales, siendo estos, cada vez de forma más evidente, pocos tanto
dentro como fuera de su partido. Pretender formar un gobierno sin el respaldo
de los ciudadanos, sin el respaldo, ni siquiera, de las bases y notables de su
partido, es intentar ser el general Custer de la democracia española, el Guzman
el Bueno de la política, antes todos muertos que él en la oposición.
En fin, que como en el dicho: “cuando
un tonto pilla una linde la linde acaba, pero el tonto sigue”. Aquí las lindes
se han pintado de rojo y hay gente que las ve hasta el infinito y más allá,
pero además torcidas según el interés de cada uno. Y yo empiezo a pensar que
las únicas lindes que son capaces de ver son las de su ambición personal.
¿Y los ciudadanos? Pues como en
el circo, viendo el espectáculo y sin poder participar en él. Ave Cesar, los
que van a morir en las gradas te saludan.
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