martes, 18 de febrero de 2014

Una Larga Cambiada

Nos torean, en el sentido literal de la expresión. Nos sacan al ruedo de la opinión, nos torean con argumentos que nos dividen y nos hacen débiles porque nos obligan a mirar hacia donde no es y luego nos matan, en carne propia o en carne ajena, que, en sentido gremial de ser humano, tanto me da, porque la muerte ajena la acabo sintiendo como propia y porque la muerte es lo único en esta vida que no tiene vuelta atrás.
Quince muertos que son, que desgraciadamente serán, en realidad cientos, miles, a lo largo de los años, pero quince muertos para sostener una larga cambiada que nos vuelva a centrar en el engaño triste, cruel, del falso debate sobre si se ejerció una violencia desmesurada sobre unos señores que intentaban traspasar violentamente una frontera. Que si los que lo intentaban eran unos pobres inmigrantes, que si los que lo evitaban eran unos crueles policías, que si los que lo intentaban eran unos peligrosos delincuentes, que si los que lo evitaban eran unos inocentes servidores de la ley. De todo habría en ambas partes y nada de eso deberíamos de preocuparnos porque el daño ya estaba hecho de antes y por todos.
Ya de por si el que hubiera dos bandos, dos partes, ya de por si la simple, y xenófoba, denominación de inmigrante es ofensiva para cualquiera que se sienta ser humano, ya el concepto inmigrante es moralmente insostenible. La culpa no es de quien quiere alcanzar un lugar en el que mal vivir, marginalmente, miserablemente a veces, explotado y siendo reo de perjuicio ajeno por esa explotación, es un paraíso deseable desde una miseria, desde una explotación, que en origen es inconcebiblemente mayor. La culpa es de una civilización, de un desarrollo político, que ha hecho de su compartimentación, de su concepto de chiringuinto exclusivo, territorial y económicamente, un motivo más para que los de dentro se sientan superiores, o diferentes, o inferiores, o agraviados, o explotados, o amenazados, o cualquier otro sentimiento que al que maneja el cotarro le interese respecto a los del otro lado de la inmoral, impuesta, virtual frontera.
Cuántos muertos, ¡cielo santo!, cuántas vidas, cuanta inteligencia desperdiciada en mover y sostener  unas lindes que no tienen otro beneficiario que los de siempre, ni otros sacrificados que los de costumbre, los peones que las habitan, ni otros argumentos que los inmemoriales: el falso agravio, la diferencia inexistente, la intolerancia, la compartimentación del poder, el reparto innoble e interesado del territorio para aquellos que pretenden acapararlo.

Mientras existan las fronteras, mientras acojan privilegios a costa de los perjuicios ajenos, mientras las musiquitas y los colores no nos dejen en la cama igual, mientras las palabras “inmigrante, “emigrante”, designen una cuestión legal más allá del simple movimiento físico, mientras las pertenecías, políticas, religiosas, étnicas o culturales sirvan para diferenciar, ofender, ser ofendido, atacar, o ser atacado, el único debate que ese me alcanza es: ¿que mierda pinta esta raya aquí?.

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