lunes, 2 de enero de 2012

Siglo XXI


Desde que el calendario, con la complicidad del reloj, desgranó el uno de enero del año dos mil todos los uno de enero me levanto y me asomo a la ventana con la esperanza de ver a los vehículos antigravitatorios circulando por doquier  y en el horizonte lejano un resplandor que identifique la partida o aterrizaje de una nave espacial en el astródromo de mi ciudad.  Los coches circulan con normalidad por la autovía y algún avión maniobra en acercamiento. Me miro entonces al espejo y compruebo que no voy vestido de algún tejido brillante y ajustado, cosa que agradezco debido a que tampoco mi figura ha cambiado lo necesario, y que mis zapatillas son las de cuadros de toda la vida.

Luego me preparo una palomita y me siento a ver el concierto de año nuevo que después de tantos años ya no parece tan nuevo. Afortunadamente no hay periódicos.

Con resignación inicio otro año de espera del futuro del siglo XXI que leía en la novelas de ciencia ficción de mi adolescencia. Con confianza comienzo un año de espera para comprobar si el próximo uno de enero llega ese futuro que tanto se está retrasando. 

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