miércoles, 25 de enero de 2012

Estado de bienestar


Claro que a lo mejor no es solo el cambio climático, a lo mejor el estado de bienestar también tiene su responsabilidad en la actual falta de magia e ilusión. No hay nada menos mágico que un ser humano satisfecho.

Como niño de la post-post-guerra –que hay que ver lo que duran las guerras una vez que se han acabado- cuyos padres tuvieron que emigrar a Madrid para buscarse la vida y para huir de las agresiones económicas de un abuelo indeseable, perteneciente por tanto a una clase humilde y trabajadora, la magia era el único recurso para comprarse ropa y juguetes. Bueno la magia y el calendario.

Ropa: al empezar el verano, con los primeros rigores invernales y algo que estrenar en el Domingo de Ramos. Y solo para sustituir a lo más deteriorado. Recuerdo yo aún con horror algunas prendas indestructibles que me acompañaron para mi bochorno varias temporadas.

Juguetes o regalos varios: cumpleaños, Reyes Magos y en verano si las notas no decían lo contrario, que solían decirlo.

Del amor, del sexo, de la religión o de la política ni comentamos. Yo engordé en cuanto abandoné la universidad. Alguna vez he pensado en volver a correr el trayecto Moncloa- Escuela de Ingenieros Aeronauticos que tan entrenada tenía.

Tal vez no fuéramos entonces felices, pero nuestra infelicidad tenía un algo de motivante, un algo de desafío para conseguir algo mejor, un algo de iniciación a la vida adulta y a los sinsabores. Tal vez hoy se viva en el estado de bienestar, pero nosotros vivimos en el del bienestar posible que nos obligó a valorar, a pensar, a evolucionar y a cambiar una sociedad que hoy resulta inexplicable para quienes no la vivieron. Y no todo era malo.

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