Repasando los artículos escritos
en fechas semejantes de años anteriores me he encontrado uno titulado “Por
Ambos lados” del año 2015 que comenta los resultados de las elecciones que
entonces se llevaron a efecto.
Lo confieso, me ha costado
resistirme a incurrir en la práctica del corta y pega y publicar exactamente el
mismo artículo cambiando algunos nombres, de personas y de partidos, en la
sección de actualidad.
Han pasado cuatro años, cuatro, y
como si hubieran pasado cuatro días. Todo sigue igual. Tan sospechosamente
igual que hay un montón de variaciones que no afectan al fondo del asunto.
Porque, me digo yo, si lo único que
cambia no es lo relevante, ¿no será que alguien se dedica a cambiar lo que no
importa para evitar cambiar lo que sí importa?
Decía el artículo:
“Por un lado no ha cambiado nada,
todos los partidos se consideran ganadores según el criterio que les conviene,
pero por otro lado todo ha cambiado con la irrupción de nuevas fuerzas
políticas y la desaparición prácticamente total de algunos partidos.
Por un lado los ciudadanos han
fragmentado su voto con la aparente intención de evitar la falta de control
sobre el poder de la que hemos adolecido en los últimos tiempos en este país,
pero por otro lado la necesidad de los partidos de “pillar cacho” los lleva a
buscar desesperadamente alianzas que reproduzcan en mosaico el monolito.”
“Lo que en ningún caso parecen
haber votado los ciudadanos es el mercadeo, el intercambio de cromos, el
frentismo, la división, la mentira, el escamoteo de sus deseos, el espectáculo
del triunfo universal, la persecución, la vuelta a la tortilla, que siempre
exige otra vuelta más, y otra, y otra.
Por un lado el fracaso una vez
más de una ley electoral que no garantiza más que la creación de perversiones,
de nichos, de mafias de poder, por otro el deseo de una ley que permita la
elección directa de representantes y expresar las diferentes sensibilidades de
cada votante que no tienen que corresponderse con las de ningún partido
concreto.
Por un lado, como cada vez, como
siempre, la voluntad de los ciudadanos de formar una sociedad libre y plural,
harmoniosa en convivencia y comprometida con su futuro, por otro, como cada
vez, como siempre, la voluntad de los partidos de conseguir el poder a costa de
lo que sea y eliminar toda pluralidad que atente contra su predominio y el
inmoral, el infecto, el desmoralizador medraje de sus mediocres cuadros.”
Hasta aquí el corta y pega. Sí,
estos párrafos, los entrecomillados, pertenecen a hace cuatro años. Y a hoy
mismo. Y, si seguimos el mismo camino, a dentro de unos cuantos años, cuatro y
más.
Oigo permanentemente la necesidad
de cambiar la constitución, es ya una especie de mantra o latiguillo previo a
cualquier debate político, pero, curiosamente, ninguno de los que lo menciona
lo hace para solucionar los desaguisados que sí le preocupan al ciudadano de a
pié.
Que si República o monarquía, que
además es una falacia, porque visto el panorama político tendríamos que elegir
entre monarquía republicana, la que tenemos, o república monárquica, la que se
montara el partido de turno con su líder reyezuelo como Jefe del Estado.
Virgencita, ¡que me quede como estoy!
Que si hay que cambiar el modelo
territorial. ¿Otra vez? En palabras llanas, ¿Qué ventaja supondría para el
ciudadano de a pié ese cambio? Claro, ninguna, solo cambiarían determinadas
reglas de cómo repartir el poder y los impuestos, sin corregir desigualdades,
sin corregir los fallos evidentes del actual, sin evitar que los ciudadanos de
unos territorios sean privilegiados a cuenta de otros. Pues tampoco veo la
necesidad acuciante.
Pero sobre la ley electoral, y el
escamoteo permanente que un sistema partidocrático ejerce sobre el control
electoral de los ciudadanos, nadie dice nada, y si alguno lo dice es porque cree
que es lo que queremos oír. Sobre solucionar que se pague a 351 señores para
que aprieten 351 botones que podrían pulsar tranquilamente 8 o 9 y nos
ahorrábamos el bochorno de ver a durmientes, jugantes, diletantes y paseantes a
los que pagamos por dormir, jugar, disparatar o pasear, sobre eso, nada. Sobre
conseguir que todos y cada uno de los votos emitidos tenga el mismo peso
electoral que los demás haciendo una circunscripción única, como en las
europeas, nada de nada. Sobre poder votar directamente a quién me dé la gana,
con nombres y apellidos, con la posibilidad, porque soy un picaflor, de votar
al número cuatro de un partido y no a los tres primeros, y al dos de otro,
porque me parece inteligente y necesario, en vez de tener que elegir a una
ristra de desconocidos, que lo van a seguir siendo, desconocidos y ristra,
después de cuatro años, nada de nada.
Sobre instaurar un sistema
educativo único, no ideológico, duradero y eficaz, que incida en las
humanidades, que forme en un saber histórico común y contrastado (un país no se
puede permitir tener varias historias enfrentadas), que se preocupe de los
valores sin detrimento de los conocimientos específicos de las distintas áreas,
que ayude a conseguir ciudadanos íntegros, librepensadores y altamente
cualificados, y no una especie de terapia ocupacional sin ánimo de molestar,
formar o educar como existe actualmente, nada de nada de nada.
Sobre cómo conseguir un modelo
eficaz, en gestión y en gestión de los tiempos, sobre las personas mayores y
dependientes, cómo dotarlo para que algunos no reciban la ayuda después de
muertos, para que no tengamos a diario que contemplar, en la calle y en las
noticias, personas en desamparo y soledad culpable, culpable por parte de la
sociedad y de quién dice administrarla, para que no tengamos que avergonzarnos
de casos y cosas que cuando llegan a nuestro conocimiento llevan años de
injusticia burocrática, para poder sentirnos orgullosos de que en nuestro
entorno no hay nadie que tenga una necesidad, de las reales, no de las inventadas,
que también hay, que no haya sido atendida correctamente y, sobre todo, a
tiempo, se habla mucho y se hace poco.
Y podría seguir, con la ley, con
la seguridad, con el sin vivir que día a día supone el abandono del ciudadano
en aras de intereses superiores que en nada le interesan, cuando no le
perjudican, con la economía, con el latrocinio de las grandes empresas con
derechos sobre sectores básicos y de interés social, con la injusticia social,
con el disparate laboral, con…
Y al final la vida sigue igual, que
ya lo cantaba el cantor, o un poquito peor, porque lo que no mejora… empeora.
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