Pues
con la iglesia han topado en embestida feroz ciertas posturas derivadas de
ideologías que no le son excesivamente afectas y que aspiran a ser una iglesia
más, la iglesia laicista que se ampara en el sentido laico del estado para su
preponderancia. Y si la iglesia suele ser impenetrable ante los ataques
exteriores estas ideologías son inasequibles al desaliento a la hora de
confrontar a sus rivales, inasequibles al desaliento e incapaces de un filtro
moral a la hora de escoger los medios para conseguir sus fines.
La
aspiración de estas ideologías es desposeer a la iglesia, al parecer solo a la
iglesia católica, de momento, de todo su patrimonio, o al menos a gravarlo
impositivamente de una forma que sea inasumible su pago. La justificación
parece ser devolver al pueblo, ese ente indeterminado y de fácil mención y
apropiación, su patrimonio.
Si
tiramos de historia las experiencias son aterradoras. La pérdida de patrimonio
que ha supuesto cada una de ellas me parece inasumible. Ni el estado, ni los
particulares, ni el pueblo, en su momento hicieron otra cosa que lucrarse o
destruir en nombre propio o ajeno aquello que les pertenecía, al menos
teóricamente, a todos. Eso sí, hay montones de coleccionistas privados y museos
extranjeros encantados de las joyas españolas con las que han conseguido
hacerse gracias a la famosa Desamortización, a los saqueos indiscriminados de
ciertos periodos o al libre acceso a bienes no vigilados. Claro, que tampoco el
clero es inocente de la disposición espúrea de tesoros que trataron como
propios sin que realmente lo fueran.
Como
en todo problema en el que las ideologías y los intereses superiores
intervienen, ninguna parte tiene toda la razón y ninguna de ellas tiene la más
mínima intención de razonar.
En
España hay tal cantidad de patrimonio histórico y artístico que no hay fondos
estatales suficientes para su conservación, solo hay que darse una vuelta por
el país para encontrar ruinas que merecerían un mejor trato o para que te
cuenten de lugares que no son accesibles por falta de medios para descubrirlos.
Recuerdo, visitando el Monasterio de Piedra, a cierto individuo que arengaba a
su grupo sobre la necesidad de que los bienes de la iglesia pasaran a manos del
estado. Otro integrante del grupo le preguntó cómo se podría mantener esa
propiedad, y el iluminado orador sentenció: con los impuestos, claro. Claro, y
ahora vas y le cuentas a los contribuyentes cuanto más tienen que pagar al cabo
del año para poder mantener lo que ahora no les cuesta casi nada.
Hay
que reconocer, por más que a algunos les pique, que las iglesias y sus bienes
fueron financiados por los seguidores de su culto, y que aún a día de hoy esas
contribuciones son fundamentales para que su estado sea aún bastante aceptable,
cosa que no se puede decir de muchos castillos o construcciones civiles. Pero
una vez reconocida esa peculiar contribución, no todos los bienes de la iglesia
son lugares de culto, y por tanto no todos pueden tener la misma consideración
fiscal y patrimonial.
A mí
me parece que el patrimonio cultural, artístico, histórico de un país debe de
ser propiedad de ese país y no de ninguna institución, país extranjero o
fortuna privada, pero siempre y cuando se pueda garantizar su mantenimiento, su
conservación, su integridad. Y eso es complicado, muy complicado. Y caro, muy,
muy, pero que muy caro.
El primer paso de una solución pasaría por hacer un inventario exhaustivo de los bienes de interés cultural e histórico sujetos a su control patrimonial por el estado, porque ni todos los templos son monumentales, ni todas las pinturas y esculturas obras de arte. Tal vez así evitaríamos que ciertas posiciones ideológicas pretendan privarnos de los Santiago Matamoros que pueblan nuestra geografía, del saqueo impune de los pequeños templos que sin protección de ningún tipo están diseminados por pueblos y campos de poco tránsito e incluso de adefesios restauradores sin criterio que ultimamente proliferan.
El primer paso de una solución pasaría por hacer un inventario exhaustivo de los bienes de interés cultural e histórico sujetos a su control patrimonial por el estado, porque ni todos los templos son monumentales, ni todas las pinturas y esculturas obras de arte. Tal vez así evitaríamos que ciertas posiciones ideológicas pretendan privarnos de los Santiago Matamoros que pueblan nuestra geografía, del saqueo impune de los pequeños templos que sin protección de ningún tipo están diseminados por pueblos y campos de poco tránsito e incluso de adefesios restauradores sin criterio que ultimamente proliferan.
Tal
vez la mejor solución pudiera ser que el estado detentara la propiedad efectiva
de los bienes artísticos, tanto muebles como inmuebles, ya catalogados, cediendo el usufructo
de los lugares de culto, y sus elementos ornamentales, a las iglesias correspondientes a cambio de
mantenimiento y conservación. Pero solo para los lugares de culto o práctica
religiosa. Para los demás bienes el trato no tiene por qué ser diferente del de
cualquier otro propietario ya que no lo es ni su uso ni su disfrute.
Claro que estoy hablando de todas las iglesias, no solo de la Católica, Apostólica y Romana. No olvidemos que hay mezquitas, iglesias ortodoxas y otros lugares de culto que pertenecen a capitales extranjeros, incluso a estados, y que no debieran tener un trato diferente.
Claro que estoy hablando de todas las iglesias, no solo de la Católica, Apostólica y Romana. No olvidemos que hay mezquitas, iglesias ortodoxas y otros lugares de culto que pertenecen a capitales extranjeros, incluso a estados, y que no debieran tener un trato diferente.
Pensar
con el filtro de la ideología suele llevar a posturas monocromáticas cuyas
consecuencias posteriores a nadie parecen importarle ante la posibilidad
inmediata de recolectar votantes, y a las iglesias, a sus seguidores, que le
toquen el patrimonio les duele. Aunque he de reconocer que como se dice en mi Galicia natal, los políticos
que hagan lo que quieran “mientras no me toquen la vaquiña”. Y a la Iglesia Católica
sin entrar en razones y sin encomendarse a la razón, se la están intentando tocar, la
vaquiña, claro,aunque solo sea, al parecer y por parte de algunos, por el afán de tocarle otras cosas.
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