Hoy la presidencia del gobierno
por un acto administrativo legal ha pasado de las manos de un político que ha
perdido la confianza de la calle a las manos de otro que nunca la ha tenido. El
vaivén del chucu chucu.
Hoy, en una clara demostración de
que si esto es una democracia no es representativa de sus votantes, se ha
consumado un hecho que no cuenta con el beneplácito de la mayoría de los
votantes del territorio nacional, y se ha consumado por la aberración de que la
ley electoral respalda que el valor de los votos es diferente según donde se
emitan.
Lo que hoy ha sucedido es legal, es legítimo, pero no tiene nada que
ver con lo que opinaría la calle si se les consultara. Y eso lo sabemos todos,
incluso aquellos dispuestos a forzar esa voluntad con legítimos recursos.
Yo no soy muy partidario de Pedro
Sánchez, y a lo mejor tengo que tragarme mis opiniones dentro de unos meses, o
desgraciadamente no, pero en todo caso su apuesta por gobernar en vez de
convocar unas elecciones en el más corto plazo posible me hace pensar que sabe
perfectamente que las perdería más allá incluso de lo que las ha perdido en el
pasado. Y me temo que las perderá en el futuro. Solo espero que su victoria no
nos hipoteque a todos en la cuestión territorial y no nos avoque a un futuro
lamentable.
Tampoco he sido nunca devoto de
Mariano Rajoy, y si no lo he sido en el pasado hoy la verdad es que solo puedo
hablar pestes de alguien incapaz de una actuación con un mínimo de dignidad y
coherencia. Ha sido un buen presidente económico, aparte métodos y cuestiones
sociales, y es uno de los mejores parlamentarios que se sientan en las
bancadas, pero como gestor social y político ha sido entre mediocre en sus
inicios a patético en sus finales.
No lamentaré la marcha de Don
Mariano. No la lamentaré en la misma medida en que no me siento capaz de
celebrar el advenimiento de Pedro Sánchez. Le veo al tema más de chucu chucu
que de vaivén festivo. Y ya se sabe que el chucu chucu siempre estuvo lleno de
carbonilla, de asientos atestados e incomodidades de tercera.
Tampoco me cabe la esperanza de
que las gestiones de gobierno en ciernes vayan encaminadas a solucionar los
temas de representatividad que los ciudadanos sufrimos pero ellos en breve
disfrutarán. Nunca llueve a gusto de todos, pero ya es triste que nunca llueva
a gusto de los ciudadanos que ya no solo se encuentran constreñidos a elegir
entre guatemala y guatepeor, si no que ahora ni siquiera pueden hacer oír su voz
en un momento en el que escucharnos sería crucial.
Pues eso, que al final hemos
asistido como espectadores al vaivén del chucu chucu. Esperemos no asistir
mudos y maniatados al chucu chucu que nos vayan a dar.
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