Hoy toca hablar de inmigrantes. De emigrantes que una vez abandonan
su frontera se convierten en inmigrantes y que la nueva terminología,
supongo que para ahorrarse tinta, tiempo de pensamiento y disgustos
ha convertido en migrantes. Así nadie los podrá acusar de
posicionarse en el problema.
Hay toca, como decía, hablar de inmigrantes, de los que llegan. Hoy,
como ayer, como periódicamente, como demasiadas veces, todas las
veces que pasan de cero son demasiadas veces para este tema, toca
hablar de seres humanos despojados de su tierra, desgajados de su
familia, desesperados, estafados maltratados y zarandeados. En
cualquier frase bien pensante ahora tocaría mencionar, como causante
último, al destino, pero yo me temo que el destino, en este caso,
tiene nombre , apellidos, incluso siglas y cuenta de beneficios.
Tener fronteras es un sentimiento natural, de naturaleza, que se
justifica por la necesidad que tiene todo grupo organizado de
preservar su capacidad de mantenimiento. Todo animal social marca su
territorio de influencia y lo defiende de otros grupos que puedan
disputar su derecho sobre él. Los humanos, en esa necesidad que
tenemos de reglarlo todo, hemos perfeccionado, en realidad
complicado, el concepto y hemos creado esas fronteras difusas del
territorio natural en férreas barreras definidas que separan, sin
duda, a lo buenos, los de dentro, de los malos, los de fuera. Luego
les hemos puesto bandera, música, leyes... y nos hemos aplicado a
fomentar el orgullo territorial exclusivo como forma de pervivencia
de los que mandan en el machito.
Tener fronteras es natural, animalmente natural y compulsivo. Se
supone que la humanidad evoluciona para superar esa pulsiones
animales y crear eso que pomposamente llamamos civilización, una de
cuyas características debería de ser el humanitarismo. Se supone
porque si echamos mano de la historia, o de los periódicos actuales,
veremos como la política fomenta esos sentimientos territoriales
para despertar la parte más animal, más irracional, más
insolidaria de nosotros mismos.
¿Qué estoy hablando del “Aquarius”? Hasta yo me había dado
cuenta. Pero no, en realidad el barco de la miseria moral en el que
se ha convertido, no es más que una excusa, un episodio más de esos
que hay varios todos los días pero que, por el motivo que sea,
porque conviene a unos, porque interesa a otros, porque favorece a
los de más allá, alcanza una difusión que lo hace más visible,
significativo. Significativo para los intolerantes de costumbre,
significativo para los buenistas de costumbre.
Un episodio más de esos que se utilizan para que nadie reflexione
sobre el problema de fondo que ocasiona tantas muertes, tantos
sufrimientos, tanto odio, tanto amor de salón, tanto beneficio a
unos cuantos. Porque si no hubiera beneficio tampoco habría
problema. Ese terrible problema que no son los inmigrantes, o los
emigrantes, o los migrantes, ese inmoral problema del que ellos solo
son el sítnoma.
Vale, acogemos el “Aquarius”, o lo rechazamos, según la posición
en la que nos queramos poner, porque para el análisis final del
problema da lo mismo en qué lado te coloques. Da lo mismo si eres de
los que cuelgan un trapo hortera en un edificio emblemático
redactado en inglés, que aún no he entendido por qué a unos
señores que hablan un idioma y llegan a otro lugar con otro idioma
se les saluda en un tercer idioma que no es el suyo ni el nuestro,
misterios del “marketing” ese, o si eres de los que pondrían
muros de acero, electrificados y erizados de armas automáticas para
blindar y aislar su territorios de esos delincuentes que vienen a
robarles lo “suyo”.
Como iba diciendo, tomamos una decisión sobre el barco de la miseria
y… ¿Y? Habremos salvado, o condenado, a setecientas personas
hacinadas y sufrientes mientras no se cuantos miles más ya lhan
pasado por ello y otros no se cuentos miles se preparan para pasar
experiencias semejantes. O sea, que hemos tomado una decisión sobre
setecientas vidas sin reparar en que nuestra decisión está
provocando una serie de efectos colaterales que solo benefician a los
que originan el problema.
Porque el problema real no es decidir sobre esas vidas, que
evidentemente provocada la situación es lo inmediato, el problema
real es por qué han llegado esas personas a esa situación. Por qué
familias enteras se lanzan a un viaje que hipoteca económicamente,
socialmente, familiarmente sus vidas, a un viaje de altísimo riesgo,
en vez de prosperar en la tierra que los vio nacer y hacia la que,
naturalmente, sentirán un apego indiscutible. Qué lleva a miles y
miles de personas a emprender una huida dejando atrás lo suyo,
dejando atrás a los suyos, dejando atrás incluso su dignidad y su
seguridad.
Tal vez porque las multinacionales que operan por encima de gobiernos
y leyes han arruinado esas tierras y los han convertido en semi
esclavos, tal vez porque los grandes señores del armamento han
considerado esos territorios como idóneos para probar y vender sus
armas, tal vez porque determinados fanáticos religiosos consideran
esos lugares como herencia divina y lugar sagrado en el que aposentar
sus fanatismos, tal vez porque hay potentados que gustan de jugar el
ajedrez del poder y la riqueza con territorios y seres humanos. Tal
vez, independientemente de cual sea el causante primero de la
situación, porque estamos tan ocupados en vivir confortablemente que
como mucho les podemos dedicar el tiempo de un tele diario, o la
actitud buenista pero ineficaz salvo en distancias cortas de multitud
de colectivos que dedican sus vidas y sus esfuerzos a paliar los
síntomas, pero sin capacidad para abordar y atajar la raíz del mal.
Es posible que lo que estoy diciendo no quede muy claro, pero
saquemos lo mismo a otro contexto. ¿Se puede curar el cáncer con
tiritas? Pues el “Aquarius”, las pateras, los cayucos, las
balsas, los muertos en el agua o en la playa, el sacrificio de tanta
gente luchando por salvar vidas, por encontrar lugar a los que
llegan, por acoger, incluso a esos que ponen un trapo pintado que
pone:”welcome refugees” en un sitio por el que no pasan
refugiados a los que se les pueda dar la bienvenida, y si pasaran ni
hablarían inglés, ni siquiera español, no son más que tiritas.
Mientras el cáncer sigue haciendo metástasis. Como diría cierto
personaje : “¿Se me entiende ahora o explicito?”
Eso sí, por favor, en lo que alguien le pone solución al cáncer, no dejen de usar tiritas.
Eso sí, por favor, en lo que alguien le pone solución al cáncer, no dejen de usar tiritas.
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