Anda la gente, la interesada en
la política, con humores exaltados y división de opiniones. Ando yo preocupado
por lo despistada que parece la grey. Despistada e incapaz de usar la
inteligencia para deshacerse de esa visión ideológica que está contribuyendo a
hacer de este mundo un lugar inhabitable, un ring en el que un tercio de la
humanidad se despedaza contra otro tercio en base a intereses que no son los
suyos, en tanto el tercio restante se divide en unos pocos que se frotan las
manos viendo lo bien que lo están haciendo y el resto que se pregunta a que
juegan los demás. Solo llevamos poco más de dos siglos de ideologías
predominantes y ya la humanidad parece irremediablemente dividida.
Anda el catalanismo exaltado, y
el españolismo deprimido. Andan ambos bastante despistados. Andan las
ideologías alineadas al revés según el ámbito en el que se muevan. Porque al
fin y al cabo las ideologías sirven, y a tal fin se aplican, más para poner de
relieve las debilidades o errores de la ideología contraria que para
representar a los ciudadanos.
Así que ni las de izquierdas, ni
las de derechas, son tales, ya que tienen diferente opinión sobre un mismo tema
si gobiernan o si están en la oposición. Y en ninguno de ambos casos, ni en
cualquier otro hipotético, les importa un pimiento cuales son las necesidades, las carencias o las aspiraciones
que puedan tener los ciudadanos a los que dicen representar.
Andan los independentistas, no
solo los catalanes, como en una nube sin reparar en que nadie les ha dado la
razón. Su euforia obedece más a que la sentencia supone un revés para el
gobierno español que porque suponga un respaldo a ninguna de sus
reivindicaciones.
Es cierto que un tribunal
regional alemán, tomando atribuciones superiores a las que al euro orden le
confiere y erigiéndose en instancia superior al Tribunal Supremo español, ha resuelto
conforme a la percepción alemana respecto a España. Claro que quedaría por preguntarse si esos mismos jueces
juzgarían igual esos hechos si hubieran tenido lugar en Alemania.
Lo cierto es que la resolución
abre una vía peligrosísima para Europa en su conjunto ya que a partir de aquí
cada estado en el que se refugie un presunto delincuente se considerará con
derecho a prejuzgar el delito según sus propias normas y sensibilidades, que no
son aquellas en las que se produjeron los hechos. Esto conculca todo el pacto
de confianza mutua en el que se basan muchas de las normas internacionales
entre los países miembros, pero como toda resolución judicial, si se ajusta a
derecho, ahí está, y las consecuencias serán las que el tiempo diga y los
movimientos anti europeos sean capaces
de manejar a su favor.
Mucha gente en la izquierda, y en
la extrema derecha se sienten felices por lo
sucedido y alegan que esto abre el camino hacia una Europa más justa. Y es que
solemos pensar que solo hay dos opciones sobre cualquier realidad, la actual y
la que a cada uno nos gustaría. Desgraciadamente entre la realidad y la utopía,
tal como cada uno la conciba, existen un sinfín de distopías, y esta resolución
favorece más a la distopía de una Europa rota y llena de banderas y fronteras
que a la Europa que la izquierda, o las extremas derechas de toda la Unión, nos
quieren presentar y que no han sido capaces de hacer realidad ni gobernando.
Tengo claro de que Europa nos
hablan, sobre todo la izquierda. Tengo muy clara mi utopía europea con los
ciudadanos en primer término, una democracia real y donde la libertad, la igualdad
y la justicia hayan logrado deshacerse de las ideologías. Y yo la firmaría, ahora
mismo, pero también tengo claro de qué mundo habla el independentismo catalán y
muchos de los que internacionalmente lo apoyan y eso sí que no lo quiero ni para
mí ni para mis hijos. La vuelta a la Europa de principios del XX y a lo que
llevó me parece absolutamente inaceptable.
De momento cierto juzgado
regional alemán ha demostrado que la Europa que pretendemos ni existe, ni tiene
visos de existir. Ha demostrado que desde un juzgado regional alemán se puede
poner en cuestión todo el entramado diplomático que nos ha traído hasta aquí.
No, la Europa que tenemos no es ideal, la que nos proponen los nacionalismos
tampoco, y la que se atisba tras la sentencia, con un punto de soberbia
inaceptable, es aún peor.
Al final, si nadie lo evita,
habrá que converger con los anti sistema y aceptar que la única forma de construir
desde donde estamos es primero tirar todo abajo. Pero da miedo.
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