Hoy no es ayer, aunque no
descarto que mañana si lo sea. No, no he inventado la máquina del tiempo ni sé
de nadie que lo haya hecho, pero a veces la estupidez de los hombres parece
imitar a la tecnología no alcanzada.
Hoy, efectivamente, no es ayer y
la capacidad del hombre de moverse por el tiempo se sigue limitando a su
tránsito por el mismo en sentido único e indefectible, pero todo lo que leo,
todo lo que escucho, todo lo que percibo en el ambiente, a propósito de las nuevas elecciones, me
lleva a pensar en que el día posterior a las mismas no va a diferir en gran
manera del día posterior a las últimas, no me sale el verbo celebradas aunque
si el calificativo célebres, perpetradas. La obcecación, la necesidad de
medrar, la ambición personal y la partidista, me llevan a pensar que estamos al
borde de iniciar un bucle temporal por tiempo indefinido.
Ya me estoy viendo, como en el
film “El Día de la Marmota”, levantándome cada seis meses para ir a votar a los
mismos candidatos de los mismos partidos, en los mismos colegios y delante de
los mismos señores, y buscando desesperadamente la forma de romper el Oroboros
electoral que las ambiciones partidistas amenazan con crear.
No, definitivamente hoy no es
ayer porque, aunque se repita la fatídica convocatoria, mi vida continua y cada
dos ciclos yo cumpliré un año y habré consumido una cuota más de paciencia y
resignación, aunque, al parecer y para la mayoría de los ciudadanos, esa cuota
parezca ser infinita.
Así que tal como comentaba al
principio de estas letras hoy no es ayer pero el ciego, el empecinado, actuar
de esas máquinas interesadas e insensibles
diseñadas para alcanzar el poder a costa de, por medio de, lo que sea,
cueste lo que cueste, sin resquicio a la toma en consideración de la voluntad o
de la necesidad ciudadanas, que son los partidos políticos si pueden conseguir
que cada seis meses mañana sea como ayer, como un ayer indefectible y
frustrante.
Un ayer en el que escuchemos el
triunfal mensaje de todos, de todos aquellos que han perdido porque no pueden
acceder a sus objetivos, de todos aquellos que en su frustración y ansia dicen
haber entendido perfectamente el mensaje de las urnas que, a su parecer, dicen
casualmente aquello que a él, o a ella llegado el caso, le interesa para
alcanzar su fin único, último, de conseguir el poder. Y fíjense que digo poder
y no gobierno.
Yo, pobre de mí, iluso creyente
de una sociedad de ciudadanos libres y comprometidos, veo los resultados
electorales y leo algo bien diferente a lo que parecen leer ellos, los partidos,
sus líderes.
Yo leo que este país, y todas sus
trifulcas internas, externas y mediopensionistas, necesitan de un gran pacto,
de un pacto global y generoso en el que no se excluya a nadie, salvo a los que
quieran excluirse a sí mismos, que nos salve de la mediocridad, de la ambición
de poder, del frentismo, del inmovilismo moral, social y educativo, en el que
llevamos instalados desde hace décadas. Que nos salve de la soberbia, cíclica y
de todos los colores, de la imposición de las posiciones del temporal ganador
sobre el temporal perdedor. Que nos salve del revanchismo de tirar abajo todo
lo hecho por el anterior para imponer lo que será tirado abajo por el
posterior. Que nos provea de unas líneas claras y básicas claras en los campos
fundamentales: educación, convivencia, justicia, fiscalidad, exteriores,
sanidad y servicios sociales, que permitan que pueda haber para todos los
ciudadanos del país, de cualquier rincón, los mismos derechos y deberes y
aplicados de la misma forma y durante más de cuatro años. Que permita que esos
derechos y deberes no se conviertan en el campo de batalla, en el toma y daca
de personajes sin otra ambición que la personal a costa de lo que sea.
Así no se puede progresar, así,
no se puede conseguir. Así, lo repito una vez más, lo único que se puede
conseguir, es que aunque hoy no sea ayer, mañana si lo sea, y no hay nada más
pernicioso, no hay nada más triste y degradante, que vivir en el pasado, aunque
sea cada seis meses.
No, hoy no es ayer, puedo
constatar en mi cuerpo, en mi memoria, que el tiempo pasa, pero algún engranaje
de la maquinaria parece averiado y veo con claridad, con tristeza, con
agotamiento y con desmoralización, que puede que mañana, varias veces, si lo
sea.
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