Siempre se ha dicho que por el
humo se sabe dónde está el fuego, pero, como la realidad es terca, esto no es
siempre cierto y a veces el humo no hace otra cosa que enmascarar la realidad
hurtándola a nuestros ojos acostumbrados a la mirada franca y directa.
Es táctica consabida y habitual
el realizar maniobras de distracción que oculten el verdadero fin del
movimiento realizado. Y no, no estoy haciendo un ejercicio militar, ni retórico
estético, lo que estoy intentando es introducir al lector en los entresijos de
una guerra administrativa que, a pesar de su importancia e impacto para muchas
familias, está pasando prácticamente puntillas por la prensa y el conocimiento
de los ciudadanos.
La guerra del humo. La guerra
inmisericorde y sin prisioneros que la administración, por medio del organismo
autónomo ad hoc, y parece ser que autocrático y de métodos autoritarios –por no
calificarlos, que los califico, de despóticos-, ha emprendido contra el
colectivo de estanqueros en nuestro país.
Este colectivo, más de trece mil
concesionarios, se siente directamente
agredido por un organismo diseñado para regular el mercado, el monopolio, del
tabaco y que en los últimos tiempos se ha vuelto una pesadilla para estas
empresas de ámbito familiar que han tenido la desgracia de fundar sus
esperanzas de supervivencia en un sector que hasta este momento era estable. Ya
se sabe que en España había dos formas de asegurarse el futuro, ser funcionario
o poner un estanco.
Yo siempre había creído que en la
legalidad, ya sabemos que la justicia es otra cosa, el principio de la
proporcionalidad entre la causa y la sanción impuesta era inamovible. En lo que
nunca había caído es en que este principio de proporcionalidad no explicaba la
proporción y proporcional es todo aquello que se obtiene de multiplicar
cualquier cantidad por cualquier razón. ¿Es proporcional una multa de 120.000 €
para sancionar un contrato de 600 € anuales? ¿Es proporcional una multa de
12.000 para sancionar el costo de un mechero que se regale a un cliente? Y sin
embargo esto es lo que les está sucediendo a los estanqueros. Esto y que como
el mencionado organismo autónomo es juez y parte, en sus estatutos está que una
de sus fuentes de financiación son las sanciones, aquellos que las reciben se
sienten inermes e indefensos ante sus proporcionadas e inamovibles decisiones.
Claro que esto con ser grave no
es lo más grave de todo, lo más grave es que existe la sospecha, creo que la
fundada sospecha, de que estas sanciones no son más que el humo en los ojos
para un fin no confesado.
La UE ha comunicado que en el
2017 el estado español tiene que liberalizar el mercado del tabaco. Acabar con
el monopolio que actualmente existe. Normal. Lo de todos los sectores. Pero lo
que no tienen otros sectores, y si tiene este, es un colectivo con licencias en
vigor, con concesiones firmadas, con contratos válidos, durante veinticinco
años y en función de los cuales han realizado unas inversiones y planificación
de su vida por las que ahora habrían de ser indemnizados. Indemnizados por el
estado que regulaba a cambio de parte y licencia la actividad.
Así que, según parece, las
desmesuradas, las proporcionalmente desproporcionadas sanciones no tendrían
otro fin que el de obligar a muchos de estos comerciantes a renunciar a su
licencia y, a cambio de no arruinarse en el empeño, renunciar a la previsible
indemnización a la que la rescisión unilateral del contrato les haría
acreedores. Ya se sabe que la legalidad, la justicia es otra cosa, no solo es
imprevisible, es además cara, por no decir inalcanzable para ciertas economías
Lo dicho, la guerra del humo. En
nuestra administración no se da puntada sin hilo, no se habla a humo de pajas, si
no a humo de tabaco, y los estanqueros si de algo saben es de esto.
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