martes, 15 de julio de 2014

Judios Y Palestinos

Leo con desesperanza una vez más sobre el conflicto judío palestino que algunos llaman árabe israelí aunque a mí no me lo parece.  Leo, digo, con desesperanza y con absoluta desconfianza las noticias que se suceden en el día a día, en el año a año y en el siglo a siglo, porque el conflicto es viejo, muy viejo, aunque los argumentos y las armas sean de ayer mismo.
Leo con desesperanza porque las razones, los argumentos, la apropiación de La Razón que ambos bandos, o ambas bandas que me gusta más para este asunto, exhiben deja poco lugar a la esperanza.  Y hablo de poco lugar por dejar algún resquicio que en realidad no veo.
Y hablo de desconfianza porque todas las noticias que me llegan tienen sesgo. No hay ni una sola referencia, escrita en periódicos o en foros sociales, que no lleve la carga del partidismo claramente marcada, nunca mejor dicho, a fuego y sangre. Y si ni siquiera los que están fuera de la primera línea de combate son capaces de levantar el arma y reflexionar sobre la fiabilidad de su trinchera, ¿qué podemos esperar de los que están en la línea de fuego?
Como todo ser humano en toda cuestión tengo mis simpatías y, siendo consciente de ello, todos los argumentos hacia el lado más, para mí, simpático me resultan sospechosos e intento tamizarlos con gran escrupulosidad, pero, y me asombro al confesarlo, soy humano. Así que consciente de ello no voy a dar argumentos porque ignoro si fue antes el huevo o la gallina, es más, ignoro absolutamente quién es el huevo y quién la gallina.
Pero una cosa si tengo clara, mientras existan los radicales ortodoxos judíos y los radicales islamistas palestinos, ambos embozados en un decorado político-territorial en el que volcar sus verdaderos odios históricos que ni son políticos ni son religiosos, o, yendo más allá, mientras haya poderosos y oprimidos, ricos y pobres, simpáticos y antipáticos, ocupantes y ocupados, libres y confinados, mientras haya unos y haya otros y no se consiga que haya ambos dispuestos a reconocer que en ambos caben todos y ninguno tiene ni más derechos ni menos, este conflicto, como cualquier otro, no será distinto de una pelea infantil en el parque.

“Mamá, mamá, Pepito me ha pegado”, “es que él me ha tirado el bocadillo”, “porque me llamó tonto”, “claro y tú…” y así hasta el infinito. Durante la pelea unos que pasaban por allí harán hincapié en la huella del tortazo en la cara de Juanito en tanto otros se explayarán en las imágenes descarnadas de la mortadela del bocadillo de Pepito esparcida por la tierra del parque. Y mientras tanto los niños seguirán desgranando los sucesivos agravios, eso sí, en este caso, con armas que matan a decenas de personas, incluidos otros niños.

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