domingo, 13 de julio de 2014

España, tan diferente

Ayer fui al cine y salí, en principio, con el alma reconfortada por el mensaje simple, humano que la película transmite. “Un largo viaje” trata un tema duro, descarnado que se resuelve, y lo digo en presente porque está basada en hechos reales, cuando torturador y torturado, vencedor y vencido, asumen la derrota ajena, el dolor del otro y comprenden que ambos han sido víctimas en bandos diferentes.

Inevitablemente pasé de ahí a plantearme por qué en España esto es inviable, porque en este país no solo no entendemos que todos somos marionetas de intereses que no somos capaces de, ni siquiera, entrever si no que nos entregamos a un cainismo feroz y despiadado, a un cainismo que, como en los relatos de la España más negra, transmitimos de padres a hijos y, si es posible, con un encono más feroz a cada generación que pasa. Y para que no decaiga nos armamos de las listas de agravios más extensas que se nos ocurran.

Media España, y no es una consideración matemática o estadística si no metafórica, que todo hay que aclararlo, es católica y media es anticatólica, media España es ferozmente laica y la otra media integristamente religiosa. Si media España es radical de izquierdas la otra media no solo no es de izquierdas es de derechas de toda la vida y profundamente anti izquierdista. Si media es republicana, aunque no lo sea, la otra media es monárquica, aunque tampoco lo sea. Porque en España en general no somos de algo, somos de lo contrario que el vecino, por tocarle un poco… las creencias que a lo mejor las ha adoptado porque el otro vecino tenía otras también diferentes.

Y así puestos nos damos cuenta de que en este país, en España, el problema no es en que cree cada uno, no es que cada uno defienda sus propias ideas, no, en este país el problema es que cada uno ataca las ideas del que tiene enfrente en cada momento, no importa cuales sean, y no importa que cada diez minutos tengamos que matizar nuestra base ideológica para conseguir una clara oposición al siguiente vecino.

Y así, saltando de pensamiento en pensamiento llegué a la conclusión de que aquí el fracaso es importar los grandes ideales que puedan producirse en otras sociedades. Y me explico. Tomemos como ejemplo el lema de la revolución francesa, teniendo en cuenta que se puede hacer la misma reflexión sobre los diez mandamientos o cualquier otro conjunto de referencias éticas que tomemos. Libertad, igualdad y fraternidad.

La libertad en España es el derecho inequívoco que tiene cada individuo a hacer lo que le dé la gana en cada momento y sin límites. Cualquier otra cosa, cualquier tipo de cortapisa o regla, es un atentado contra “su” libertad y por tanto desencadenará una feroz reacción de descalificación del osado y cuestionamiento del entorno que lo oprime.

Igualdad. Por supuesto es la imperiosa necesidad de cada españolito de ser lo más igual posible a los que considera más poderosos, siempre y cuando esa igualdad no sea general, si no , como mucho, de su grupo y suponga la automática descalificación y el denigramiento del grupo contrario. Hay que mantener la desigualdad para comprobar la igualdad propia.

Fraternidad. Vistas las anteriores casi estoy por no explicarla. La fraternidad en España es la capacidad de compasión que tiene un individuo hacia los que considera inferiores y que practica por el simple hecho de darse cuenta de lo bondadoso que puede llegar a ser. De su capacidad de admitir que haya otros más desfavorecidos y permitirle compartir el mundo con él.

Y así nos luce el pelo. Vivimos en una sociedad en la que cada persona es rea de ingratitud hacia cada uno de los que le rodean, al tiempo de que siente la frustración de que cada uno de los que le rodean ignoran todo lo que le tienen que agradecer.

Y ahora espero que os deis cuenta del terrible esfuerzo que he tenido que hacer para explicaros vuestros problemas y me lo agradezcais como merezco.

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