Ayer fui al cine y salí, en
principio, con el alma reconfortada por el mensaje simple, humano que la
película transmite. “Un largo viaje” trata un tema duro, descarnado que se
resuelve, y lo digo en presente porque está basada en hechos reales, cuando torturador
y torturado, vencedor y vencido, asumen la derrota ajena, el dolor del otro y
comprenden que ambos han sido víctimas en bandos diferentes.
Inevitablemente pasé de ahí a
plantearme por qué en España esto es inviable, porque en este país no solo no
entendemos que todos somos marionetas de intereses que no somos capaces de, ni
siquiera, entrever si no que nos entregamos a un cainismo feroz y despiadado, a
un cainismo que, como en los relatos de la España más negra, transmitimos de
padres a hijos y, si es posible, con un encono más feroz a cada generación que
pasa. Y para que no decaiga nos armamos de las listas de agravios más extensas
que se nos ocurran.
Media España, y no es una
consideración matemática o estadística si no metafórica, que todo hay que aclararlo,
es católica y media es anticatólica, media España es ferozmente laica y la otra
media integristamente religiosa. Si media España es radical de izquierdas la
otra media no solo no es de izquierdas es de derechas de toda la vida y
profundamente anti izquierdista. Si media es republicana, aunque no lo sea, la
otra media es monárquica, aunque tampoco lo sea. Porque en España en general no
somos de algo, somos de lo contrario que el vecino, por tocarle un poco… las
creencias que a lo mejor las ha adoptado porque el otro vecino tenía otras
también diferentes.
Y así puestos nos damos cuenta de
que en este país, en España, el problema no es en que cree cada uno, no es que
cada uno defienda sus propias ideas, no, en este país el problema es que cada
uno ataca las ideas del que tiene enfrente en cada momento, no importa cuales
sean, y no importa que cada diez minutos tengamos que matizar nuestra base
ideológica para conseguir una clara oposición al siguiente vecino.
Y así, saltando de pensamiento en
pensamiento llegué a la conclusión de que aquí el fracaso es importar los
grandes ideales que puedan producirse en otras sociedades. Y me explico.
Tomemos como ejemplo el lema de la revolución francesa, teniendo en cuenta que
se puede hacer la misma reflexión sobre los diez mandamientos o cualquier otro
conjunto de referencias éticas que tomemos. Libertad, igualdad y fraternidad.
La libertad en España es el
derecho inequívoco que tiene cada individuo a hacer lo que le dé la gana en
cada momento y sin límites. Cualquier otra cosa, cualquier tipo de cortapisa o
regla, es un atentado contra “su” libertad y por tanto desencadenará una feroz
reacción de descalificación del osado y cuestionamiento del entorno que lo
oprime.
Igualdad. Por supuesto es la
imperiosa necesidad de cada españolito de ser lo más igual posible a los que
considera más poderosos, siempre y cuando esa igualdad no sea general, si no ,
como mucho, de su grupo y suponga la automática descalificación y el
denigramiento del grupo contrario. Hay que mantener la desigualdad para
comprobar la igualdad propia.
Fraternidad. Vistas las
anteriores casi estoy por no explicarla. La fraternidad en España es la
capacidad de compasión que tiene un individuo hacia los que considera
inferiores y que practica por el simple hecho de darse cuenta de lo bondadoso
que puede llegar a ser. De su capacidad de admitir que haya otros más
desfavorecidos y permitirle compartir el mundo con él.
Y así nos luce el pelo. Vivimos
en una sociedad en la que cada persona es rea de ingratitud hacia cada uno de
los que le rodean, al tiempo de que siente la frustración de que cada uno de
los que le rodean ignoran todo lo que le tienen que agradecer.
Y ahora espero que os deis cuenta
del terrible esfuerzo que he tenido que hacer para explicaros vuestros
problemas y me lo agradezcais como merezco.
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