Hay momentos en los que es importante pararse y reflexionar, incluso, pararse, reflexionar y dar un paso atrás para tomar perspectiva, sin olvidar que en muchas ocasiones ese no es el orden correcto ya que para poder reflexionar, en el sentido real del término, es importante antes dar el paso atrás.
Y creo que este es uno de esos momentos. Por supuesto, los
que viven en el fanatismo, en el inmovilismo de la convicción absoluta de sus
ideas, en el dogmatismo más profundo e inaccesible, no tienen a su alcance la
posibilidad de la reflexión, y ellos no lo saben, porque, desde cualquiera que
sea su posición en el mentiroso eje de las ideologías, están perfectamente
alineados con la demoledora frase de Blas Piñar, que por supuesto negarán con
la absoluta convicción de que su clarividencia
es fruto de su superioridad, y no de su cerrilismo, “¿Cómo no vamos a ser
inmovilistas, si ya hemos llegado?”
Unos, en un lado del eje, defenderán las fobias desde
argumentos descalificantes, frentistas, socialmente inaceptables. Otros, desde
el otro lado del eje, alimentaran esas fobias con sus discursos intolerantes,
frentistas, ideologizantes. Unos y otros obviaran los problemas reales,
renunciarán a posibles soluciones, siempre que la utilización del problema
favorezca sus intereses. Porque ni para unos, ni para otros, la resolución del
problema es lo importante, el que el problema exista, su denuncia, a favor o en
contra, da lo mismo, es lo que alimenta su existencia.
Por eso, tal vez por alguna cosa más, los delitos de odio
proliferan, crecen, se hacen más violentos y odiosos, mientras una sociedad
perpleja asiste, tras cada uno de ellos, a los disparates que intentan
ocultarlos y justificarlos y a la inútil, en realidad inútil para las víctimas
y sus familias, inútil para lograr medidas prácticas que pongan fin al
disparate, apropiación y etiqueta política del dolor ajeno. Las víctimas solo
pertenecen a la muerte, y su memoria a aquellos cuya ausencia diaria les duele
de forma cotidiana.
Desgraciadamente, los
delitos que se cargan políticamente tendrán difícil resolución mientras se usen
para señalar, manipular y deslegitimar a otros. Siempre habrá algún
descerebrado, muchos, algún tarado, que encontrará en esa carga política una excusa
más, puede que la excusa final perfecta, para cargarse de razones y acometer un
acto aborrecible. Los delitos siempre son delitos, los delitos sobre minorías,
además de delitos son cobardes, y quienes los usan para su provecho o para
justificar ciertas intolerancias son tan culpables como los delincuentes
mismos, porque con su actitud alimentan el odio.
Para cualquier mermado social, psíquico, encontrar
combustible para el odio en la ideología rival, es una fácil tentación, una
irresistible llamada. Tengo la amarga sensación, y puedo estar equivocado, de que
la politización de ciertos delitos dificulta las soluciones. Incluso, ya
poniéndome largo, puedo llegar a pensar que ciertos espectros, hablo tanto de ubicaciones
ideológicas como de presencias, están más interesados en el problema que en la
solución.
Tengo claro que al fanático, “persona que defiende una
creencia o una opinión con pasión exagerada y sin respetar las creencias y
opiniones de los demás”, esto es, a la inmensa mayoría de militantes y
seguidores ideológicos, pedirles razonamiento y mesura en sus manifestaciones,
en sus actitudes, pedirles un paso atrás y reflexión en los delitos de odio que
ellos mismos alimentan, es solo un recurso literario. Simplemente su mismo
fanatismo los imposibilita para poder acometer tal tarea.
Pero, y esto si es responsabilidad de toda la sociedad, tal
vez vaya llegando el momento de que la sociedad civil retome sus derechos,
delegados en partidos e ideologías, y mal administrados, y reclame una
verdadera democracia, una representación leal del pueblo que garantice que se acometan
las acciones necesarias para acabar con tanto odio, con tanto frentismo, con
tanta muerte inútil, con tanto futuro comprometido por intereses que nada
tienen que ver con los intereses reales de los ciudadanos. Y me temo que no
queda mucho tiempo.
Una reflexión, un paso atrás, que necesitan de
representatividad real, de listas abiertas, de circunscripción única, de
soluciones que cautericen las heridas sociales que los líderes ideológicos abren
más cada día con sus discursos aberrantes, descalificantes, llenos de odio al
contrario, o de populismo buenista y sin consistencia.
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