viernes, 20 de marzo de 2020

Antes o después


Cuando un español quiere recurrir a una convicción fatalista de que algo acabará sucediendo aunque aún no sea capaz de atisbar cuando, existe una expresión que indetermina con exactitud la certeza de lo que ha de suceder, sí o sí,: “antes o después”. Todo queda atado, es definitivo, pero no sabemos, ni aproximadamente, cuando. Solo el destino, las circunstancias, el voluble devenir, permitirá que lo inevitable suceda y marcará el tiempo definitivo en el que el pasado resuelva cuentas pendientes.

“Antes o después” parece una frase especialmente ideada para las circunstancias actuales en las que
El Mundo ha decidido establecer una barrera cronológica, un antes y un después, que así escrito significa algo totalmente diferente, de la pandemia y sus efectos en el mundo de la salud, de la economía y, como no, de la política.

Porque más allá de la certeza de los confinamientos, de las incomunicaciones, de las solidaridades y los gestos que recuperan la dimensión de ciudadano, tantas veces reclamada por los librepensadores como negada por los políticos, quedan un montón de preguntas, un montón de decisiones, un montón de actitudes que explicar y, llegado el caso, depurar.

Es mi intento, seguramente inexacto e incompleto, hacer una breve lista de todas esas cuestiones que antes o después han de ver la luz y ser sometidas al criterio de los que, se supone, son los protagonistas de la democracia, los ciudadanos. Esos mismos que han puesto el sacrificio, los muertos y las penalidades económicas derivadas de una situación fuera de su control.

Antes o después habrá que averiguar cuál es el origen real de este séptimo coronavirus que nos azota de forma tan feroz. El tercero o cuarto en lo que llevamos de milenio y siglo.

Antes o después habrá depurar responsabilidades entre quienes, por descuido o interés, permitieron su expansión.

Antes o después tendremos que replantearnos el sistema mundial de alertas, la función real de la OMS, y la escasa credibilidad de instituciones y organismos incapaces de concitar la confianza y colaboración de los ciudadanos hasta que empezaron a producirse los primeros muertos.

Antes o después alguien tendrá que explicarnos la renuencia a actuar hasta que ya era tarde en el origen de la pandemia, asistiendo al bochornoso espectáculo de la condena del primer médico que alertó sobre lo que se nos venía encima.

Antes o después alguien tendrá que explicarnos como se permite, por intereses económicos superiores, que la enfermedad se expanda libremente antes de tomar las medidas adecuadas.

Antes o después alguien tendrá que explicarnos, y asumir la responsabilidad, del sistema que han elegido las principales naciones europeas que, en contra del sistema japonés o el coreano, prima el acortamiento del tiempo de crisis a costa del número de muertos.

Antes o después habrá que pedir responsabilidades, para bien y para mal, a los que han tomado las decisiones y a los que han asesorado.

Antes o después tendremos que pedir cuentas a los que han intentado, o logrado, utilizar la situación para su promoción personal o su predominio ideológico.

Antes o después tendremos que pasar agravios a los que han intentado apropiarse de méritos, colgarse medallas o reclamar pagos por los servicios prestados, que debieran ser, en estas circunstancias, donados.
Antes o después el mundo deberá señalar y condenar a los populistas que han antepuesto su ignorancia, su soberbia o su partidista visión a las previsibes consecuencias de sus actos. Y señalo especialmente a Bolsonaro, a Trump, a Boris Jhonson y a López Obrador, sin olvidarme de algún nacional de pataleta e imposición de su capricho.

Antes o después, y esto debería de ser lo primero, deberíamos de hacer una profunda reflexión sobre las costuras abiertas que han quedado al descubierto en esta crisis y ponerles solución inmediata.

Antes o después, y esto debería de ser lo segundo, deberíamos de establecer un día, y mira que yo no soy afecto a los días predeterminados, de homenaje a todos los colectivos que han sido la fuerza de choque contra el bicho.

Antes o después, posiblemente nunca, debería de producirse, en España, un gobierno de concentración nacional que se pusiera al frente de la situación posterior a la crisis y pudiera sacar adelante medidas que no tuvieran sesgo, ni propietario, encaminadas a la recuperación total del país.

Antes o después, es inevitable, habrá que señalar a héroes y villanos, pero habría que procurar que los héroes lo fueran de todos, y no solo de un bando, y los villanos no solo fueran los ajenos.

Antes o después, que no ahora. Ahora, solo, ¡virus fora!

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