Cuando un español quiere recurrir
a una convicción fatalista de que algo acabará sucediendo aunque aún no sea
capaz de atisbar cuando, existe una expresión que indetermina con exactitud la
certeza de lo que ha de suceder, sí o sí,: “antes o después”. Todo queda atado,
es definitivo, pero no sabemos, ni aproximadamente, cuando. Solo el destino,
las circunstancias, el voluble devenir, permitirá que lo inevitable suceda y
marcará el tiempo definitivo en el que el pasado resuelva cuentas pendientes.
“Antes o después” parece una
frase especialmente ideada para las circunstancias actuales en las que
El Mundo ha decidido establecer
una barrera cronológica, un antes y un después, que así escrito significa algo
totalmente diferente, de la pandemia y sus efectos en el mundo de la salud, de
la economía y, como no, de la política.
Porque más allá de la certeza de
los confinamientos, de las incomunicaciones, de las solidaridades y los gestos
que recuperan la dimensión de ciudadano, tantas veces reclamada por los librepensadores
como negada por los políticos, quedan un montón de preguntas, un montón de
decisiones, un montón de actitudes que explicar y, llegado el caso, depurar.
Es mi intento, seguramente
inexacto e incompleto, hacer una breve lista de todas esas cuestiones que antes
o después han de ver la luz y ser sometidas al criterio de los que, se supone,
son los protagonistas de la democracia, los ciudadanos. Esos mismos que han
puesto el sacrificio, los muertos y las penalidades económicas derivadas de una
situación fuera de su control.
Antes o después habrá que
averiguar cuál es el origen real de este séptimo coronavirus que nos azota de
forma tan feroz. El tercero o cuarto en lo que llevamos de milenio y siglo.
Antes o después habrá depurar
responsabilidades entre quienes, por descuido o interés, permitieron su
expansión.
Antes o después tendremos que
replantearnos el sistema mundial de alertas, la función real de la OMS, y la
escasa credibilidad de instituciones y organismos incapaces de concitar la
confianza y colaboración de los ciudadanos hasta que empezaron a producirse los
primeros muertos.
Antes o después alguien tendrá
que explicarnos la renuencia a actuar hasta que ya era tarde en el origen de la
pandemia, asistiendo al bochornoso espectáculo de la condena del primer médico
que alertó sobre lo que se nos venía encima.
Antes o después alguien tendrá
que explicarnos como se permite, por intereses económicos superiores, que la
enfermedad se expanda libremente antes de tomar las medidas adecuadas.
Antes o después alguien tendrá
que explicarnos, y asumir la responsabilidad, del sistema que han elegido las
principales naciones europeas que, en contra del sistema japonés o el coreano, prima
el acortamiento del tiempo de crisis a costa del número de muertos.
Antes o después habrá que pedir
responsabilidades, para bien y para mal, a los que han tomado las decisiones y
a los que han asesorado.
Antes o después tendremos que
pedir cuentas a los que han intentado, o logrado, utilizar la situación para su
promoción personal o su predominio ideológico.
Antes o después tendremos que
pasar agravios a los que han intentado apropiarse de méritos, colgarse medallas
o reclamar pagos por los servicios prestados, que debieran ser, en estas
circunstancias, donados.
Antes o después el mundo deberá
señalar y condenar a los populistas que han antepuesto su ignorancia, su
soberbia o su partidista visión a las previsibes consecuencias de sus actos. Y
señalo especialmente a Bolsonaro, a Trump, a Boris Jhonson y a López Obrador,
sin olvidarme de algún nacional de pataleta e imposición de su capricho.
Antes o después, y esto debería
de ser lo primero, deberíamos de hacer una profunda reflexión sobre las
costuras abiertas que han quedado al descubierto en esta crisis y ponerles
solución inmediata.
Antes o después, y esto debería
de ser lo segundo, deberíamos de establecer un día, y mira que yo no soy afecto
a los días predeterminados, de homenaje a todos los colectivos que han sido la
fuerza de choque contra el bicho.
Antes o después, posiblemente
nunca, debería de producirse, en España, un gobierno de concentración nacional
que se pusiera al frente de la situación posterior a la crisis y pudiera sacar
adelante medidas que no tuvieran sesgo, ni propietario, encaminadas a la
recuperación total del país.
Antes o después, es inevitable,
habrá que señalar a héroes y villanos, pero habría que procurar que los héroes
lo fueran de todos, y no solo de un bando, y los villanos no solo fueran los
ajenos.
Antes o después, que no ahora.
Ahora, solo, ¡virus fora!
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