Repaso con parsimonia, con calma
preocupada, las publicaciones, las redes sociales, hablo con amigos, con
conocidos, escucho por la calle y todo lo que percibo va en la misma línea.
Todo parece apuntar en la misma dirección.
¿Todo?, ¿Todos?, no, hay un
colectivo, un colectivo de colectivos para ser más exactos, inasequible a la
razón, a las razones que pintan un panorama preocupante. La clase política ha
decidido, ante las señales percibidas en el exterior, hacer su propio análisis,
montar su propia historia que, estudiada someramente, no se sostiene.
Los resultados electorales
holandeses deberían de ser un aldabonazo lo suficientemente potente como para
despertar la razón más dormida. Los resultados electorales de Andalucía y las
posteriores encuestas sobre las elecciones generales y autonómicas ya eran un
aviso a navegantes lo suficientemente evidente como para que la preocupación
hiciera recapacitar a los políticos y hacer que revisaran sus mensajes. Pero
para que esto sucediera tendría que haber un interés que fuera más allá del
inmediato de ganar unas elecciones.
Los partidos políticos, en un
deriva absolutamente negativa, han pasado de ser unas maquinarias ideológicas,
lo cual ya era suficientemente preocupante, a no tener más ideología, ni fin,
que enfrentar o rebatir lo que haga o diga el partido de ideología contraria,
y, finalmente, a ser unas organizaciones sin otro fin ni principio que la
consecución del poder .
¿Y la representación de los
ciudadanos? ¿Y las necesidades del país? Todo eso son cuestiones menores en las
que reparar solo para servir al fin principal o, en todo caso, a tener en
cuenta una vez alcanzado el poder y como forma de perpetuarse en él. Creo que
se llama populismo.
Yo sí veo con preocupación, con
mucha preocupación, cómo una derecha radical se hace con el control de una cámara
de representación en Holanda. Cómo en Francia, o en Italia, o en varios otros países,
esa misma tendencia ideológica bordea la mayoría de los votos. Y con esa
desazón creciente vuelvo mi mirada a mi país y lo único que contemplo es a una
serie de líderes de pacotilla viendo como servirse de esa situación para sus
propios, miserables y autistas fines.
La ineficacia, la estulticia, la
interesada indignación, la permanente dejadez conveniente de los estamentos
políticos con el continuado desafío catalán alimenta de votantes las expectativas
de Vox. Las acusaciones de una izquierda obsesionada con masacrar a la derecha
y desmembrarla hacen que las cifras de intención de voto de Vox crezcan sin
medida. La soberbia de exhibir una superioridad moral que solo es aceptable
desde la misma escala moral, y ni siquiera, o desde una perspectiva de
educación moral de una sociedad que no desea ser educada moralmente, no al
menos por los políticos, acaba de hacer una campaña eficaz para los intereses
de Vox.
Casi se podría decir, y es un
casi poco convencido, que Vox no existiría sin el conflicto catalán. En
realidad sí se puede afirmar con rotundidad que Vox no alcanzaría las cifras
actuales de expectativa de voto sin el conflicto catalán y el posicionamiento
respecto a él de los partidos políticos.
El choteo, permítaseme el uso de
esta expresión tan coloquial, con los símbolos independentistas y la Junta Electoral
no hace más que poner en evidencia un vodevil sin ninguna gracia que exaspera y
radicaliza a los ciudadanos de a pie que
contemplan indignados como unos cargos pagados con sus impuestos se dedican a
poner en solfa al estado y toda su maquinaria. ¿Exagerado? No, que va, he dicho
a poner en solfa y no a poner en ridículo que es lo que realmente pienso.
¿Y el gobierno que piensa? Lo que
la campaña electoral en ciernes permita sin poner en cuestión la posible
alianza que después de las elecciones puede necesitar. ¿Y la oposición? ¿Qué
opina la oposición? Pues radicaliza su mensaje en un intento desesperado por
evitar una sangría de votos por su costado más radicalmente conservador, en el
caso de la derecha, haciendo sangrar su costado más moderado. Y en el caso de
la izquierda más radical, se pone de perfil porque su permanente enfrentamiento
con el concepto de estado, de país, constitucional, le impide ahora mismo
maniobrar con la soltura y coherencia necesarias en el tema.
¿Y los catalanes? ¿Qué opinan los
catalanes? Pues ahora mismo hay dos posibilidades de opinión en Cataluña y las
dos tienen aproximadamente la misma fuerza. Una mitad no importa lo que piensa
porque las instituciones han decidido que no existen, y que en caso de que
existieran peor para ellos, y la otra mitad solo piensa en un enfrentamiento
permanente y sin futuro con el resto del país, no importa el coste, no importa
la razón, no importa la ley, solo importa un fantasma agitado interesadamente
por una cúpula política en busca de sus propios fines y que va quemando naves,
que debieran de ser de las dos mitades, en su empecinamiento.
¿Y a quién favorece la postura?
Pues a la extrema derecha, a la derecha más radical y dañina de la que Vox es
en España solamente un tímido representante. A la extrema derecha internacional
y añorante que ve como una izquierda sin norte y cada vez más hundida en su
ideología y en una posición de aislamiento respecto a las cuitas populares le
hace su campaña para lograr una ruptura
de una Europa unida e incómoda para todas las fuerzas retro
conservadoras que van floreciendo por el resto del mundo. Que ve como una
derecha sin ideas y llena de complejos radicaliza sus posturas acercando cada
vez más a sus votantes al caladero del que pretende huir.
Tal vez alguien me llame
exagerado, pero baste con comprobar de donde parten los pocos apoyos
internacionales que el proceso catalán ha logrado sumar a su causa. Sí,
efectivamente, de los partidos de derecha radical que van floreciendo en la UE,
de los senadores y políticos más
conservadores de EEUU, de la siempre maniobrante y sibilina diplomacia rusa,
directamente o por interpuestos.
Aunque yo creo que hay otro
culpable que queda claramente señalado por los acontecimientos, hablo de San
Jorge. No puede ser casualidad que los dos focos más graves del retroceso
amalgamador que supuso la imperfecta UE le sean afectos. Si, si, Saint George
patrón del Brexit, San Jordi patrón del Procés, así que tan poco es tanto
disparate decir aquello de “Santiago y cierra España”, a ver si en las alturas
pueden resolver lo que a pie de calle no parece que se pueda, no parece que se quiera,
resolver, y lo hacemos antes de que lo diga Vox y nos deje sin
representante al que acogernos en esos
mundos de dios, porque lo que diga Vox lo carga el diablo y ya no es
utilizable. Véase, como ejemplo, la bandera. Santiago, y que cierre la cordura
sin ideología, o sea España.
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