En abril votos mil, pero hasta el
cuarenta de mayo no te olvides de ir a votar. Así podría resumirse, parafraseando
el refranero, el futuro electoral en España. Pero como no suele ser oro todo lo
que reluce yo no me guardaría el carnet de ir a votar hasta que se acabe el
año, no vaya a ser que volvamos a las andadas.
Y este arranque de realismo
pesimista no es gratuito. Si se miran las encuestas y se palpa el sentir de la
calle la imposible conciliación de los datos es evidente. Es más, si escucha el rumor popular, que
cuando el río suena agua lleva, y a continuación se leen las encuestas más
rigurosas hay una discrepancia que apunta a una gran cantidad de indecisos, o
de voto oculto, o de ambas cosas.
Remarcaba lo de encuestas serias
porque en esta categoría no se puede incluir la del forofo Tezanos que ha
convertido un organismo oficial, esto es de todos, en una dependencia de
campaña del PSOE. Sus previsiones, sus increíbles previsiones, aún más increíbles
desde las elecciones andaluzas, son para abochornar a cualquiera que pudiera
tener relación con ellas. A lo peor al final nos da en la boca a todos, pero
mientras tanto su CIS se ha convertido en una oficina electoral con desmedidos
trazos de forofismo.
Los objetivos son claros en todos
los casos, los populismos evidentes y el hartazgo de los votantes palmario.
Cada vez más la sensación de desencanto en la calle es la más acusada. Cada vez
los ciudadanos sienten más que se le está hurtando la posibilidad de vivir en
una democracia real. Cada vez más los ciudadanos tienen la sensación de que
salvo pinceladas todo seguirá igual salga quién salga. Si uno es corrupto, el
otro quiere sacarte las mantecas vía impuestos. Si uno es quiere un liberalismo
que sume a la sociedad en una desigualdad cada vez más insoportable, si legisla
a favor de las grandes corporaciones y fortunas, el otro quiere legislarte hasta la moral,
intervenirte hasta tus pensamientos, controlarte hasta la asfixia, y no le
importan los medios ni las consecuencias.
Yo diría que lo único que va a
movilizar en este caso a los votantes es el problema territorial catalán. Que
sin el desafío que suponen las actitudes nacionalistas y el hartazgo de la
calle hacia sus posiciones el recuento de votos en estas elecciones duraría
diez minutos, salvo que se quisieran votar una a una las abstenciones.
Los dos partidos hasta ahora
mayoritarios viven de sus forofos, de ese suelo indestructible de votantes de
pensamiento único a costa de lo que sea, incluso de validar la postura más erróneamente
grosera, o más groseramente errónea, que tanto monta.
Los extremos populistas son
gaseosas que se agitan y parece que van a hacer reventar la botella, pero una
vez abierta pierden la fuerza a ojos vista. Su único valor es la capacidad de
sumarse al descontento general e intentar representar su voz, pero esa
representación es tan efímera como su capacidad de hacer algo que consolide su
mensaje, que lo haga real. ¿Y si consiguieran hacerlo real? Pues como bien
explicaba Don Mendo sobre el juego de las siete y media, “si te pasas es peor”,
si lo consiguieran aún sería peor, porque los medios de los que se valdrían
para conseguirlo no serían compartidos por la mayoría de los ciudadanos,
incluidos en gran parte sus votantes.
Queda por saber cuáles pueden ser
las capacidades de captación de ese nuevo intento de centro que en España es el
rincón de los palos. Tras UCD, el nunca nato Partido Reformista y el CDS,
Ciudadanos pretende ocupar ese espacio, que es, como toda línea divisoria, de
difícil equilibrio sin caer hacia un lado o hacia el otro. Los ejercicios de
funambulismo político nunca han tenido demasiado éxito, o al menos no demasiado
largo.
Aquí ya nos hemos acostumbrado al
poco democrático ejercicio de que el que pierde se tira a la calle a hacer lo
más incómodo posible el gobierno del que haya ganado. Porque lo importante para
todos ellos no es resolver los problemas del país, ni los problemas de los
ciudadanos, no, lo más importante es ganar y ejercer de la forma menos
democrática posible el poder.
Alguien, leyendo esto, me va a
llamar pesimista. Pues sí, en este caso lo soy. En abril aguas mil, o votos
mil, pero posiblemente siga lloviendo el resto del año.
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