domingo, 3 de marzo de 2019

En abril votos mil


En abril votos mil, pero hasta el cuarenta de mayo no te olvides de ir a votar. Así podría resumirse, parafraseando el refranero, el futuro electoral en España. Pero como no suele ser oro todo lo que reluce yo no me guardaría el carnet de ir a votar hasta que se acabe el año, no vaya a ser que volvamos a las andadas.
Y este arranque de realismo pesimista no es gratuito. Si se miran las encuestas y se palpa el sentir de la calle la imposible conciliación de los datos es evidente.  Es más, si escucha el rumor popular, que cuando el río suena agua lleva, y a continuación se leen las encuestas más rigurosas hay una discrepancia que apunta a una gran cantidad de indecisos, o de voto oculto, o de ambas cosas.
Remarcaba lo de encuestas serias porque en esta categoría no se puede incluir la del forofo Tezanos que ha convertido un organismo oficial, esto es de todos, en una dependencia de campaña del PSOE. Sus previsiones, sus increíbles previsiones, aún más increíbles desde las elecciones andaluzas, son para abochornar a cualquiera que pudiera tener relación con ellas. A lo peor al final nos da en la boca a todos, pero mientras tanto su CIS se ha convertido en una oficina electoral con desmedidos trazos de forofismo.
Los objetivos son claros en todos los casos, los populismos evidentes y el hartazgo de los votantes palmario. Cada vez más la sensación de desencanto en la calle es la más acusada. Cada vez los ciudadanos sienten más que se le está hurtando la posibilidad de vivir en una democracia real. Cada vez más los ciudadanos tienen la sensación de que salvo pinceladas todo seguirá igual salga quién salga. Si uno es corrupto, el otro quiere sacarte las mantecas vía impuestos. Si uno es quiere un liberalismo que sume a la sociedad en una desigualdad cada vez más insoportable, si legisla a favor de las grandes corporaciones y fortunas,  el otro quiere legislarte hasta la moral, intervenirte hasta tus pensamientos, controlarte hasta la asfixia, y no le importan los medios ni las consecuencias.
Yo diría que lo único que va a movilizar en este caso a los votantes es el problema territorial catalán. Que sin el desafío que suponen las actitudes nacionalistas y el hartazgo de la calle hacia sus posiciones el recuento de votos en estas elecciones duraría diez minutos, salvo que se quisieran votar una a una las abstenciones.
Los dos partidos hasta ahora mayoritarios viven de sus forofos, de ese suelo indestructible de votantes de pensamiento único a costa de lo que sea, incluso de validar la postura más erróneamente grosera, o más groseramente errónea, que tanto monta.
Los extremos populistas son gaseosas que se agitan y parece que van a hacer reventar la botella, pero una vez abierta pierden la fuerza a ojos vista. Su único valor es la capacidad de sumarse al descontento general e intentar representar su voz, pero esa representación es tan efímera como su capacidad de hacer algo que consolide su mensaje, que lo haga real. ¿Y si consiguieran hacerlo real? Pues como bien explicaba Don Mendo sobre el juego de las siete y media, “si te pasas es peor”, si lo consiguieran aún sería peor, porque los medios de los que se valdrían para conseguirlo no serían compartidos por la mayoría de los ciudadanos, incluidos en gran parte sus votantes.
Queda por saber cuáles pueden ser las capacidades de captación de ese nuevo intento de centro que en España es el rincón de los palos. Tras UCD, el nunca nato Partido Reformista y el CDS, Ciudadanos pretende ocupar ese espacio, que es, como toda línea divisoria, de difícil equilibrio sin caer hacia un lado o hacia el otro. Los ejercicios de funambulismo político nunca han tenido demasiado éxito, o al menos no demasiado largo.
Aquí ya nos hemos acostumbrado al poco democrático ejercicio de que el que pierde se tira a la calle a hacer lo más incómodo posible el gobierno del que haya ganado. Porque lo importante para todos ellos no es resolver los problemas del país, ni los problemas de los ciudadanos, no, lo más importante es ganar y ejercer de la forma menos democrática posible el poder.
Alguien, leyendo esto, me va a llamar pesimista. Pues sí, en este caso lo soy. En abril aguas mil, o votos mil, pero posiblemente siga lloviendo el resto del año.

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