El raquitismo es una enfermedad
infantil caracterizada por una endeblez extrema y una falta de desarrollo del
individuo. Existe una segunda acepción en el RAE: “Desarrollo escaso o
deficiente de cualquier organismo animal o vegetal”. Y si vamos al día a día se
considera raquítico como sinónimo de debilidad acentuada e, incluso, grotesca.
Es inevitable, teniendo en cuenta
las dos últimas acepciones, pensar que tenemos un gobierno raquítico. Un
gobierno cuya extrema debilidad y ansias de mantenerse en el poder al coste que
sea, nos está llevando a una radicalización de la sociedad de la que hasta sus
mismas bases están siendo víctimas.
Nadie cree en sus razones
sobreactuadas. Nadie cree en la extrema laboriosidad de su contrastada
inoperancia. Nadie cree, por no hablar de hilaridad, en los sondeos que el CIS
publica y que están llevando al descrédito de una institución del estado usada
de forma partidista.
¿Puede un gobierno mantenerse con
este clima popular? A la vista está que
puede. ¿Debe? La mayoría de los españoles, incluidos algunos de sus más
destacados militantes, consideran que no, pero por si hay dudas el Presidente
del Gobierno en un acto con ribetes de absoluta soberbia publica su libro “Manual
de Resistencia” que más parece una declaración de intenciones que un tratado de
ética política.
Cabe hacerse una última pregunta,
¿cuál es el programa posible del gobierno? Tal vez alguien no haya reparado en,
o le haya sorprendido, la palabra posible, pero es que dado el raquitismo
parlamentario del partido que ejerce como gobierno, en solitario, no sabemos cuáles
serían sus verdaderas intenciones, porque solo puede hacer lo que sus socios le
permiten, y ahí sí que tenemos un problema.
Tenemos un problema grave, muy
grave.
El principal socio del gobierno
es un partido que bordea la defensa de la constitución, muchas veces por la
parte de fuera, que engloba a anticapitalistas y anti sistema en general, es
decir radical, que además está en caída libre en intención de voto y en
descomposición interna pública y publicada.
Pero si este socio es
problemático resulta que el resto de socios del gobierno son independentistas confesos
o filo independentistas, lo que sume cualquier iniciativa que les favorezca en
una cesión a unas posiciones con las que la mayoría del país está en desacuerdo.
Y esas cesiones son continuas porque es la única moneda que tiene el gobierno para
perpetuarse en el sillón presidencial, al que parece tan afecto Pedro Sánchez.
Así que en principio solo podemos
presumir que el gobierno gobierna por interpuesto, sin capacidad real de
maniobra y confiando de cara a la gente en crear la suficiente confusión con
sus juegos verbales como para evitar un deterioro que parece irreversible. Si a
estas piruetas idiomáticas le sumamos la incapacidad de comunicación coherente
de la vice presidenta la comunicación gobierno-ciudadanos es una vía muerta,
muerta y con claros síntomas de fetidez.
Si las declaraciones de que las
opiniones de Pedro Sánchez no tienen que ser coincidentes, ni siquiera
coherentes, con las del Presidente del Gobierno, a pesar de ser el mismo,
sumieron en el estupor a la población en general, los resultados de la
elecciones andaluzas y la actitud de considerarlos ajenos a la responsabilidad
de los errores cometidos en Madrid raya en el cinismo más absoluto.
Tal vez, es más que probable, que
parte de la renuencia a convocar
elecciones, que parece la salida evidente y única, venga de esos resultados
andaluces y de la incapacidad de asumir responsabilidades por parte del
gobierno de la nación. De asumir responsabilidades y, ahora sabemos, la
decisión del Presidente de escribir un nuevo capítulo de su libro, lo haya
escrito quién lo haya escrito, aunque sea costa de dejar tras él un erial
político, un erial en su partido y un erial en su país.
Su última cesión, el relator,
mediador, notario, escribiente, asistente, o lo que quiera que sea o como se le
quiera llamar, ha logrado incendiar incluso el interior de un partido que nunca
le ha sido especialmente afecto, salvo los forofos del “no es no” que son sus
votantes de primarias y que no representan en absoluto la línea política que
España quiere y necesita. Y parece que esta vez ni los subterfugios idiomáticos
de llamarle lo que no es y negar lo que es van a conseguir calmar un clamor que
cada vez va siendo más popular y menos formal.
Hay que reconocer que no toda la
culpa es de Pedro Sánchez, y lo voy a reconocer. Una gran culpa es de este
sistema electoral absolutamente perverso y desprestigiado que permite obtener
mayoría de escaños con minoría de votos según los territorios electorales en
los que te presentes. Esta perversión ¿democrática? Que impide que todos los
votos valgan los mismo y que prima a los independentistas de territorios
menores al presentarse en territorio global.
Seguramente si sumáramos a día de
hoy, en una elecciones actuales, todos los votos de los partidos afectos al
gobierno, incluido el gobierno, y los de los que están en contra, sin
convertirlos en escaños, los primeros serían bastante menos de la mitad de los
emitidos. Y ellos lo saben.
En todo caso si hay dos grandes
beneficiados en la situación actual, los independentistas, naturalmente, que
están colando su mensaje de que ellos defienden la razón y la pureza
democrática, y Vox, que observa como sus posibles votantes crecen a cada día y a
cada disparate del gobierno de la Nación.
Y ¿hay alguna solución?. Una
parcial, elecciones inmediatas, y otra definitiva y por ello improbable: listas
abiertas y circunscripción única ya.
¿Y mañana? Mañana volveremos a
hablar del raquítico y encastillado gobierno.
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