¿Y ahora qué? Porque esta es la
pregunta a responder después de cualquier gran conflicto. Como enderezar lo que
se ha torcido. Como reconducir un trazo fuera de lugar sin que dañe la obra
general.
Profetas habrá, y que no falten.
Los habrá de la estética, de la ética y de la pragmática, que nadie lo dude.
Pero lo que necesita ahora el PSOE es un baño de realidad, una inmersión en el día a día de una sociedad dañada, desencantada
y con una carga de escepticismo que la coloca en una postura de sospecha
permanente.
Aunque lo que digo lo digo
pensando en el PSOE, no solamente los socialistas salen tocados de este
episodio. Bien haría, antes de que so la hagan en unas próximas elecciones,
sean cuando sean, los populares en revisar el liderazgo de un señor cuyo máximo
valedor, con su postura y sus palabras, era el defenestrado Pedro Sánchez. De
un señor, méritos aparte, que también los tiene, que es la cabeza visible de un
partido que necesita una limpieza a fondo y una puesta a punto para poder ser
votado por sí mismo y no por los deméritos ajenos.
Porque no nos olvidemos que
muchos, una gran cantidad de votantes, dieron su voto al PP no por su sintonía
con sus postulados, no por su admiración hacia el señor Rajoy, si no por su
desconfianza hacia los planteamientos y hacia las intenciones finales del líder
del PSOE.
Pero ahora toca PSOE y ahora tocan
soluciones a la debacle. Volveremos a oír hablar de gestora, de primarias, de
candidatos, de programas, de tantos y tantos temas que ya tenemos tan
relamidos. Al final todo se reducirá a saber quién dirigirá a este partido y,
sobre todo porque es el meollo de la cuestión, mediante qué sistema llegará a
ser elegido.
Solo se me ocurren tres
posibilidades de llevar a cabo la elección y solo se me ocurre una que pueda
garantizar una pronta recuperación de los votantes por parte del PSOE.
La primera opción es que el líder
lo elija la misma comisión gestora que ahora entrará en funciones de entre sus
miembros y buscando una figura que resulte conocida y que no tenga el rechazo
de los votantes. Los hay, y no pocos.
La segunda, y que yo creo que ha
demostrado su ineficacia pero seguramente es la favorita de las bases
militantes, es convocar unas primarias restringidas en las que puedan votar
solamente los que tengan carnet, los integrantes del partido. El problema es
que posiblemente el candidato elegido sea un hombre de partido, pero no de
estado, ya hemos visto varios casos, y volverá a enfrentarse a la desconfianza
de la calle.
La tercera, la que sería más
ética y estéticamente aceptable, sería la convocatoria de unas primarias
libres, de unas primarias abiertas a militantes y simpatizantes, que abriera el
voto a la calle, porque entonces, y solo entonces el líder elegido contaría con
el beneplácito de sus votantes.
Claro que este sistema tiene el
problema de hacer complicado el montarse en el machito, y montarse en el
machito, el que sea, es la atracción favorita en el parque temático de los
políticos. Montarse en el machito y pasar por caja para ser exactos.
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