Si yo fuera Sánchez,
dubidubidubidubidubidubidu (se recomienda leer con el sonsonete del violinista
en el tejado). Y que conste que no lo soy, ni Sánchez, Don pedro, ni el
violinista en el tejado.
Pero, a lo que íbamos, si yo
fuera Sánchez, y ya sin musiquilla, empezaría a pensar más en los españoles y
menos en los socialistas. O dicho de otra forma, empezaría a pensar más en el
estado y algo menos en el partido.
Oigo a los pretendidos
defensores del actual líder del partido
socialista y me pregunto si teniendo esos partidarios don Pedro necesita para
algo enemigos. Leo, oigo, insisto, con asombro, como todos aquellos que dicen
apoyarlo hacen todo lo posible, socialistamente hablando, para que estando al borde del abismo de un
paso al frente, como en el chiste pero sin risas.
Si yo fuera Sánchez, retomando el argumento y metiéndome en harina,
maniobraría, tirando de inteligencia y de sentido de estado, para disponerme a
gobernar desde la oposición. Claro que a lo mejor, para eso, estoy invocando
unas cualidades de las que carece. Al
menos hasta el momento no las ha demostrado.
¿Y cómo se puede hacer lo que
propongo? Con inteligencia, con osadía y con astucia. Veamos.
Las tres hacen falta para,
apartándose de los caminos seguidos
hasta el momento y que solo son apreciados por una parte de la militancia socialista que lo está llevando a posiciones socialmente
residuales, utilizar la misma fuerza que le permite bloquear la situación para
desbloquearla y ejercer el gobierno sin detentarlo. Actualmente, aunque sea en
la sombra, una gran parte de su partido no lo apoya y cada vez menos gente
fuera de él cree en sus mensajes. Yo, incluso, a veces me pregunto si él mismo
cree en lo que dice. Actualmente, sin importar lo que él o su entorno crean,
es, a nivel popular, el único culpable la sinrazón política que padecemos.
Si yo fuera Sánchez, mañana
mismo, comunicaría a la prensa un listado de medidas de tipo, social,
educativo, autonómico, electoral y constitucional que conecten con el sentimiento real de la calle y al día
siguiente se las plantearía al PP como base de negociación para una posible
abstención. Y lo dejaría gobernar, una legislatura corta, un par de años, en el
que poder demostrar mi buen hacer y mi compromiso con los verdaderos mandatos
de los votantes. No diciéndoles lo que deber de pensar, sino pensando en lo que
realmente quieren decir. Y al acabar esa breve legislatura recogería en las
urnas los frutos de un trabajo hecho con inteligencia y sin urgencias
personales.
Si yo fuera Sánchez, en
definitiva, le daría una oportunidad al país y me daría una oportunidad a mí
mismo. Ahora, por mucho que no lo vea él y no lo vean los que le rodean, solo
hay oportunidades para que el PP siga creciendo y Sánchez lleve a su partido
hasta el límite de su descenso, porque aún puede descender más, y si no al
tiempo, al tiempo de las terceras y de las posibles cuartas.
Si yo fuera Sánchez, y no lo soy
ni falta que me hace, haría un curso acelerado de Gran Política, renovaría a
los palmeros que me rodean y me lanzaría a consumar un plan de gobierno en dos
años. Y todos saldríamos ganado, sobre todo España.
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