lunes, 13 de julio de 2015

Revanchismo interesado

Observo con preocupación, con un cierto temor, un rebrote de revanchismo desde las últimas elecciones celebradas, y, si mi conocimiento histórico no me falla, el revanchismo de un signo precede inevitablemente al revanchismo del signo contrario y, como consecuencia final, a la incapacidad de crear una sociedad tolerante, libre y preparada para convivir con estabilidad.
Una sociedad dirigida, política e intelectualmente, por personas cuyo principal objetivo es tirar por tierra todo lo que han hecho los anteriores no puede más que generar una sociedad condenada al continuo vaivén de las urnas y, por tanto, a una sociedad empobrecida intelectualmente, arrasada formativamente y envilecida políticamente.
Leo, leo cada vez menos pero aún lo suficiente, como se promueve el cambio del nombre de calles, la iniciativa para prohibir las fiestas de moros y cristianos o la iniciativa para incautar patrimonio eclesiástico solo por serlo.
Eso se llama revanchismo, eso se llama obsesión, eso llama a que, dentro de los años que sean y ganen los otros, tengamos otro episodio -declaraciones, gastos y ofensas- semejante pero de signo contrario.
Pero vayamos por partes.
A mí que las calles se llamen de una forma u otra me resulta bastante indiferente, de hecho ignoro de una forma completa quienes fueron la mayoría de personas cuyos nombres figuran en los carteles. Los nombres de las calles sirven para saber dónde estás y, salvo casos y circunstancias, no me provocan ningún éxtasis de recreación histórica. Yo circulo por la calle Velázquez buscando el número al que voy o admirando la belleza arquitectónica de sus edificios, pero no hago un repaso mental ni de su vida ni de su obra. Que a la calle José María Pemán se le cambie el nombre porque fue franquista me parece una aberración, salvo que se haga lo mismo con la de Rafael Alberti. El uno fue literato, según los gustos, y franquista, el otro fue literato, según mi gusto malísimo, y comunista. Si es por calidad literaria quitemos los dos, y tantos otros, si es por filiación política es revanchismo y por tanto yo estoy en contra.
Admitamos que ningún nombre de torturador o asesino debe de figurar en los carteles de una calle, pero para evitar el revanchismo, para hacer algo justo y no ofensivo quitemos todos los nombres de ambos lados con el mismo criterio. Militares, fuera todos, colaboracionistas de cualquier signo, fuera todos, héroes varios, fuera todos. Seguro que a los italianos si les explican quien fue Viriato lo considerarían un asesino indigno de tener una calle. Y a Velázquez por monárquico, y a Pío XII por papa y a Alfonso XIII por rey y a Mariana Pineda porque ofende a los franceses y a mí, como alérgico, los de flores y plantas. Qué barbaridad. Revanchismo y revisionismo.
Respecto a las tradiciones ofensivas para otras gentes estoy hasta los inmencionables de “bienpensantes” que deciden que parte de la historia tiene que avergonzarnos a todos y están dispuestos a imponer su superior criterio moral y social a los pobres engañados, pervertidos e insolidarios que por el mundo circulamos sin caer en penitencias desgarradoras por la maldad intrínseca de todos nuestros antecesores.
Yo, cuando veo algo que no me gusta, que no comparto, me limito a ignorarlo en la mayor parte de los casos y, si es dañino, a explicar mis razones, a fomentar el conocimiento del daño causado, la educación de aquellos que no reparan en lo dañino de sus actos porque nadie se ha preocupado antes de equiparlos con un criterio moral suficiente. Pero lo que no hago es prohibir, imponer, agredir, soliviantar, condenar a aquellos que piensan diferente a mí, primero porque no tengo motivos para pensar que mis maldades, sí, esas que todos tenemos, sean mejores que sus maldades porque son menos públicas y segundo porque no tengo ningún interés, ni por tanto prisa, en figurar en la historia como el referente moral de nadie ni de nada.
Si alguien se siente ofendido con una tradición que se vaya a otro lado donde no se practique o que consiga su ilegalización. Yo, salvo cuestiones de violencia y sangre, soy más partidario de que se vaya a un lugar donde no le ofendan. Ejemplo: cuando hay una fiesta popular siempre hay algún vecino con balcón aledaño que se siente perjudicado. Los más listos se cogen vacaciones coincidiendo con las fiestas y se ausentan.
Había un tercer punto de revanchismo en el principio, pero ese tiene su propio recorrido y es tan complejo e intrincado que intentar desarrollarlo aquí haría esta reflexión interminable.
En fin, que como ciudadano de a pié, como sufridor de administraciones varias hay puntos que me urgen mucho más que lo de revisar los nombre de las calles o la mayoría de propuestas de corte populista que hasta este momento han hecho los “nuevos ayuntamientos”, los antiguos ni eso.  Una propuesta que creo que suscribiríamos todos los ciudadanos sin distinción de color, credo o filiación: Bloqueo inmediato de las leyes recaudatorias y revisión, o incluso anulación, de todos los expedientes con flagrante fraude de ley incoados por las policías municipales y otros entes de dudosa legalidad que los perpetran.

Ah¡, que eso es dinero y no interesa. Ya, Ya sé cómo me dicen. Primero a salvar las conciencias y luego, luego a mantener los mecanismos recaudatorios que hay que pagar muchas cosas. Ciudadanos sí, pero calladitos, engañados y exprimidos.

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