Cabizbundo y meditabajo, sin
duda, triste y confuso, así es como estoy. Y no lo estoy por mí mismo, por mi
vida personal, laboral o familiar. Lo estoy porque estoy inmerso en una
sociedad triste y confusa, cabreada y confundida, literalmente, desarmada y
desesperanzada porque no entiende nada de lo que sucede a su alrededor y se
aferra a palabras que cree que son ideas y a ideas que no son más que palabras.
A líderes de trapo y a una amenaza de poder omnívoro que no da la cara.
Oigo hablar de ideologías y no
doy crédito a lo que escucho. Oigo hablar de ideologías asociadas a siglas de
partidos y no quepo en mí del susto, del desconcierto, del hastío. ¿De que
ideologías se puede hablar cuando se intentan asociar a un grupo de señores
cuyo único objetivo es alcanzar la cuota de poder máxima de la que sean capaces
y seguir en el juego desde una posición privilegiada y de espaldas a quienes
los han votado? ¿Eso son ideologías? ¿O son
simplemente ideas y no precisamente edificantes.
Si hago un leve recorrido por los
diferentes partidos y sus propuestas tengo dos alternativas: no creerme nada y
acabar con una depresión de caballo, o creer en lo que dicen y acabar con una
depresión de caballo. O resumiendo todo es una cuestión de fe y una depresión
de caballo.
El PP es la estabilidad, la
continuidad, el triunfo sobre la crisis, los valores de siempre. Pero lo que no
dicen es que el PP es la corrupción, el amiguismo, la renuncia a los derechos
colectivos, la legislación de espaldas a los ciudadanos, la aristocracia
moderna y mediocre. El PP actúa como una secuela avergonzada del franquismo y
por tanto con complejos, ideas y renuncias emanadas de la historia reciente
El PSOE es el progresismo, la
recuperación de los valores, la izquierda. Pero lo que no dicen es que el PSOE
es la corrupción, la legislación contra el PP sin importar los medios ni las
consecuencias, la renuncia a cualquier propuesta equilibrada porque lo que
importa es ser los otros, no nosotros. El PSOE actúa como una secuela del
antifranquismo en el adquirió su preponderancia y es reo de contradicción
permanente, tanto externa como interna, y de sus propias palabras. Adolece de
políticos de barra de bar incapaces de ser estado porque trabajan para para
contentar a unos y cabrear a otros que antes que para gobernar a todos.
IU es el pueblo, dice. Pero IU es
la corrupción, es la manipulación, es la atomización y es el estado férreo que
todo lo controla y borra al individuo en aras de la masa. Es la secuela
revanchista del franquismo que quiere recuperar tiempos pasados que según ellos
fueron mejores, aunque a mí no me lo parecen. Son aquellos que hablan de
honradez pero la ignoran cuando tienen la sartén por el mango, son aquellos que
hablan del poder del pueblo siempre que ellos sean el `pueblo. Son la
contradicción entre la prédica y la acción.
De los demás partidos no puedo
hablar porque no han tenido la cuota de poder suficiente para pringarse, pero
no me creo nada. Estos no son, aparentemente, secuelas del franquismo, pero
todo lo que ofrecen son palabras, palabras sin soluciones concretas a los
problemas concretos, ideologías que han fracasado ya varias veces, utopías no
sustentadas en ningún compromiso plasmado, no sustentadas en posibilidades
reales en un mundo real, no explicadas para poder ser racionalmente
convincentes.
Pero nadie me habla de cómo
enfrentarme a un sistema alienante, a un sistema montado para bórrame como
individuo, para cercenar mis derechos individuales y recortar mis derechos
colectivos. Montado para sustentar a una capa administrativa incompetente y
contraria a mis necesidades. Montado para que pierda mis fuerzas, mi ilusión en
un combate inútil contra inútiles oponentes. Montado para ocultar la realidad y
dividir a la sociedad en banderas que no representan lo que dicen ni a los que
las eligen.
Así que un montón de años después
de su final sigo viviendo al hilo del franquismo. Sigo debatiendo, siendo
legislado, insultado o recriminado en función de lo que hizo un señor que a
estas alturas no debería ser más que una página de la historia reciente de este
país. Sin rencor, sin pudor y sin influencia alguna en nuestras vidas
cotidianas.
Pues eso, estamos en tiempo pre
electoral y me hablan de ideologías y yo me encuentro cabizbundo y meditabajo,
triste y confundido.
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