Y en la misma línea de intervención gramatical diferentes verbos podrían prestar algunas de sus formas a otros verbos de raíz o sonoridad afín de tal manera que los complementase y les diese una carga insospechada en su interpretación lo cual haría más florida e incisiva la retórica sin la permanente grosería y zafiedad de caer en el insulto y la descalificación que demuestran una absoluta carencia de la inteligencia del que cae en ella.
Pero veamos algún ejemplo práctico tomado así, a volapié.
Cuando hablásemos de algún conocido con una disfunción eréctil sería conveniente utilizar la expresión “no puede”, en la que quedaría claro que no consuma el acto y que es como consecuencia de un problema médico. Esto nos evitaría la siempre malsonante utilización de un verbo con j y eliminaría cualquier elucubración sobre otro tipo de motivos para no consumar tan placentero acto.
Pero incluso llevado al terreno de la política y cogiendo nuestro socorrido verbo podar observaremos con asombro que ciertos discursos políticos de alta prolijidad y dotados de innumerables vericuetos retóricos quedarían perfectamente claros con la simple enunciación de la nueva forma verbal. Es así que en vez de “podemos salir de la crisis con sacrificio y recortes temporales que…”, etc. bastaría con decir “podaremos salir de la crisis”, sin más. Brillante y contundente.
E incluso, se me ocurre, cierto grupo político podría pasar a llamarse Podaremos, más contundente e ilustrativo sobre objetivo y métodos, claro que en este caso sería inevitable seguir matizando.
Cuando hablamos de política ninguna forma verbal resiste un análisis exhaustivo.
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