lunes, 22 de septiembre de 2014

El Toro de la Vega

Partamos de una premisa: la crueldad gratuita, sea con personas o animales, me produce un profundo rechazo. Pero maticemos, el intento de equiparar los derechos animales con los derechos humanos me parece una veleidad típica de sociedad decadente en proceso de descomposición. Y me produce un profundo rechazo.

Recuerdo aún, a pesar de los años transcurridos, con asombro e hilaridad la propuesta hecha en junta de comunidad de vecinos para que los niños fueran sujetos al igual que los perros porque eran mucho más molestos. Y yo estaba en aquella junta y la vecina tiene nombre y apellidos, y perro.

Y ya, dicho la anterior en un intento desesperado, y desesperanzado, de que me etiqueten por lo que digo y no por lo que creen que digo o suponen que quiero decir, paso a comentar el objeto de esta reflexión que no es otro que las lamentables imágenes que la, para mí, triste celebración del toro de la vega ha proporcionado a unos medios de comunicación ávidos de sensaciones.

He querido dejar pasar unos días desde los lamentables acontecimientos para asegurarme de que mis opiniones salen de mi cabeza –“mi segundo órgano favorito”, que dice Woody Allen- y no de ningún otro rincón consciente o inconsciente de mí mismo.

Me parece una fiesta cruel. No la conozco en profundidad y puede que haya matices étnicos, estéticos y culturales que se me escapan, pero someter a un pobre bruto, por muy bruto que sea, a la tremenda humillación de ser burlado, asaeteado, golpeado y finalmente muerto y mutilado, aunque me han dicho que no siempre por ese orden, me parece de una crueldad impropia. Hay quien inmediatamente ha pretendido establecer un paralelismo con la fiesta taurina que yo no puedo encontrar. Si, el protagonista es el toro, si, el objetivo final es la muerte del toro, si, a mi me disgustan ambas, pero en la fiesta taurina no existe  la humillación ni la indefensión, salvo que alguien me demuestre lo contrario.

Pero dicho lo anterior me pregunto, ¿Quiénes son ciertas personas para invadir la casa ajena e intentar imponerles su criterio? ¿Qué razón es esa que todos tienen que compartir salvo que sean indignos de ser llamados personas?¿Dónde están cuando en el mundo hay lugares en los que a las personas se las está sometiendo a crueldades semejantes o peores?¿O solo les preocupan los animales y las personas afines?¿Cuántos de ellos jalearon la muerte de una política del PP?¿En qué extraña escuela vital estudiaron para tener una vara de medir tan variable que solo ellos saben cómo mide?

Mi desprecio absoluto hacia la celebración de un evento, que ya no sé cómo llamarle, fiesta no, celebración no, espectáculo lamentable,  cuyo medio es la crueldad con un ser vivo.  Pero con la misma fuerza, con la misma vehemencia, mi desprecio hacia todos aquellos que se consideran con derecho a ir a casa de los demás a decirles que pueden o no pueden hacer. A los detentadores de La Razón que solo ellos poseen, a los moralistas que se permiten saber en qué puedo o no puedo creer y vienen a mi casa a imponérmelo.

Sirva esta reflexión como primera firma para la petición de la abolición del toro de la vega en su formato actual y de cualquier otra fiesta que suponga una crueldad real y demostrable. Aún recuerdo que hubo quien intento promover la prohibición de espectáculos en los que actuaran enanos, perdón, bajitos, sin parar en los perjuicios que a tales personas, que saben defenderse por sí mismas, les ocasionaban. 


Y es que si algo me horroriza y atemoriza más que un malvado, es un Justo Indignado. Porque cuando no estoy de acuerdo con el primero me siento bueno, pero cuando no estoy de acuerdo con el segundo pretende hacerme creer que soy malo, Y eso no, ni de broma. Según mi referente moral yo soy siempre, bueno casi siempre, el bueno.

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