jueves, 5 de junio de 2014

Esquizofrenia General

Recuerdo que hace tiempo alguien me dijo, y me quedé con la copla pero no con el cantante, que ser civilizado es pasar frío en verano y calor en invierno. Y me quedé con la copla porque la frase me pareció ocurrente sin profundizar en más. Es cuando menos gracioso comprobar como los empleados de los edificios inteligentes tienen que ir abrigados en pleno bochorno estival y prácticamente en manga corta, o sisas, mientras nieva en la calle. Y si esto sucede en nuestros inteligentísimos edificios no digamos menos de nuestras riquísimas familias que ponen la calefacción a tope, o el aire acondicionado, en vez de abrigarse algo más o utilizar el abanico según las circunstancias.  Yo aún recuerdo con nostalgia aquellas noches infantiles de mesa camilla, brasero y parchís con los pies ardiendo y el culo helado, o aquellas tardes madrileñas en casa de mis tías en las que todos nos apretábamos en la cocina donde el fogón, si, uno de aquellos mixtos de leña y carbón, calentaba la estancia y salir al baño era sentirse como Amudsen, solo y atrapado por los hielos.
Así que analizada con calma y algo más de profundidad la frase pasa de ocurrente a cínica e incluso a dogma definitorio de la tendencia de la idea actual de civilización. El hombre siempre añora lo que no tiene y si además es caro y exclusivo pagará lo que sea por conseguirlo. Porque esa es otra, toda esta necesidad de estar delgado después de engordar desmesuradamente, de ponerse una chaqueta mientras en la calle se suda la gota gorda o ir en camiseta y pantalón corto mientras afuera nieva, tiene un precio, caro, muy caro, y una consecuencia.
El precio no es solamente monetario, el precio no es solamente hacer frente al recibo correspondiente y acatar el permanente abuso de empresas, de macroempresas, enriquecidas a la sombra de unas necesidades creadas que arrastran consigo, que se apropian y cobran como artículo de lujo, necesidades básicas, energía, agua, comunicación, alimento, vivienda, no. El precio es también hacernos reos, cómplices de la explotación a sectores de población del mundo menos favorecidos en el reparto. El precio es sin duda mirar para otro lado y seguir derrochando mientras a nuestro alrededor, apenas un poco más allá del horizonte, o a la vuelta de la esquina, la gente se muere de necesidad.

Y la consecuencia es vivir, desarrollar, contribuir a una sociedad esquizofrénica, una sociedad enferma donde lo propio prima sobre lo colectivo, donde la razón es mi razón, donde como en aquella vieja canción de Desde Santurce A Bilbao Blues Band el marqués se ponía ciego de ostras y pellizcaba a una camarera en un coctel, eso sí, a beneficio de los huérfanos y los pobres de la capital. “Ande yo caliente y ríase la gente”. Caliente, helado, obeso o millonario, da igual. Ande yo sobrado y a los demás que les den. Por supuesto sin dejar de reclamar justicia, empleo, beneficios sociales, derechos de los animales o cualquier otro detergente para la conciencia que tengamos a mano. Pero pedírselo a los demás, eh?, a los demás y para mí y para todos mis compañeros. Pero para mí el primero. Pues eso, esquizofrénicos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario