No es la primera vez que lo digo,
no es la primera vez que lo escribo, la ley del péndulo es inexorable, y
estamos en el ven del vaivén, del va y del ven. Y no, no es el del chucu chucu,
no, es el del político.
Dice el PSOE, entre tantas cosas
como dice de un tiempo a esta parte en la que parece más preocupado por decir
que por hacer, que la culpa de la repentina revitalización de la derecha
radical, del resurgir de opciones como Vox, son culpa directa de las actitudes
del PP. Sí y no.
No porque el más perjudicado por
la afluencia de descontentos a esa formación es el PP de donde proceden la
mayoría de sus posibles votantes. Sí porque llegan a esa actitud por un
descontento con la supuesta tibieza del PP ante ciertas situaciones.
Pero lo que no dice el PSOE es
que gracias al PP nuestra derecha radical es menos influyente que en el resto
del mundo, Francia, Inglaterra, USA, Italia, Brasil, Alemania… y ha tardado más
en salir a la luz, salvo que consideremos que el PP también tiene la culpa de
Donald Trump, Bolsonaro, el Brexit…
No, yo creo que el PP no es el
culpable. No más culpable, al menos, que una izquierda incapaz de sintonizar
con la ciudadanía y más empeñada en educar e imponer que en escuchar, avanzar y
consolidar, que sería lo que debería de hacer una verdadera fuerza progresista.
Una izquierda cada vez más radical en sus
posiciones extremas, y más radicalizada en sus formaciones más moderadas. Una
izquierda que ha querido, para su propio beneficio, explicarles a los
ciudadanos que no hay verdad fuera de su verdad, que no hay progreso fuera de
su progresismo de salón, ni razón fuera de sus razones, creando gente
insatisfecha y provocando un frentismo social que más temprano que tarde tenía
que dar la cara. Y el problema del frentismo es que genera damnificados y esos
damnificados tarde o temprano se organizan creando un movimiento de signo
contrario de mayor virulencia que el daño percibido, y el movimiento pendular
en vez de atemperarse se acelera.
Al resplandor de una izquierda
radical relevante le corresponde lo mismo de signo contrario, es decir el fortalecimiento
de una derecha radical.
Con cuidado infinito he evitado
hablar de extrema derecha. Con infinito cuidado he evitado hablar de extrema
izquierda. Porque entre lo radical y lo extremo aún hay un trecho que me
gustaría pensar que no vamos a recorrer. No otra vez.
El auge de Vox es preocupante en
tanto en cuanto pone de manifiesto la cantidad y virulencia de un creciente
descontento con las formas y los fondos democráticos de los partidos de este
país. La pertinaz sordera política, la lesiva administración, la inalcanzable
justicia, la bochornosa fiscalidad y una ley electoral que amordaza la voluntad
del ciudadano no son más que las puntas del iceberg de una cada vez mayor
percepción de una democracia fallida que a los nostálgicos de sistemas más
populistas les permite exhibir argumentos.
Ni las izquierdas ni las derechas
institucionales españolas, trufadas por separatismos, independentismos,
populismos de salón y totalitarismos ideológicos, parece importarles la deriva,
el vaivén, que la historia debería de poner ante sus ojos. Ni sus políticas, ni
sus aspiraciones parecen ir más lejos de cómo ganar las próximas elecciones, o,
incluso, si es necesario, de cómo lograr el poder aunque las pierdan. Al pueblo,
ese que teóricamente componen los ciudadanos y que deberían de representar, ya
le dirán lo que debe que pensar llegado el momento.
No, Vox no es el problema, Vox es
el síntoma que permite comprobar que existe un problema e identificarlo. Y si
no al tiempo.
El vaivén, el va y el ven, pendular ha cambiado el sentido de su
balanceo, lo que queda por ver es cuál es la virulencia de su vuelta y hasta
donde llegará antes de volver a cambiarlo. Las políticas irresponsables, el
elitismo ético y la desfachatez política han acelerado un movimiento que la
transición intentó moderar. Ahora todo depende de cuánto sentido común, de
cuanta memoria histórica de la de verdad, de la que escarmienta, quede en todos
los ciudadanos ignorados por los partidos políticos. Esperemos que sea mucho,
esperemos que sea pronto.
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