sábado, 25 de abril de 2015

En el camino I

No puedo declararme un experto, vaya por delante. No puedo, pero si hacer algunas reflexiones que las seis etapas recorridas que configuran ya de por si, y a la espera de las siguientes, una experiencia inolvidable y sin ninguna duda enriquecedora han dejado en mi cuerpo, en mi mente y en mi espíritu.
Hay muchos caminos en un solo recorrido. En realidad en ese recorrido hay tantos recorridos como caminantes porque el ritmo, la motivación, el enfoque que cada caminante le da es diferente. Tan diferente que estoy usando a propósito el término caminante y no el de peregrino que sería lo habitual. Y lo hago aposta porque lo primero que uno aprende es que hay caminantes y hay peregrinos, y no son los mismos.
Para cada persona, para cada caminante, para cada peregrino, existe un primer camino, el físico, ese trazado que recorre campos, pueblos y ciudades y que esta exquisitamente señalizado, aunque algunos en su propio beneficio imitan las señalizaciones oficiales a riesgo de confundir al caminante. Este camino físico, es una prueba de una dureza mayor de la que inicialmente uno espera, grandes cuestas, tramos de difícil discurrir, lluvia, calor… hacen que el caminante pase por pruebas que solo la voluntad, la determinación, la ilusión, permiten acometer y sobrepasar. Raro es el que no acaba sufriendo, literal, dolorosamente, de los pies. Las ampollas son compañeras habituales, e incomodas, e indeseadas, y lacerantes, del caminante que busca cada mañana, cada etapa, cada paso, la mejor forma posible de luchar con ellas. Raro es también el que no sufre los primeros días los dolores que la mochila provoca en los hombros, los dolores en las piernas…
Pero el camino físico no es más que la propuesta inicial, el camino evidente, diría que lo único común para todos, pero ni siquiera eso sería cierto ya que dentro del camino algunos se aferran a la propuesta más purista y exigente, mientras que otros eligen acortar tramos, usar transportes en algunos momentos o mandar sus bultos por sistemas que tanto particulares como empresas han diseñado como posibilidades que faciliten alguna mejora para aquellos cuyo grado de compromiso, de desafío, o posibilidad física es menor.
¿Existen entonces más caminos? Si, sin duda. Permítaseme intentar enumerar aquellos que yo he percibido. El turístico, el comercial, el simbólico, el espiritual, el interior, el social, el de los personajes  y el monumental.
Cada uno de estos caminos merece una reflexión. Cada uno se configura con experiencias y percepciones que solo se pueden encontrar desde dentro del mismo camino. Y cada uno de estos caminos solo es perceptible individualmente y seguramente algunos caminantes no habrán reparado en alguno de ellos y yo,  solo aprendiz, no habré reparado en alguno más que otros si han encontrado, al igual que para algunos caminantes seguramente no se diferencia el turístico del monumental o el interior del espiritual, aunque para mi tengan recorridos y percepciones diferentes.
Valga como primera reflexión esta ya escrita, pero no quiero cerrarla sin hacer un comentario sobre un camino de los enumerados que de momento no tengo intención de volver a comentar y que recoge la parte más negativa de la experiencia: el camino comercial.
Me parece vergonzoso, deleznable, que ciertos comerciantes aprovechen el paso del camino por la puerta de sus establecimientos para cobrar a los peregrinos precios que harían sonrojar a un comerciante de la Gran Vía madrileña, o de la Rambla barcelonesa o, incluso, de Puerto Banús. A nadie se le escapa que esos precios son especiales “del Peregrino”, ya que a los del pueblo jamás podrán cobrarle hasta 3 euros por una lata de refresco, en muchos sitios 2, cuando los precios “normales” están entre 1 y y 1.50. Es una vergüenza, como lo es que algunos avispados pongan señalizaciones imitando a las del camino para llevar al peregrino a desviarse y pasar por su negocio, muchas veces dando un rodeo que el caminante, ya castigado, maldice una vez comprendido el engaño. Y es más vergonzoso, y dañino, si tenemos en cuenta que el camino es un escaparate para una mayoría de extranjeros que tienen en él su primera experiencia con el país. Señores comerciantes un peregrino, que luego duerme en albergues equipados con literas y paga entre 5 y 15 euros por noche según sus posibilidades y necesidades, no se merece que se le expolie con precios abusivos cuando necesita beber o comer, ni que se haga una tarifa especial peregrino que quizás deberían vigilar las autoridades pertinentes. ¿No había obligación de tener una lista de precios sellada? En todo caso el peregrino no puede ir equipado de bolígrafo para ir rellenando hojas de reclamaciones. Comerciantes y autoridades, háganselo mirar, por el bién del peregrino.

Ultreia.

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