No puedo declararme un experto,
vaya por delante. No puedo, pero si hacer algunas reflexiones que las seis
etapas recorridas que configuran ya de por si, y a la espera de las siguientes,
una experiencia inolvidable y sin ninguna duda enriquecedora han dejado en mi
cuerpo, en mi mente y en mi espíritu.
Hay muchos caminos en un solo
recorrido. En realidad en ese recorrido hay tantos recorridos como caminantes
porque el ritmo, la motivación, el enfoque que cada caminante le da es
diferente. Tan diferente que estoy usando a propósito el término caminante y no
el de peregrino que sería lo habitual. Y lo hago aposta porque lo primero que
uno aprende es que hay caminantes y hay peregrinos, y no son los mismos.
Para cada persona, para cada
caminante, para cada peregrino, existe un primer camino, el físico, ese trazado
que recorre campos, pueblos y ciudades y que esta exquisitamente señalizado,
aunque algunos en su propio beneficio imitan las señalizaciones oficiales a
riesgo de confundir al caminante. Este camino físico, es una prueba de una
dureza mayor de la que inicialmente uno espera, grandes cuestas, tramos de
difícil discurrir, lluvia, calor… hacen que el caminante pase por pruebas que
solo la voluntad, la determinación, la ilusión, permiten acometer y sobrepasar.
Raro es el que no acaba sufriendo, literal, dolorosamente, de los pies. Las
ampollas son compañeras habituales, e incomodas, e indeseadas, y lacerantes,
del caminante que busca cada mañana, cada etapa, cada paso, la mejor forma
posible de luchar con ellas. Raro es también el que no sufre los primeros días
los dolores que la mochila provoca en los hombros, los dolores en las piernas…
Pero el camino físico no es más
que la propuesta inicial, el camino evidente, diría que lo único común para
todos, pero ni siquiera eso sería cierto ya que dentro del camino algunos se
aferran a la propuesta más purista y exigente, mientras que otros eligen
acortar tramos, usar transportes en algunos momentos o mandar sus bultos por
sistemas que tanto particulares como empresas han diseñado como posibilidades
que faciliten alguna mejora para aquellos cuyo grado de compromiso, de desafío,
o posibilidad física es menor.
¿Existen entonces más caminos?
Si, sin duda. Permítaseme intentar enumerar aquellos que yo he percibido. El
turístico, el comercial, el simbólico, el espiritual, el interior, el social,
el de los personajes y el monumental.
Cada uno de estos caminos merece
una reflexión. Cada uno se configura con experiencias y percepciones que solo
se pueden encontrar desde dentro del mismo camino. Y cada uno de estos caminos
solo es perceptible individualmente y seguramente algunos caminantes no habrán
reparado en alguno de ellos y yo, solo
aprendiz, no habré reparado en alguno más que otros si han encontrado, al igual
que para algunos caminantes seguramente no se diferencia el turístico del
monumental o el interior del espiritual, aunque para mi tengan recorridos y
percepciones diferentes.
Valga como primera reflexión esta
ya escrita, pero no quiero cerrarla sin hacer un comentario sobre un camino de
los enumerados que de momento no tengo intención de volver a comentar y que
recoge la parte más negativa de la experiencia: el camino comercial.
Me parece vergonzoso, deleznable,
que ciertos comerciantes aprovechen el paso del camino por la puerta de sus
establecimientos para cobrar a los peregrinos precios que harían sonrojar a un
comerciante de la Gran Vía madrileña, o de la Rambla barcelonesa o, incluso, de
Puerto Banús. A nadie se le escapa que esos precios son especiales “del Peregrino”,
ya que a los del pueblo jamás podrán cobrarle hasta 3 euros por una lata de
refresco, en muchos sitios 2, cuando los precios “normales” están entre 1 y y
1.50. Es una vergüenza, como lo es que algunos avispados pongan señalizaciones
imitando a las del camino para llevar al peregrino a desviarse y pasar por su
negocio, muchas veces dando un rodeo que el caminante, ya castigado, maldice
una vez comprendido el engaño. Y es más vergonzoso, y dañino, si tenemos en
cuenta que el camino es un escaparate para una mayoría de extranjeros que
tienen en él su primera experiencia con el país. Señores comerciantes un
peregrino, que luego duerme en albergues equipados con literas y paga entre 5 y
15 euros por noche según sus posibilidades y necesidades, no se merece que se
le expolie con precios abusivos cuando necesita beber o comer, ni que se haga
una tarifa especial peregrino que quizás deberían vigilar las autoridades
pertinentes. ¿No había obligación de tener una lista de precios sellada? En
todo caso el peregrino no puede ir equipado de bolígrafo para ir rellenando
hojas de reclamaciones. Comerciantes y autoridades, háganselo mirar, por el
bién del peregrino.
Ultreia.
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