miércoles, 20 de agosto de 2025

CARTAS SIN FRANQUEO CXCV- EL EDADISMO

Podría calificar como vergonzoso este comportamiento social, podría calificarlo como injusto, podría incluso, clasificarlo como denigrante, lesivo o humillante, pero el problema es que, cuando hablamos de la administración, este comportamiento de legisladores y funcionarios es simplemente, y llanamente, anticonstitucional, como lo es cualquier comportamiento, medida administrativa o ley, que discrimine a una parte de la población en función de una característica natural, o adquirida: sexo, raza, religión, opción sexual...

Y hay pocas situaciones más naturales para una persona que su edad, que por otra parte no pasa de ser un dígito que no presupone otra cosa que el tiempo transcurrido desde su nacimiento. Pocas situaciones más naturales, y que supongan un comportamiento más inaceptable respecto al colectivo de personas, e instituciones.

Estoy hablando de ese edadismo vergonzoso, y vergonzante, que la sociedad actual maneja de una forma absolutamente lesiva, mentirosa y populachera, causando conductas inaceptables en todos los ámbitos. La idiotización de los mayores de sesenta años no va a lograr hacer más listos a los más jóvenes. El recorte de derechos, accesos y desempeños, en función de la edad, solo conseguirá una sociedad sin la experiencia que aportan aquellos que la tienen, con un enfrentamiento generacional que solo favorece a los profesionales del enfrentamiento. Y eso sin contar que ese edadismo al que me refiero, se basa en datos estadísticos que extraen sus datos de generaciones anteriores, que nada tienen que ver con la actual en capacidades, en vitalidad, ni en conocimiento.

El comportamiento de los estamentos oficiales es vergonzoso en este aspecto, y, con sus mensajes, con sus mentiras interesadas, con sus proyectos de leyes y normas, con su fobia oficialista, lo único que consiguen es un clima popular absolutamente artificial y sesgado en el plano social, respecto a un colectivo al que se intenta discriminar, ningunear, e incluso ofender, pero que supone, a día de hoy, la única esperanza de pervivencia en algunos sectores económicos.

Pero, dejemos las simples palabras, y pasemos a hechos concretos, a discriminaciones casi humillantes que las personas con más de sesenta y cinco años tienen que soportar a diario, que ponen en duda sus capacidades, física, mental, incluso intelectual. A mí me asombra el concepto de inutilidad senil, que la mayoría de la sociedad tiene de las personas que se jubilan, y que no se corresponde con el día a día de esas personas, entre las que me incluyo. Incluso esa humillante infantilización, esa condescendencia patética, con las que funcionarios, y gente de la calle, trata a otras personas, posiblemente con mayor capacidad intelectual que ellos, por el simple hecho de su fecha de nacimiento. La relación no es exhaustiva, pero sí significativa, y da una idea de a qué grado de lesivo apartamiento está sometido el colectivo.


Porque resulta que si tienes más de 65 años, te amenazan con dejarte sin permiso de conducir, sin examinar si tu capacidad sigue siendo válida, los seguros médicos hacen todo lo posible por echarte, o hacen imposible que accedas a ellos, los seguros de automóvil son inalcanzables, los créditos bancarios directamente te son denegados, el trato administrativo es vergonzoso, entre la sospecha de imbecilidad, y la conmiseración por tu desgraciada incapacidad. Ni en los concursos de televisión tienes cabida.

-          El permiso de conducir. Raro es el día en el que uno de los apóstoles del edadismo, y, valoración personal, siervo del poder, y uno de los personajes más deleznables de esta supuesta democracia, el Director General de Tráfico, Pere Navarro, no amenaza con alguna medida discriminatoria respecto a las personas de más de sesenta y cinco años, por supuestas incapacidades emanadas de una estadística antigua, y que analiza las capacidades colectivas, no las individuales, ya que individual es el hecho de conducir un vehículo, aunque siguen dándose permisos de conducción a absolutos incapaces de la conducción con menos edad. Es una actitud prepotente, matonista, claramente apoyada en una discriminación inconstitucional por razón de edad.

-          Los seguros médicos. Aquí la discriminación es más sutil, y se limita a una presión económica que hace que, salvo que seas cliente antiguo, o tengas algún plan especial, acceder a la sanidad privada sea una imposibilidad. ¿Qué tenemos una magnífica sanidad pública? Cierto, pero no estamos hablando de sanidad, si no de edadismo.

-           Los bancos. Al parecer, financieramente, salvo que tengas mucho dinero y no necesites que nadie te ayude, la vida, para los bancos, se acaba a los setenta y cinco años. A partir de ahí, y salvo que tengas algún avalista, más vale que no necesites, aunque sea puntualmente, más dinero del que dispones. Estás solo. No sé cómo llamar a esta actitud. En realidad, sí, edadismo.

-           Los seguros. Y si edadismo es el tema de los bancos, y el de los seguros médicos, no se pierda la actitud, no sé si colaborativa, o servil, o interesada, o de todo, respecto a mi infausto amigo Navarro, de los seguros para automóviles. Compré un coche de segunda mano, por el que se estaban pagando 370 €, y al intentar renovarlo, me pidieron 2100 €, porque mi edad ya era de riesgo. Sin más comentarios que las cifras que ofrezco. Ganas me dan de decir el pecador, pero sería injusto porque a pesar de todos los esfuerzos, o no me lo hacían, o eran, incluso, más caros.

-          Y no hablemos del trato administrativo, o del trato corporativo. Nos tratan como si fuéramos tontos, como si todos sufriéramos un trastorno cognitivo irreversible a partir de los sesenta. Como si la tecnología se hubiera inventado cuando nuestro trastorno cognitivo por razón de edad, ya estaba vigente. Resulta que soy informático. Resulta que he trabajado en implantación de productos innovadores y en desarrollo de programas a medida. Resulta que he sido profesor de lógica e informática básica unos cuantos, bastantes, años, y el otro día, un funcionario con muy buena voluntad, y tono de “vaya por dios me ha tocado el viejecito”, intentó explicarme que no podía darme un certificado que le pedía, porque la base de datos no lo permitía. Y se arrancó a explicarme lo que ella entendía que era una base de datos, hasta que ante la acumulación de disparates conceptuales tuve que interrumpirla, explicarle que yo era informático mucho antes de que el PC irrumpiera en nuestras vidas, y ofrecerme a darle alguna clase que le aclarara un poco el batiburrillo mental que tenía. Si las páginas oficiales funcionan mal es porque están mal diseñadas, mal desarrolladas, mal analizadas, por personas que en ningún momento se han puesto en el lugar del usuario, por personas que saben las respuestas antes de que se haga la pregunta, y actúan, y programan, como si la pregunta no existiera.

No está bien visto que se identifique la raza, o la procedencia, o la religión, de quién comete un delito, pero el primer dato, si este se ajusta, si pasa de los sesenta,  cuando se habla de un accidente doméstico, o de un accidente de circulación, es la edad del causante del suceso, y eso es edadismo. Si llamas para participar en un concurso de televisión, da igual la cadena, y sobrepasas los cincuenta, no te van a contestar. Y eso es edadismo. Hay edadismo incluso entre los ladrones, que ya es el colmo. Lo lamentable es comprobar que si la hostelería, o el mundo del ocio y del espectáculo, sobreviven a los fríos inviernos, a las temporadas bajas, es porque esos a los que la sociedad señala como sospechosos de incapacidades, en invierno, entre semana, viajan, llenan las discotecas, los teatros, los bares, sin reclamar a cambio un poco más de respeto, un poco más de justicia, y mucha menso discriminación. El fin del edadismo.

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