Hay veces que la historia, las
historias que conforman la historia, ponen y quitan razones, proporcionan
escenas incuestionables e incluso hacen pequeños guiños al humor, a la comedia
de enredo, que de una manera inesperada retratan las situaciones con un ángulo
inopinado.
De todo esto hubo ayer en Madrid,
en la capital del reino según algunos, en la capital del fascismo hispano según
otros, en la capital de todos los españoles según el ordenamiento jurídico
vigente. De todo esto hubo entre lo que sucedió, lo que no sucedió y lo que,
tal vez, algunos esperaban que sucediera.
Empecemos por lo que no sucedió
NO sucedió, que los demócratas
auténticos que venían a inmolarse ante el ataque de las hordas fascistas
dominantes en la ciudad de Madrid apoyadas por una policía represiva y
violenta, según deduzco del discurso mantenido por los independentistas
catalanes en los últimos meses, hayan sido molestados por las tales hordas
babeantes e intolerantes.
NO sucedió, que las fuerzas
políticas que se rasgaron las vestiduras cuando un grupo de personas de
Ciudadanos, encabezada por la diputada catalana Inés Arrimadas, se manifestaron
en Amer, considerándolo como una provocación, hicieran declaraciones en el
mismo sentido en esta ocasión. Es más, me gustaría escuchar el razonamiento de
alguno de ellos.
NO sucedió, que a nadie se le
ocurriera iniciar una guerra de banderas, y no hubo más banderas españolas que
las habitualmente colgadas en algunos balcones.
NO sucedió, que ninguno de los
manifestantes que después de disuelta la manifestación se esparcieron por todo
Madrid, algunos con su simbología bien visible y otros discretamente, fueran
increpados o molestados de ninguna forma, ni que se sintieran coartados en su
libertad. Me gustaría pensar que lo contrario también hubiera sucedido, lo de
unos teóricos manifestantes madrileños por Barcelona, pero las últimas
experiencias me lo desmienten.
No sucedió, que, salvo los
manifestantes presentes y los virtuales, nadie con dos dedos de frente y unas
intenciones limpias y coherentes, pueda mantener a día de hoy el discurso del
pobre demócrata sojuzgado por el intolerante fascista.
SUCEDIÓ, con la misma normalidad
habitual, con los mismos inconvenientes habituales para los residentes en la
capital, con el mismo ambiente festivo que la cabalgata de carnaval o la del
día del orgullo gay, que varias decenas de miles de catalanes venidos ex
profeso para el evento se manifestaron por una de las arterias principales de
Madrid, limítrofe con el Barrio de Salamanca por más señas, protegidos por la
policía represora y ante la mirada un tanto indiferente de los habitantes de la
capital sin que se conozcan incidentes reseñables.
SUCEDIÓ, que una vez acabada la
manifestación los integrantes de la misma que lo consideraron oportuno se
dispersaron por los barrios adyacentes de la capital y disfrutaron del ambiente
de un sábado primaveral y de la visita a lugares emblemáticos de la cultura,
incluida la gastronómica, de la capital.
SUCEDIÓ, que la normalidad entre
demócratas de respetar y ser respetados se cumplió con absoluta normalidad, y
no como una consigna, si no como una actitud cívica, que a las alturas que
estamos ya me parece encomiable.
SUCEDIÓ, que por esas
casualidades, que a veces acontecen y que seguramente nadie había previsto,
ayer se celebró en el WiZinK Center de Madrid, lo que es el Palacio de Deportes
de toda la vida, un concierto de Twenty One Pilots, grupo musical británico, al
que asistieron varios miles de personas, la mayoría jóvenes (tal vez también
jóvenas).
SUCEDIÓ, ¡oh casualidad de las
casualidades¡, que casi todos los asistentes al concierto, y como símbolo
distintivo, se equiparon con bandas adhesivas , lazos y cintas para el pelo,
sudaderas y todo tipo de adornos de color amarillo, sin que a ciencia cierta se
pueda suponer que esos adornos tenían nada que ver con el independentismo de la
manifestación anteriormente celebrada.
SUCEDIÓ, que, a la salida del
concierto y en plena vorágine amarilla, un probo ciudadano acompañado de su
familia en un coche de alta gama, sintió hervir la sangre por la evidente
provocación y bajando la ventanilla gritó un sonoro “..vaEssspañ…”, con esa
cadencia tan característica de ciertas posiciones ideológicas y al que solo le
faltó el coño preceptivo final, sin otro resultado que una cierta hilaridad entre
los que entendimos el equívoco y sin que casi nadie alrededor entendiera a que
venía aquello ni el pobre señor recibiera los abucheos o descalificaciones que
esperaba al emitir su grito entre infieles.
SUCEDIÓ, que el independentismo
catalán perdió ayer dos batallas: la de la normalidad democrática de acoger las
ideas ajenas contrarias a las nuestras y la del simbolismo del color amarillo a
manos de un grupo musical.
Los que sí hemos vivido bajo un
régimen fascista, los que sí hemos sido reprimidos violentamente por intentar
expresar nuestras ideas o, simplemente, por coincidir en el mismo lugar y a la
misma hora con los que pretendían expresarlas, los que sí hemos tenido
torturados o muertos en las represiones totalitarias, sean del signo que sean, y
sabemos de propia mano lo que es el fascismo y como actúa, no debemos ni
siquiera sentirnos ofendidos por los que han hecho de un sufrimiento humano
intolerable un insulto cotidiano sin contenido.
Fascistas son, o tienen bastante
riesgo de serlo, los que se lo llaman a otros para ocultar su propia
incapacidad para aceptar las ideas ajenas. Fascistas son, o tiene bastante
riesgo de serlo, aquellos que intentan
mediante el insulto silenciar el diálogo. Fascistas son, o tienen bastante riesgo
de serlo, los que amparados en una verdad única e incuestionable se niegan a
escuchar las verdades ajenas. Fascistas son, o tiene bastante riesgo de serlo,
los que levantan fronteras, banderas, barreras o se creen diferentes en todo, o
en parte, a los que los rodean. Fascistas son, o tienen bastante riesgo de
serlo, los que reconocen los derechos propios y las obligaciones ajenas.
Esos sí son los fascistas, se
adornen como se adornen, incluso con lazos amarillos, incluso con banderas
nacionales, y lo que seguramente necesitan son unos cuantos hechos culturales
que les arrebaten esos símbolos en los que ocultan su sinrazón y su ceguera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario